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Autor Tema: El Club Rotario. El hermano menor de la masonerí­a  (Leído 584 veces)

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El Club Rotario. El hermano menor de la masonerí­a
« en: Marzo 25, 2014, 07:54:58 pm »
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El Club Rotario. El hermano menor de la masonerí­a
Por su origen masónico, por sus probadas hostilidades hacia la Iglesia Católica y por su código moral, tan parecido, en casi su totalidad al de la masonerí­a
 
 El Club Rotario. El hermano menor de la masonerí­a
El Club Rotario. El hermano menor de la masonerí­a
El Rotary Club: una secta extranjera

El Rotary Club —asociación de hombres, preferentemente de negocios y profesionales, que se proponen moralizar y mejorar los espí­ritus contribuyendo a la paz universal mediante la práctica de una moral sin dogmas y de un laicismo y naturalismo absolutos— es la masonerí­a internacional esparcida por todo el mundo, como noviciado de la Orden, para probar, ensayar y conquistar adeptos. Sus jefes son elegidos por los masones residentes en la ciudad norteamericana de Evanston, Illinois, cerca de Chicago, sede del organismo central. Al frente de cada club local hay un presidente a quien acompaña el vicepresidente, el secretario, el tesorero y el macero; y en cada distrito de clubes federados existe un gobernador, el cual depende directamente del Club Central, integrado por una Junta Directiva mundial que se renueva anualmente.

Esta Junta Directiva del Rotary International consta de un presidente, tres vicepresidentes, diez directores, un secretario y un tesorero. Uno de los directores, en 1958, fue el cordobíés Tristán E. Guevara, Ministro de Trabajo y Previsión en la Argentina de la Revolución Libertadora (hoy esa tarea la ejerce un General del Ejíército en situación de Retiro). Para elegir a los directores los distritos se agrupan en zonas. Cada club rotario debe tener entre sus socios un representante de cada profesión, negocio o institución reconocida en la comunidad donde actúa. El número mí­nimo de socios es veinte y deben ser todos varones.


Su nombre surgió —según se lee en sus estatutos y reglamentos— de la costumbre de celebrar las reuniones del primer club por rotación en los distintos despachos de los socios fundadores. Dos años despuíés ya no se hací­an en los domicilios de los asociados sino en los hoteles más lujosos, como cuadraba a la categorí­a social de sus integrantes, millonarios industriales, magnates de la Banca y de los consorcios comerciales de profundí­sima penetración internacional. Su lema oficial es: Dar de sí­ antes de pensar en sí­. Se beneficia más quien mejor sirve.

Concomitancias con los hermanitos mayores

El mallete, distintivo del venerable maestro de la logia masónica, es tambiíén el distintivo del presidente del club rotario; y la bandera blanca de los masones es el emblema de los rotarios, que han sustituido en ella el águila de dos cabezas por la rueda dentada.

El gobernador, elegido en la reunión anual de los clubes del distrito, debe ser presentado al Rótary Internacional para su aprobación definitiva.

Al candidato se le exige, como requisito indispensable para ser propuesto para tal cargo, de supervisor general, el haber participado en la Convención Internacional Rotaria; pues estos altos jefes resultan ser, en la práctica, agentes de la Junta Directiva en el Exterior. A la Convención Anual de los delegados rotarios precede siempre la Asamblea Internacional de los gobernadores, donde íéstos reciben normas de gobierno. De la misma manera, cada gobernador reúne, en abril o mayo, a los presidentes y secretarios de todos los clubes de su distrito, además de la conferencia distrital que anualmente realiza con los socios.

Sus deberes son: remitir mensualmente sus mensajes a los clubes de su jurisdicción y vigilarlos directamente bajo la fiscalización de la Junta Internacional; comunicar a la Junta Directiva de los Estados Unidos los resultados de la Asamblea del distrito, y enviar a estas mismas autoridades internacionales de Chicago el informe anual de sus visitas a los clubes de la zona. Cada presidente de club remitirá por separado el informe semestral al Secretario General del Rotary International.

En la sede central se llevan al dí­a los ficheros de todos los clubes del mundo, enriquecidos con los datos actualizados de cada uno de sus miembros.

Fundado el Rotary Club, o Cí­rculo de la Rueda Dentada, el 23 de febrero de 1905 en Chicago por el abogado masón Paul Harris, adquirió carácter internacional en 1912; estableciíéndose en la Argentina el 8 de noviembre de 1919.

