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Yo, mi cuerpo, mi espiritu

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Scientia:
Yo, mi cuerpo, mi espiritu - Octávio Caúmo Serrano, Brasil




    El hombre encarnado nos es un cuerpo que tiene un espí­ritu, sino un espí­ritu que ocupa, temporáneamente un cuerpo. Su origen es espiritual y no prioritariamente material, como es costumbre tratarlo.

    Creados por Dios en dí­a que se pierde en la eternidad del tiempo, durante largo perí­odo vivimos solamente como un principio espiritual, buscando los primeros conocimientos.

    Preparados para vivir en el mundo de los hombres, nosotros, espí­ritus, pasamos a utilizarnos de un cuerpo fí­sico, una organización perfecta, que nos permite aprender, enseñar, recibir y servir, en la búsqueda de la evolución.

    Espí­ritus todavia retrasados, vivimos como hombres de las cavernas, en la Tierra o en otros mundos, cuando nuestra prioridad era procrear, comer y sobrevivir. Posteriormente, otros valores se incorporaran a nuestros deseos y hoy, en un mundo de mucho dolor, de tentaciones, deseamos avanzar lo cuanto podamos.

    Es innegable que el Espiritismo nos ofrece rumbos más directos para ese crecimiento, porque más que mostrarnos las implicaciones que nuestras actitudes tienen en la vida presente, alíértanos para las consecuencias de esas actitudes en el mundo espiritual y en las próximas encarnaciones.

    Todas las campañas contra los vicios enfatizan los males que ellos provocan en el cuerpo, lo que no se puede negar. El fumante compromete el pulmón, la garganta, el sistema circulatorio. El que toma, lesiona el hí­gado, lengua, puede tener espasmos cerebrales. Quien practica el sexo sin responsabilidad, puede transformarse en un maní­aco, lo que lo lleva al estupro y las habituales promiscuidades, de todos los tipos. El drogado será siempre un alienado y por no dominar su voluntad tendrá actitudes irresponsables e inexplicables. Todo por la dependencia quí­mica.

    Lo peor de esa dependencia es la comprobación de la incompetencia del individuo para resistir al arratramiento de los vicios. Alguiíén que no pase sin su taza de cafíé despuíés del almuerzo, o no pueda dispensar el postre, es tambiíén un dependente quí­mico. Si los males no tienen la misma intensidade de los causados por las drogas, espiritualmente representan la misma esclavitud.

    Es recomendable que una vez o otra cambiemos nuestras costumbres para mostrar al cuerpo, puíés es el que exige la dosis diaria de quí­micos, que la soberania es del espí­ritu. El es el señor y no el esclavo.

    Por las razones mencionadas, no es lógico que tratemos a nosotros mismos como el nuestro espí­ritu. Da la impresión que somos tres, como la "Santí­sima-Trindad": Yo, mi cuerpo y mi espí­ritu. O sea, yo mando en los dos, en el cuerpo y en el espí­ritu, definiendo lo que es mejor para ambos. Y cuando yo muera, mi cuerpo se deshace y "mi espí­ritu" que trate de resolver sus problemas y enfrente las responsabilidades por los errores que cometió.

    Cuando ese lenguaje sea diferente, yo diríé mi cuerpo, pero jamás mi espí­ritu. Mi espí­ritu será sustituido por "yo". Asi, diríé que el trabajo en favor del prójimo es importante para mi evolución (no para la evolución de mi espí­ritu) y será normal decir que el cuidado con la higiene es fundamental para la salud de mi cuerpo. La conscientización de que el "yo espiritual" seguirá viviendo y hoy el está preparando su futuro frente a la eternidad, dará a cada uno de nosotros una definitiva responsabilidad. Somos nosotros que vamos responder y reencarnar. No "mi espí­ritu".

