La gran banca de inversión extranjera ha roto el hielo de su extraño silencio sobre el conflicto soberanista de Cataluña y ha empezado a emitir las primeras voces de alarma por lo que consideran un desafío para la recuperación económica de España. Algunas entidades entienden que la deriva separatista se acentuará a lo largo de 2014 poniendo en peligro el sólido progreso de la agenda reformista llevada a cabo por el Gobierno.
Hasta la fecha, los distintos miembros del equipo económico de Mariano Rajoy han venido negando por activa y pasiva la repercusión que el desafío del presidente de la Generalitat, Artur Mas, pueda generar en detrimento de la confianza económica que tanto ha costado recuperar. Los esfuerzos de saneamiento y ajuste han sido reconocidos por la comunidad financiera internacional, pero eso no significa que los grandes inversores extranjeros se muestren despreocupados ante lo que ya se considera como “el problema catalánâ€.
La amenaza del anunciado referíéndum en Cataluña se incluye entre los riesgos de fragmentación que acechan a la economía mundial en los umbrales posteriores a la gran crisis financiera. Algunas de las más renombradas entidades bancarias multinacionales comparan el problema generado por el nacionalismo catalán con la independencia de Escocia y hasta con la eventual salida de la Unión Europea por parte del Reino Unido. En el caso de Cataluña, el riesgo de centrifugación territorial en España alcanza niveles del 49%, de acuerdo con los estudios que están circulando en el mercado financiero internacional.
La banca de negocios se muestra escíéptica ante las posibilidades reales de ruptura, pero admite que las presiones separatistas reducen la confianza. Consideran que el Gobierno español podrá mantener el control de la situación actual con su mayoría absoluta, aunque advierten del lastre que supondrán las elecciones legislativas de finales de 2015 en la configuración de un Parlamento cargado de partidos alternativos nacionalistas e incluso secesionistas.
Lo peor está por venir en el segundo semestre de 2014
Los más pesimistas adelantan sus peores perspectivas para la segunda parte de 2014, y especialmente en torno al próximo 11 de septiembre, cuando se celebrará el tercer centenario de la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión española. JP Morgan considera que la Generalitat no desperdiciará tan “emotiva ocasión†y teme que el problema resurja con mayor fuerza hasta alcanzar su punto álgido en el segundo semestre de este año.
Tras reconocer los significativos progresos económicos y políticos de España y a partir del análisis de situación generado por el conflicto con Cataluña, el informe de JP Morgan destaca que nuestro país corre el peligro de distraer la atención sobre la agenda reformista llevada a cabo por el Gobierno de Rajoy. En opinión del banco, este riesgo adquiere carta de naturaleza de cara a las elecciones de 2015 porque no cree que de aquí a entonces la deriva soberanista pueda apaciguarse con algún tipo de acuerdo.
JP Morgan está convencido de que el Tribunal Constitucional impedirá la consulta sobre la independencia, lo que motivará unas elecciones plebiscitarias en Cataluña que podrían dar lugar a movimientos de apoyo a la independencia favorecidos por el ascenso de ERC como partido de referencia en la comunidad autónoma.
Ante este panorama político, el análisis de la estrategia que pueda liderar el Gobierno del PP tampoco deja resquicio para el optimismo. JP Morgan asegura que el único plan de Rajoy pasa por mantener una posición de firmeza con la esperanza de que la mejora económica de España reduzca las “presiones de los irredentos… y el paso del tiempo permita cicatrizar las heridasâ€.
Los efectos económicos del problema catalán se observan desde una perspectiva supranacional amplificando el eco del quejido lanzado por los bancos de inversión. JP Morgan cuestiona de manera especialmente amarga los motivos que podrían invocar a la solidaridad de los ciudadanos europeos en apoyo de la soberanía fiscal de España con sus regiones más pobres si luego otras comunidades más ricas, como es el caso de Cataluña, no hacen lo propio dentro del país.