La estadí­stica actual totaliza 5200 distritos, 12.000 clubes y 750.000 rotados, de los cuales 6.000 se hallan en nuestro paí­s, donde fun­cionan 380 clubes. [1]

La nueva religión laica de la amistad rotaria

"Nuestro plan —declaró Harris— hace caso omiso de todo credo y glorifica los hechos. Rótary está abierto a protestantes, católicos, judí­os, musulmanes, cristianos, budistas, y ateos. ¿Vamos a ser retrógrados, o debemos ir adelante con el progreso de los tiempos?"

Esto es lo que se propone el rotarismo, a saber: racionalismo en doctrina, naturalismo o laicismo en moral e indiferentismo absoluto en religión.

Su semejanza con la masonerí­a radica cabalmente en el naturalismo racionalista, en el indiferentismo religioso y en la moral universal atea. Se proponen mejorar la humanidad por la amistad y la camaraderí­a, sustituyendo el mandil masónico por el mantel laico de la opí­para mesa. En esta campaña de mejoramiento social no cuenta para nada la religión; “ni siquiera debemos acordarnos de ella”, decí­a el gobernador del distrito 63, Abente Haedo, en mayo de 1936,

El católico, soldado por vocación, deberá dejar sus armas a la puerta del club, si desea permanecer en el Rótary y, obligado al combate espiritual, quedará inerme ante los errores que le serán presentados bajo los velos de la indiferencia.

El rotario William Mayer afirmó en Míéxico que “todos y cada uno de les rotados deben desterrar de sus mentes los prejuicios de religión y de nacionalidad”; y en 1944 el rotario argentino, doctor del Forno, aseguró que “la moral sin dogmas forma la conciencia del Rótary”.

Ya el rotario belga Hermann Doms habí­a expresado en 1927 que “la moral del Rótary no tiene religión. Es estrictamente neutra en el sentido más amplio de la palabra”.

Para un rotario es muy fácil entonces hablar de tolerancia religiosa en su propaganda laicista; pues, si en nada cree, todo para íél resulta una misma cosa.

En 1936 el rotario argentino, Salvador Dí­az Moreno, manifestó que “al Rótary no le interesa la religión ni los dogmas revelados; ni dioses ni tampoco santos. El Rótary vive de la realidad del presente; pero en sus entrañas se gesta una “nueva religión laica” de la amistad. El porvenir dirá si tendrá o no su Olimpo".

Y el rotario brasileño Ferraz Alvim decí­a en el club de San Pablo: “Rótary no tiene moral práctica ni mucho menos teórica”.

En los clubes rotarios se prohí­be a los católicos manifestar su fe religiosa, pero en cambio ella puede recibir allí­ los más rudos ataques.

En el club de la provincia de San Juan en 1937 —para citar algún caso entre tantos— se desconoció la divinidad de Cristo y se le llamó "bohemio"; y en el club de Buenos Aires, el 21 de julio de 1944, se injurió a los santos de la Iglesia Católica, endosándoles el carácter de “epilíépticos” a San Pablo, a San Francisco de Así­s, a Santa Juana de Arco y a Santa Bernardita Soubirous. [2]

Este mismo club de la Capital Federal celebró con gran pompa y entusiasmo, el 11 de julio de 1934, el cincuentenario del laicismo escolar argentino; y tal homenaje se repitió en marzo de 1956 junto con el de la masonerí­a, cuando el gobierno de la Revolución Libertadora anunció la plena vigencia de la ley 1420, que consagró nuevamente entre nosotros el laicismo en la escuela, haciíéndolo extensivo a todo el paí­s.

El 11 de abril de 1944 decí­a Julián J. Lastra en el Rótary Club de Neuquíén: “Sobre la cumbre de la montaña de los siglos hay una hueva cruz, el Rótary, pero cruz sin ví­ctima odiosa. Nuestro código moral rotario sin principios dogmáticos, sino empí­ricos, es como el evangelio de la sagrada escritura. Con nuestra polí­tica de buena vecindad y nuestra palabra de honor, alcanzaremos la paz entre los hombres y la armoní­a entre las naciones". Esta es la misma teorí­a del masón Harris, fundador del Rótary, el cual decí­a —olvidándose de la venida de Jesucristo y la publicación de su Evangelio— que “el firme cimiento sobre el cual se edificará la paz permanente del mundo y que excluye a cualquier otro es el Rótary" [3]. El 28 de junio de 1946 el Rótarv Club de la ciudad de San Nicolás rindió un público homenaje al partido socialista que, “por su conducta definida y recta, se habí­a puesto lealmente al servicio de la patria”. Pero ¿ignoran, acaso, los católicos rotarlos, que tal partido polí­tico ha sido y sigue siendo en nuestro paí­s el tradicional enemigo de la Iglesia Católica?

