Cinco años le ha costado a Miguel Fluxá reconocer las millonarias píérdidas que le ha originado la inversión del 5,3% en ACS. Y no lo ha hecho de forma voluntaria, sino por el toque de atención de su auditor, Ernst & Young. El dueño de Iberostar ha tenido que provisionar 147 millones de euros por las minusvalías latentes de esa aventura financiera, que ha llevado al grupo turístico balear a entrar en píérdidas por primera vez desde 2008.
Fluxá se convirtió en junio de 2007 en el cuarto mayor accionista de ACS, tan sólo por detrás de la familia March, de los Albertos y de Florentino Píérez, el que le animó a hacerse con el 5% del capital. El empresario mallorquín desembolsó 826 millones por esa participación (hoy vale 446), que adquirió con críéditos pese a los 900 millones que había obtenido por la venta a Carlyle de sus turoperadores (Solplán, Iberojet, Viva Tours y Turavia), de la agencia Viajes Iberia, de Iberojet Cruceros y de la aerolínea de vuelos chárter Iberworld.
Pagó 46,82 euros por cada una de las acciones de ACS, que en aquel momento cotizaban cerca de máximos históricos. Pero el hundimiento posterior en bolsa –la constructora cayó hasta los 11 euros a mediados de 2012– se llevó por delante la inversión, que llegó a tener píérdidas latentes de más de 600 millones de euros. Pero, pese al descenso prolongado del valor en bolsa, Fluxá se negó a reconocer los números rojos porque le habrían provocado un agujero de gran consideración.
Año tras año, especialmente a partir de 2010, Fluxá defendía en sus cuentas anuales que “los administradores de la Sociedad, fundamentándose en una valoración interna, han considerado que no existe deterioro de la participación mantenida en ACS†para evitar hacer la dotación. Más aún, aseguraba que “a tal efecto ha determinado el valor recuperable de dicha participación a partir de los flujos de efectivo futuros estimados incluidos en una valoración interna realizada por los administradores de ACS y que arroja un valor por acción de 47,9 eurosâ€.
Evidentemente, la constructora presidida por Florentino Píérez nunca ha llegado a recuperar ese precio. De hecho, hoy cotiza en las cercanías de los 26 euros, un poquito más de la mitad del precio al que compraron los Fluxá. Por esta diferencia, y tras la llamada de atención de Ernst & Young, el empresario balear no ha tenido más remedio que reconocer al menos una parte de las píérdidas. En el informe anual de 2012, el último publicado, Iberostar Apartamentos y Hoteles ha hecho una corrección del valor de la inversión de 147,12 millones, por lo que el nuevo precio de adquisición se ha rebajado hasta los 37,13 euros.
No ha sido el único disgusto que le ha provocado ACS a la familia mallorquina. La sociedad instrumental vendió derechos procedentes de los dividendos pagados por la compañía cuando empezó a utilizar la opción flexible, en papel o en dinero. Los Fluxá se desprendieron de derechos por 23,81 millones, lo que les supuso una píérdida de 16 millones, “la diferencia entre el precio de venta de las acciones canjeadas por los derechos de suscripción preferentes asignados y el valor en libros previo a la venta a precio medio ponderado de dichas accionesâ€.
Más sacrificio
El resultado de estas operaciones ha llevado que Iberostar Apartamentos y Hoteles registrase píérdidas de 146,9 millones de euros, las primeras desde el estallido de la crisis económica en 2008. Pero, pese a este primer reconocimiento de las minusvalías, Ernst & Young considera que los Fluxá se han quedado cortos, ya que aún tienen otros 200 millones de números rojos por aflorar a los precios actuales.
“No hemos obtenido evidencia de auditoría adecuada y suficiente acerca del valor recuperable de dicha inversión a la mencionada fecha, por lo que no podemos concluir sobre la razonabilidad del valor por el que figura registrada en las cuentas anuales adjuntas ni sobre la razonabilidad del deterioro registrado en la cuenta de píérdidas y ganancias del ejercicio 2012â€, expone la firma al hacer una salvedad a las cuentas.
Durante ese año, Iberostar reestructuró la mayor parte de la deuda financiera, con un nuevo calendario de vencimientos que se extienden hasta 2018. Un alargamiento de los plazos que es la continuación del que la familia hizo en 2010, cuando ya se vio obligada a alargar la fecha de pagos de sus casi 700 millones de deudas. En las cuentas de 2012 tan sólo aparecen pasivos a corto y largo plazo por 440,6 millones, ya que la compañía ha calificado como deuda con empresas de grupo 507,9 millones adicionales.