    Puede parecer dispensable esa advertencia, pero la cultura religiosa de veinte siglos nos ha enseñado todo de manera deturpada. Ni mismo que reencarnarí­amos nos informaron. Sugerieron que aprovechásemos la vida al máximo porque al morir todo se acababa. No habia razón para luchar, mejorar, ser desprendido, ayudar al otro, si al final todos tendriamos la misma suerte. Por esa razón, a partir del lenguaje nace la concientización. Hablaremos de nosotros, no de un hipotíético "nuestro espí­ritu". Nos convenceremos  de que estamos viviendo la preparación de nuetro futuro y no de un ser que se transforma en humos o se pierde como gota en el ocíéano. El futuro será bueno o malo, conforme lo programarmos. Material y espiritualmente.

    Cuando conjugamos el verbo, empezamos por "yo". Cuando hablamos una frase, nos ponemos siempre en la frente. Está ahi un velado egoí­smo, sin que percibamos. Raros son los que dicen "Mi amigo y yo fuimos". Pero es indiferente, diran. Parece indiferente, pero la verdade es que nosotros nos ponemos siempre antes de los otros.

    Vivimos esclavos de las costumbres y ellas determinan lo que somos. A partir de las expresiones de lenguaje, podremos cambiar conceptos y comportamientos.

    En ese dí­a no más diremos "mi espí­ritu precisa evolucionar. Afirmaremos, con seguridad, "yo preciso evolucionar".

(Del periódico "Revista Internacional de Espiritismo", ed. "O Clarim" - número 11, año LXXV, Deciembre/2000)

Scientia:
 En 1857 se  publica"El Libro de los Espí­ritus", donde se presentó por primera vez  la Doctrina Espí­rita. El professor Rivail, mas conocido por "Allan Kardec", el pseudónimo que adotó en sus obras espí­ritas, reunió en este libro los fundamentos de una nueva ciencia, de consecuencias filosoficas y morales. Luego se seguieron los libros "El evangelio según el Espiritismo", "El libro de los mediúns", "Cielo y Infierno", "La Genese" y la compilación "Obras Posthumas", compilación de diversos trabajos, que fue publicada despues de su desencarnación. Entre los años de 1858 hasta 1869, Kardec dirigió tambiíén la "Revue Spirite", importante periódico donde publicó pesquisas, ensaios y informaciones que recibió de los grupos espí­ritas que enpezaban a crearse en varios paises.

    La obra de Allan Kardec quedó conocida como "la Codificación Espí­rita" porque íél há dado la organización lógica a los estudios de los fenomenos mediumnicos y de las mensages que se recebián por ellos en un gran cuantidad de grupos. Ha sido el creador de la metodologia que permitió tratar cientificamente el estudio del mundo espí­ritual y sus comunicaciones con el nuestro. Sin este trabajo la informaciones se perderian en medio a la curiosidad superficial provocada por los fenómenos, que entonces se repetian hasta en las cortes europeas.

    De la Codificación Espí­rita surgió una nueva visión del hombre, de su relación con Dios y con la creación:

    - El hombre es un espí­ritu encarnado, con el objetivo de progresar espiritualmente;
    - El Espí­ritu es eterno, sus comienzos se pierden en la noche de los tiempos y su existencia no tendrá fin;
    - Dios crea los espí­ritus simples y ignorantes; atraves de las reencarnaciones el espí­ritu progresa;
    - Dios es la Causa Primera de todas las cosas, la Inteligencia Suprema;
    - El Universo está ordenado por leyes fisicas y morales, por las cuales Dios actua;
    - Las leyes de Dios son justas y sabias, como las que rigen el progreso del Espí­ritu o la de Causa y Efecto;

    Los grandes problemas de Ser, del Destino y del Dolor, tuvieran una solución no solamente filosofica, mas embasada en la experimentación y análise critica de los hechos. La justicia Divina, aclarada por las vidas sucessivas, dejó de ser un articulo de fe para tornarse una certeza comprobable. Una nueva fe, que no teme la razón, es el resultado de esta nueva concepción del Universo.

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