Por... M.L. JOHNSON
El gobierno estadounidense propuso el viernes eliminar las restricciones a las semillas de maíz y soya modificadas geníéticamente para resistir un herbicida común, una decisión que fue bien recibida por muchos agricultores, pero que preocupó a científicos y defensores del medio ambiente, quienes temen que pueda llevar a los agricultores a utilizar más sustancias químicas en los cultivos.
El herbicida, conocido como 2,4-D, se ha usado de forma limitada en el cultivo de maíz y soya porque es tóxico para los plantíos al inicio de su crecimiento. Las nuevas semillas permitirán a los trabajadores utilizar el herbicida a lo largo de la vida de las plantas.
Los agricultores han estado ansiosos por la llegada de una nueva generación de semillas resistentes a los herbicidas debido a la prevalencia de maleza que se ha vuelto inmune al herbicida Roundup que fabrica Monsanto. Sin embargo, los escíépticos están preocupados de que el uso de las nuevas semillas y el 2,4-D derive en problemas similares una vez que la maleza tambiíén se vuelva resistente a esa sustancia química.
"Simplemente está muy claro. Uno puede ver que este pesticida tiene un efecto de círculo vicioso", dijo Bill Freese, un químico del Centro de Seguridad Alimentaria, con sede en Washington D.C., un organismo que promueve la agricultura orgánica.
La mayoría del maíz y soya que se cultiva en Estados Unidos ya están modificados geníéticamente, principalmente para resistir el Roundup, que fue introducido en 1976.
Antes de eso, la mayoría de los agricultores araban sus campos antes de plantar, revolvían la tierra y enterraban la maleza para matarla. La tíécnica, sin embargo, exponía al aire la tierra arada, creando problemas de erosión y riego.
Las semillas resistentes a los herbicidas permitieron a la mayoría de los agricultores dejar de arar porque podían rociar los campos despuíés de que sus plantas emergían, matando la maleza y dejando los cultivos a salvo.
La nueva generación de plantas "nos permitió hacer un mejor trabajo para controlar la maleza y por lo tanto hemos podido hacer un mejor trabajo para preservar el suelo, que es nuestra fuente primaria natural", explicó Ron Moore, quien cultiva 2.000 acres de maíz y soya en el oeste de Illinois.