La Gran Recesión, la segunda crisis mayor del capitalismo despuíés de la Gran Depresión del siglo pasado, sigue mostrando sus mil y una caras. Hasta ahora ha sido dual, sus efectos han sido mucho más nocivos para el primer mundo que para el segundo. Puede que eso se estíé acabando: en una de sus primeras mutaciones, la crisis pasó de EE UU a la UE, y era cuestión de tiempo que cruzara hasta Asia y los grandes emergentes. Los líderes europeos sienten un indisimulado alivio por el hecho de haberse alejado de los focos. Y creen estar a salvo: tanto el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, como el vicepresidente económico de la Comisión, Olli Rehn, aseguraron este lunes que, a pesar de la lógica preocupación, los socios del euro “no están especialmente preocupados por los riesgos de contagioâ€.
Esa es una vieja historia. Cuando estalló la crisis, Europa vivió plácidamente durante meses e incluso se acuñó el llamado desacoplamiento (decoupling), una ensoñación a la que acudían los líderes del euro para explicar que la crisis era financiera y norteamericana, relacionada con las locuras de la banca estadounidense en relación a las hipotecas basura, y que no tenía nada que ver con Europa. Hasta que, de repente, la música dejó de sonar. Algo parecido sucedió en los años noventa, cuando Europa se consideraba ajena a las crisis asiáticas.
Con un sombrío parecido respecto a las explicaciones que los dirigentes daban por aquel entonces, Dijsselbloem afirmó que la posición de la eurozona “es diferente†a las de los países que ahora se ven envueltos en dificultades. “Hay que mantener los progresos con las reformas y las políticas fiscalesâ€, dijo, “pero las turbulencias están más relacionadas con los mercados de divisas y las políticas de EE UU [los programas de relajación cuantitativa, con compras masivas de deuda por parte de la Reserva Federal]â€. Rehn se mostró algo más cauto: “Las turbulencias deberían servir como recordatorio de que los riesgos todavía están presentesâ€.
Los problemas de Europa no están directamente relacionados con las entradas masivas de capital que apreciaron las monedas de los países emergentes en los tres últimos años, y que con el simple anuncio por parte de EE UU de la retirada de estímulos están provocando un movimiento pendular en sentido contrario, con fuertes sacudidas. Pero en realidad tambiíén la Unión sufre los efectos secundarios de la política monetaria estadounidense: el euro se ha mantenido fuerte a lo largo de toda la crisis —lo que dificulta la recuperación por la vía de las exportaciones—, y la eurozona flirtea desde hace semanas con la deflación, tanto por el rechazo del BCE a embarcarse en ese tipo de políticas monetarias como por el sobreajuste en algunos países. Rehn fue inusualmente directo al respecto: “Un periodo de inflación baja demasiado prolongado obstaculiza los ajustes necesarios en el Sur y no beneficia a la UE en su conjuntoâ€. Traducción libre: el BCE debería activarse.
En general, Bruselas ve con preocupación, pero desde la lejanía, las dudas que emergen sobre el sistema bancario chino y el sobrecalentamiento de la economía brasileña. Le son ajenos los problemas que han saltado como un resorte en las que quizá sean las economías más díébiles: Argentina y Turquía. Y a la vez, los mandarines del euro no dejan de repetir que lo más duro de la crisis europea ya ha pasado y que los rescates funcionan, pasando por alto que nadie está a salvo de una nueva oleada de miedo en los mercados. En medio de ese estado de ánimo, España acaparó este lunes elogios en la reunión del Eurogrupo, sin importar que las empresas españolas tengan intereses en muchos de los países que están metidos en dificultades, o que la recuperación sea aún muy pálida y el paro siga en el 26%. Los socios del euro celebraron “el íéxito†del rescate financiero, para despuíés dejar la coda habitual: “Animamos a las autoridades españolas a que mantengan con determinación el impulso de las reformasâ€.
El ministro Luis de Guindos recogió la salva de aplausos, y en lo relativo a los emergentes se agarró a la cantinela oficial: se limitó a señalar que las empresas españolas tienen una exposición “reducida†a Argentina, y que por tanto el riesgo de contagio es limitado. “España ha dejado atrás la recesión y está comprometida con las reformasâ€, dijo a preguntas de los medios españoles.