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Autor Tema: Argentina: La obsesión por controlar el tipo de cambio...  (Leído 121 veces)

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Argentina: La obsesión por controlar el tipo de cambio...
« en: Febrero 10, 2014, 08:38:29 am »
Por...  Alberto Medina Míéndez



Desde hace demasiado tiempo, un conjunto de perversas ideas económicas se han encargado de transmitir la ilusión de que el mercado puede ser adulterado arbitrariamente sin que ello implique efecto alguno.

En el marco de esa ridí­cula fantasí­a, los iluminados de siempre, esos que creen que saben todo y que pueden reemplazar a la sociedad en sus decisiones, tienen una particular obsesión por controlar el tipo de cambio.

Apelan para ello, invariablemente, a su intrincado arsenal tíécnico, bajo la hipótesis de que el empleo de polí­ticas monetarias y fiscales sirve para sustituir las preferencias de los individuos, sin comprender que íéstas son parte de un complejo e inimitable proceso inestable que busca su equilibrio eternamente transitorio e impredecible.

El tipo de cambio es solo un precio más de la economí­a. Es el valor al que se produce el intercambio de mercancí­as, en este caso de dos monedas diferentes y por lo tanto solo responde a los estí­mulos lógicos y racionales.

Ciertos autodenominados economistas, de esos que pululan por doquier en casi todo el planeta, se entusiasman ingenuamente y con facilidad cuando al aplicar determinadas estrategias consiguen fugazmente que el rumbo sea el seleccionado. Pero no interpretan que se trata de un fenómeno que involucra costos, muchos de ellos imperceptibles en el corto plazo, pero que van operando lentamente hasta encontrar el nuevo equilibrio.

Han escrito artí­culos, libros y tesis intentando explicar cómo sus brillantes polí­ticas logran lo que ellos describen como extraordinarios resultados, sin percibir que solo han postergado lo que ineludiblemente ocurrirá si persisten en la implementación de sus píérfidas herramientas.

En Argentina se ha intentado manipular el mercado cambiario en infinidad de ocasiones. Lo han hecho gobiernos constitucionales y tambiíén de los otros. Todos han fracasado sistemáticamente. Más tarde o más temprano, estos esquemas fallan y vuelven al estado natural. Lo cierto es que en el recorrido, en el mientras tanto, el impacto nunca anunciado, hace estragos.

En esta nación, el control de cambios arranca en 1931, pero los intentos de cada gobierno de “tutelar” el valor de las divisas, fueron abundantes. Los más memoriosos recordarán los sistemas de paridad fija como el de la convertibilidad de los 90, esquemas recurrentes como los que con eufemismo denominan flotación administrada para justificar sus desatinos, hasta excíéntricos ensayos como los de la “tablita” de Martinez de Hoz. Se ha probado de todo en este paí­s y absolutamente todo ha sido un fiasco.

Todos esos experimentos parten de una base teórica completamente equivocada. Lo concreto es que en su totalidad fracasan sin atenuantes. Inclusive decepcionan cuando parecen haber triunfado durante la transición.

Muchos se confunden al culpar a los mercados de los efectos que sobrevienen con la normalización, sin registrar que son los eternos autoritarios los que provocan la crisis cuando pretenden artificialmente manejar a su antojo el ríégimen cambiario.

Este gobierno, solo repite la historia utilizando, como los anteriores, los mismos instrumentos de siempre. Sus funcionarios han caí­do en la trampa de creerse dioses y suponer que pueden mantener una situación falsificada en forma indefinida. Como sucede en estos casos, cuanto más tiempo transcurre, más difí­cil es sostener esa circunstancia irreal.

Lo que está desarrollándose hoy es lo tení­a que pasar, lo inexorable, lo inevitable. No se puede jugar con fuego sin quemarse. No es razonable tomar decisiones y esperar que nada acontezca. Es imperioso asumir la responsabilidad de las derivaciones y no es honesto hacerse los distraí­dos.

Son muchos los que no alcanzan a asimilar que la economí­a se rige por leyes naturales, como ocurre con la fí­sica. Ignorarlas es un fracaso asegurado. Es como intentar desconocer la ley de la gravedad. No se trata de acordar con ellas sino de entenderlas y actuar aceptando su existencia.

Los gobiernos se han empecinado en manosear la economí­a y lo hacen con especial íénfasis en la cuestión cambiaria. Algunos funcionarios suponen genuinamente que pueden hacerlo sin pagar costos. Otros, lo saben, pero son corruptos y usan esa difundida e incorrecta visión ciudadana, para concretar negocios y favorecer a los amigos enriqueciíéndolos al operar con información clasificada con discrecionalidad y absoluta inmoralidad.

Estos personajes no quieren lo mejor para la gente, sino que sueñan con controlarlo todo. Creen en la ficción de que pueden hacer lo que sea sin asumir las consecuencias, lo que es un espejismo, alejado de toda realidad.

El mercado siempre busca su propio equilibrio. Lo hace con la anuencia de la norma positiva o sin su aprobación. Solo sabe de leyes naturales y no de los caprichos de los visionarios de turno. No es culpable de eso. Es el esperable resultado de la sumatoria de decisiones individuales y no esa caricatura que la describe como el antojo de una cruel minorí­a.

Los gobiernos y las sociedades del mundo que lo entendieron ya abandonaron esas prácticas, aunque a veces intentan hacer algo al respecto. Otros, como los que conducen los destinos de estos paí­ses, siguen sin comprender que el que juega con fuego… se quema.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...