Por… BEATRIZ DE MAJO C.
"Tradiciones y costumbres" es el nombre que se les da en China a las supersticiones.
No es injusto decir que este país es uno de los que más apego tiene en el mundo a prácticas supersticiosas generalizadas en la población de todos los niveles. Un reciente reporte oficial sobre el apego de los jóvenes a estas actitudes asegura que es tradición entre 85 % de los alumnos de educación media la de hacerse leer la fortuna.
La mejor íépoca del año, a los fines de palpar hasta dónde la superstición ha penetrado los usos populares, es la de los días que rodean la fiesta del Año Nuevo, una ocasión de encuentro imperativo de los ciudadanos con su lugar de origen y con la familia. En esa ocasión supersticiones y cábalas se mantienen codo a codo con otras prácticas de la tradición y del folclor local, porque el chino considera que tales creencias y usos proveen continuidad con el pasado y generan, además, identidad familiar.
No hay familia en China, por ejemplo, que en la proximidad de un nuevo año no organice una profunda y minuciosa limpieza de su casa. Es obligatorio. La creencia más arraigada es que es imprescindible cerrar el ciclo anual sin deudas y con la casa pulcra para atraer la buena suerte. Sin embargo, es mandatorio que tal limpieza no ocurra el último día del calendario lunar ya que ello es susceptible de barrer igualmente con la fortuna que podría traer el nuevo año. La limpieza para el Año Nuevo lunar es todo un ritual que debe practicarse con extremo cuidado. Reza la costumbre que el polvo no debe ser expulsado fuera de la casa. Se debe barrer hacia adentro, no sea que junto con el polvo se expulse igualmente la buena suerte.
Desear prosperidad en el momento del año nuevo es lo adecuado, en lugar de hacer votos por una vida saludable o llena de amor y paz. Lo que se acostumbra, a la hora del abrazo de bienvenida al Año Nuevo, es entonar un clásico cántico, el "gong xi fa cai ", con el cual lo que se augura es que "que consigas montañas de dinero".
Los niños y los familiares en la noche del cambio del año reciben sobres rojos, el color de la suerte, llenos de billetes cuyo importe siempre debe ser par, para que el dinero traiga prosperidad, pero excluyendo siempre al número 4, que se asocia a la muerte. Es que ambas palabras -cuatro y muerte- se pronuncian de manera similar en mandarín. Otra cábala involucra la comida: si en el menú de Año Nuevo figura el pollo, es menester comerlo con patas y cabeza para que la bonanza reine en la familia. Si uno de los platillos contiene pasta en forma de filamentos, ellos deben comerse enteros de manera de asegurarse que la vida no se fragmente en el año que se inicia.
Por último, es imprescindible, en ese día especial, asegurarse que en los alrededores de los sitios de festejos no existan lechuzas, ya que su canto podría ocasionar la muerte de alguno de los presentes.
Los ciudadanos chinos no dejan de consultar el calendario lunar para determinar cuándo es el mejor momento para emprender proyectos de importancia: las fechas para casarse son harto importantes, pero igualmente lo son el día de comenzar una construcción, el día de una mudanza, el día para viajar y hasta el día de acudir al barbero para cortarse el pelo.
En síntesis, el apego chino a tabús y cábalas resulta por lo menos paradójico para una sociedad con una marcada inclinación a la eficiencia y la objetividad. En todo caso, si uno de los lectores se anima a visitar al Dragón de Asia, asegúrese de hacerlo en un día 8. El viaje será todo un íéxito.
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