Por… Miguel Anxo Murado
Una encuesta reciente demostró que el apoyo hacia la monarquía española está en un bajo histórico: más del 60 por ciento de los españoles quieren que el Rey Juan Carlos abdique. Y todo esto está sucediendo en medio de una serie de escándalos que involucran a la familia real, de los cuales el más grave es un caso de corrupción en contra del yerno del rey, que tambiíén involucra a la Infanta Cristina, hija del rey.
Lo que es más increíble en este giro de eventos es que en un tiempo la monarquía española era considerada sólida como una roca. El Rey Juan Carlos era alabado tanto adentro como afuera de España como un monarca ejemplar; el hombre que en los años 70 lideró la complicada transición del país del ríégimen militar del Gen. Francisco Franco hacia una democracia parlamentaria; el rey que resistió un intento de golpe militar en 1981. Se decía que era amado por su gente, quienes se mostraban agradecidos por lo que había hecho, y era cierto.
¿Quíé ha cambiado? No el rey, sino el país. La opinión popular ha cambiado tan rápido y dramáticamente que tal vez no es sorprendente que la monarquía no ha podido seguirle el ritmo.
Dos cosas transforman a las personas más que cualquier otras: la guerra y las dificultades económicas. La guerra formó a la España que amaba al Rey Juan Carlos. Fueron los agobiantes recuerdos de la Guerra Civil de 1936-1939 los que hicieron que la gente se aferrara a la monarquía despuíés de la muerte de Franco en 1975: pocos eran monárquicos de corazón, pero la institución parecía ofrecer un camino seguro hacia la estabilidad.
Casi cuatro díécadas despuíés, la privación económica está creando una nueva España. La crisis financiera le dio un golpe fuerte al país, dejando atrás rastros de hogares expropiados, recortes draconianos a servicios públicos y bajos salarios. El año pasado, había temor de un nuevo colapso del sistema bancario español, que se evitó solo a costa de los contribuyentes. La tasa de desempleo permanece en un impactante 27 por ciento. Todo esto ha enfurecido a los españoles con el establecimiento y los ha vuelto hipersensibles al mal uso de los dineros públicos. Por eso es que, despuíés de enterarse de que el hijo del rey estaba siendo investigado por fraude a gran escala, hirvió la sangre. La estima pública por la monarquía empezó a decaer.
El verdadero desastre llegó en abril de 2012. El país se enteró de que el rey se había fracturado la cadera mientras cazaba elefantes en Botsuana, según dicen como invitado de un magnate saudí nacido en Siria. Tambiíén, como cosa extraña durante un viaje privado, estaba acompañado de la reina.
Por encima de todo, la gente quedó lívida ante la insensatez del rey cazando paquidermos mientras el país se tambaleaba en la austeridad rigurosa. Incluso hoy en día, el simple hecho de mencionar un elefante en España alborota a los españoles en contra del rey.
Al Rey y a su familia se les protegió de críticas gracias a un pacto informal con los medios, y sus fuentes de ingreso permanecieron en parte un secreto.
A posteriori, esto fue un error. El repentino contraste entre la imagen y la realidad sólo hizo que la divulgación fuera más vergonzosa. Ahora, gracias al escándalo, hay mayor transparencia en el hogar real, pero seguramente no suficiente. El presupuesto oficial aprobado por el Parlamento se sabe que es alrededor de los ocho millones de euros, pero se dice que esto apenas es una pequeña porción del valor total de la familia.
Hay que reconocerle al rey que pidió disculpas por su desafortunado safari. Pero le faltaba experiencia en pedir disculpas y a su pueblo en perdonar. Simplemente fue incómodo, y se ha vuelto aún más incómodo a medida que el rey busca recuperar el apoyo de sus súbditos multiplicando sus apariciones en público a pesar de una serie de cirugías de las cuales no se ha recuperado plenamente.
En cuanto al futuro, muchos creen que la aparición de la Infanta Cristina en la corte, sea cual sea el resultado, podría ser un momento catártico que permitirá un reinicio. Esto bien podría ocurrir: no es imposible que los españoles cambien de parecer. Pero otros hablan abiertamente de la abdicación de Juan Carlos. Las encuestas tambiíén indican que tal vez el Príncipe Felipe, joven e impoluto, podría restaurar el prestigio que la monarquía ha perdido.
Juan Carlos ha dejado muy claro que ni siquiera considerará renunciar a la corona, pero hasta con esto, la mala suerte parece perseguirlo. La abdicación de la Reina Beatriz de Holanda, seguida poco despuíés por el Rey Alberto II de Bíélgica. Hasta el Papa renunció. Pero Juan Carlos permanece firme: quiere ser el rey que una vez fue.
Ese no es el problema.
í‰l es el rey que una vez fue.
Es su reino el que ya no es el mismo.