Hace unos años, en una cena de Navidad, un familiar aficionado a “jugar†en bolsa me preguntó sobre varios valores que tenía en cartera. Mi opinión no fue muy favorable, lo que no le gustó demasiado. Entre argumentos a favor de la tesis alcista de esos títulos, comentó bruscamente: “Bueno, de todas maneras, hay que poner en entredicho la opinión de los llamados expertos financieros. Si fueran tan expertos se hubieran hecho ricos hace tiempo, y no tendrían que estar dando sus opiniones diariamenteâ€. Independientemente de que sus palabras no creo que fueran apropiadas en aquel contexto de “paz y armonía†navideña, en parte no le faltaba razón.
Es cierto que algunos de esos “expertos†sí son multimillonarios, y no necesitarían ni seguir gestionando patrimonio, ni emitir sus opiniones, pero tambiíén lo es que la gran mayoría de gestores y analistas no son capaces de batir a los mercados recurrentemente, por lo que su labor, y las comisiones que cobran por ella, hay que ponerla al menos en entredicho. Les pondríé como ejemplo un ejercicio que realizó el analista Morgan Housel de Motley Fool.
Housel analizó los datos de la bolsa estadounidense desde 1900, estableciendo tres supuestos de inversión:
1. Betty: Desconoce todo sobre el mundo de la inversión, por lo que invierte cada mes desde 1900 1$ en acciones, independientemente de la situación económica, de si los mercados están sobrevalorados o no, de si llueve o hace calor…
2. Sue: Adicta a la inversión, invierte tambiíén 1 dólar en acciones todos los meses desde la misma fecha, pero intenta proteger el valor de su cartera saliendo del mercado cuando la economía está en recesión, y volviendo sólo despuíés de que la economía oficialmente haya salido de ella.
3. Bill: Gestor de fondos con una operativa más dinámica. Invierte tambiíén 1$ al mes, pero para de invertir en acciones seis meses despuíés de que la recesión haya comenzado, y sólo vuelve a entrar en bolsa seis meses despuíés del fin de la recesión.
Despuíés de 113 años de inversión, ¿quiíén ganó? Como vemos en el gráfico adjunto, los resultados de Betty son mucho mejores que los de Sue y Bill, que tienen resultados similares.
Lo fascinante de este resultado, afirma Housel, es que de los 1.353 meses desde 1900, solo 321 han sido diferentes para Sue y Betty, porque ese es el número de meses que la economía ha estado en recesión. O lo que es lo mismo, una diferencia en el posicionamiento únicamente en el 23% del tiempo, ha repercutido que la cartera de una sea un 70% superior a la de la otra. Si analizamos aún más esos datos, nos daremos cuenta que el 10% de los meses es causante de dos tercios de la diferencia entre una operativa de comprar y mantener, y la otra de salir durante las recesiones.
Eddy Elfenbein demostró que en los últimos 20 años, los 24 mejores días en bolsa han supuesto la totalidad de las ganancias del S&P 500, el otro 99,5% del tiempo se habría tenido una píérdida neta. Y lo que es aún más significativo, de los 20 días mejores de mercado de todos los tiempos, 17 fueron durante la Gran Depresión, uno fue durante el crash de 1987 y los otros dos durante la crisis financiera de 2008.
Lo que he expuesto anteriormente no significa que hay que desechar la gestión activa, y decantarse por comprar y mantener en todos los casos. Lo que quiero decir es, que en tíérminos probabilísticos, esta última forma de acudir a los mercados es mucho más rentable que la primera, aunque existen claras excepciones que todos conocemos, y que tienen la habilidad suficiente como para entrando y saliendo del mercado de forma periódica, poder batirlos sensiblemente. Pero son eso, excepciones.