Empieza el baile. Grecia necesita, según las distintas y muy variadas fuentes que circulan por Bruselas, un tercer rescate de entre 10.000 y 20.000 millones de euros. Y una reestructuración de su deuda —una pesada losa de unos 320.000 millones de euros, casi tres veces el PIB del país— que puede incluir varias modalidades, desde una quita pura y dura a una ampliación de los plazos y una rebaja de los tipos de interíés. El caso es que las cifras son lo de menos: lo importante es que Grecia no puede de ninguna manera salir del pozo sin más ayuda, sin quitarse de encima una parte sustancial de su endeudamiento. Además, los acuerdos entre Atenas y los socios europeos estipulan que las condiciones del rescate se renegociarán cuando Grecia alcance el superávit primario (sin contar el pago de intereses), y ese momento ha llegado.
Con el Gobierno de coalición —el supuestamente conservador Nueva Democracia y el supuestamente socialdemócrata Pasok— en el alambre por la pujanza de la izquierda radical de Syriza, esa negociación ha empezado ya, con la vista puesta en las elecciones locales y europeas de mayo. Y Europa enseña sus primeras cartas: el próximo rescate podría consistir en ampliar hasta los 50 años los plazos de devolución y recortar los intereses en medio punto, según explicaron a Bloomberg dos fuentes comunitarias y confirmó a este diario una tercera fuente europea.
Ese plan podría incorporar un príéstamo adicional por valor de hasta 15.000 millones de euros; Grecia ha obtenido desde 2010 una línea de críédito de 240.000 millones, a cambio de un duro ajuste. Pese a que los socios europeos han suavizado en un par de ocasiones las condiciones de ese salvavidas, el país lleva seis años ininterrumpidos en recesión, el PIB ha caído en ese periodo un 25%, la renta disponible de las familias ha retrocedido una media del 40% y la crisis va ya mucho más allá de la economía: el riesgo es ahora una implosión social y política.
“Lo que podemos hacer es aliviar la deuda, con intereses más bajos o plazos de amortización más holgadosâ€, ha dicho este miíércoles el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. La Comisión se ha expresado en la misma línea, pero ha explicado que ese debate solo bajará al detalle en mayo o junio. Grecia quiere más, y lo quiere pronto: persigue plazos mucho más largos de devolución con amplios periodos de carencia, o incluso una quita en toda regla de los acreedores públicos (básicamente, los socios europeos; los críéditos bilaterales de España, por ejemplo, ascienden a más de 6.000 millones).
Incluso Alemania ya es consciente de que Grecia necesita más. El Ministerio alemán de Finanzas baraja desde hace unos días un borrador que incluye un tercer paquete de ayudas de entre 10.000 y 20.000 millones, con diversas posibilidades para reducir la deuda pública, que incluye una quita para los acreedores. Todo eso volvería a estar vinculado a un estricto plan de reformas y condiciones. Pero Atenas no quiere oír ni en pintura nada parecido: “Imponer nuevas condiciones fiscales sería ilógico y contraproducente en esta etapaâ€, según explicó hace unos días su ministro de Finanzas, Yannis Stournaras.