Por… Emir Sader
Cuando el ciclo económico largo de la segunda pos-guerra empezó a agotarse, el diagnóstico triunfante fue que el crecimiento se había debilitado por excesivas reglamentaciones. En palabras de Ronald Reagan, el Estado, de solución, devino en problema.
Excesiva cantidad de reglamentaciones respecto a la circulación del capital hacia empresas estatales, hacia la contratación de mano de obra, frenaban el ímpetu inversor del capital. Díéjese fluir libremente el capital, suprimiendo todas las normas que lo incomodan y volverán las inversiones, y con ello el crecimiento económico, así todos ganarán, según las propuestas vencedoras del ex-presidente de Estados Unidos de Amíérica.
Y así han triunfado el diagnóstico y las soluciones neoliberales. Todo el arsenal neoliberal puede ser sintetizado en desreglamentaciones: apertura de los mercados nacionales al mercado mundial, privatización de empresas estatales, contratación precaria de mano de obra.
Pero la propuesta neoliberal no hacía caso de una advertencia de Marx, según la cual el capital no está hecho para producir, sino para acumular. Liberado de trabas, los capitales no se concentraron en las inversiones productivas, sino que se trasladaron hacia donde ganan más, con menos impuestos y más liquidez: la especulación financiera. Se ha acumulado mucho más capital, con mucha menor producción.
Hubo un gigantesco proceso de trasferencia de capitales, a escala mundial, del sector productivo al sector financiero. No es que haya empresarios productivos y otros especulativos. Todos los grandes grupos económicos tienen, en su cabeza, una institución financiera, que reparte las inversiones, haciendo que a menudo tengan más ganancias las que provienen de la especulación que de la producción.
La razón de fondo por la cual el ciclo largo actual es recesivo reside precisamente en ese mecanismo de incentivo a la especulación financiera, con altas tasas de interíés, canalizando los capitales hacia la compra y venta de papeles, que no produce bienes, ni empleos.
Es, a la vez, la traba fundamental para que las economías de los países puedan retomar ciclos de expansión. Se puede decir que los problemas comunes que hoy enfrentan países como Argentina, Venezuela, Brasil y otros de Latinoamíérica, así como España, Grecia, Portugal, entre otros de Europa, se deben a esa fuerte tendencia especulativa y recesiva impuesta por los capitales financieros.
Aun creciendo, las economías latinoamericanas sufren las presiones recesivas provenientes del centro del capitalismo. Pero las economías europeas echan gasolina al fuego, al buscar soluciones neoliberales a su crisis neoliberal.
La especulación financiera busca imponer un cerco a gobiernos como los de Argentina y Venezuela, obligándolos a devaluaciones – abiertas o no -, pero incrementando, a la vez, riesgos inflacionarios, que producen desgates en los salarios, como es típico en el cruel círculo vicioso que las economías latinoamericanas han vivido en un pasado reciente.
El gran tema contemporáneo, de la era neoliberal es cómo quebrar la hegemonía del capital financiero en su modalidad especulativa, para transferir recursos masivos hacia las inversiones productivas. Las presiones mediáticas respecto a los riesgos inflacionarios tienen por objetivo no velar por el poder adquisitivo de los salarios, sino lograr que las tasas de interíés se mantengan altas, favoreciendo las ganancias especulativas.
Aun con el inmenso desgaste del neoliberalismo por la profunda y prolongada crisis en el centro del capitalismo, del cual no logra salir, la hegemonía neoliberal sobrevive, sobretodo porque está anclada al rol central del capital especulativo. Sin quebrar esa hegemonía no será posible superar el reino del capital especulativo. Esto supone impulsar vigorosas acciones reguladoras y de inversiones de parte de los Estados, así como acciones coordinadas en los procesos de integración regional, como los existentes en Amíérica del Sur: Mercosur, el Banco del Sur.
Suerte en sus vidas…