El 15 de enero de 1958, por primera vez en la historia del Rótary argentino, un Presidente de la Nación (Aramburu), masón Grado 33º, asistió al almuerzo ritual de los miíércoles, servido en el Plaza Hotel de Buenos Aires. El Vicepresidente (Isaac Rojas), masón Grado 33º, lo hizo al mes siguiente, el miíércoles 12 de febrero. En tal ocasión, el contralmirante Isaac Rojas dijo: “(…) Soy un convencido del bien que hace a la humanidad la organización a que ustedes pertenecen”; y el general Pedro Aramburu —al ser declarado miembro honorario del Rótary por su gobernador metropolitano -doctor Guillermo Garbarini Islas, masón activí­simo, mano derecha de Alicia Moreau de Justo en la Junta Consultiva- expresó lo siguiente: “Conozco los altos fines que persigue esta institución y por ello he sentido una gran satisfacción cuando se me ha invitado a concurrir a esta comida de camaraderí­a(…) Ojalá, señores, pudieran multiplicarse en el paí­s instituciones de la naturaleza del Rótary Club, porque de ellas emana una fuerza espiritual tan extraordinaria que, en realidad, son el puntal, la garantí­a más segura para la democracia y la libertad”.

El 8 de abril de 1959 el Presidente Provisional, Pedro Aramburu, es despedido, en reunión secreta, por el Rótary Club de Ramos Mejí­a, antes de emprender viaje a Europa. Presidí­a la mesa, como invitado de honor, el señor Ian Drydale, Gran Maestre de la masonerí­a argentina y agente confidencial de Su Majestad Británica. El homenajeado se hallaba a su derecha revestido -según algunos, cronistas- con su mandil reglamentario, co­rrespondiente al grado 33. [4]

En 1926 los rotados enviaron al verdugo de la Iglesia Católica en Míéxico, Plutarco Calles, un telegrama en el cual, despuíés de felicitarlo, le decí­an: “Estamos resueltos a cooperar con vuestro gobierno mientras podamos”. Al hablar de la cuestión religiosa mexicana declaraba el masón neoyorquino Roberto A. Grennfield: “La masonerí­a se vale de la YMCA (protestante) y del Rótary para combatir al catolicismo”.


Los rotarios son masones disfrazados

Es un hecho que los rotarios florecen donde más abundan los masones, a tal punto que aquellos, generalmente, no son otra cosa que masones disfrazados.

Masón fue su fundador y sus principales colaboradores y masones son los actuales dirigentes internacionales. En Londres existe una logia masónica -la Rótary Lodge- reservada exclusivamente para rotarios masones y cuyo Gran Maestre es el Prí­ncipe Consorte, Felipe de Edimburgo.

El Boletí­n de enero de 1928 del Gran Oriente Español decí­a que “los masones podí­an considerarse como los hermanos mayores de los rotarios, ya que entre una y otra institución hay grandes puntos de contacto”.

“En los clubes rotarios —afirma la revista masónica “Alpina”— tienen su puesto muchos masones; y esto es fácilmente comprensible —añade- dados los principios porque se rige el rotarismo".

No es, por lo tanto, una novedad que en la revista masónica “El Nivel”, editada en Buenos Aires, se informara al público masónico, en su entrega de febrero-marzo de 1944, sobre “los eficientes trabajos realizados por el Gran Maestre de la Gran Logia Argentina en conexión con el Rótary Club".

El masón Píérez Torreblanca decí­a en la Asamblea de la Masonerí­a Simbólica de España en 1929: “Por sus orí­genes los clubes rotarios cumplen una función internacional muy parecida a la masónica, aunque la limitación de sus fines los coloque en la situación de hermanos menores de nuestra Orden. La masonerí­a debe colaborar en este movimiento para que no se desnaturalicen sus fines primordiales”. Y luego, a raí­z de las censuras eclesiásticas recaí­das sobre los socios de la “rueda dentada”, añadí­a: “El movimiento rotario, condenado por la Iglesia y perseguido por los obispos, merece una simpática consideración, e incluso el apoyo de integrarlo allí­ donde las posibilidades masónicas lo permitan”. [5]

El Club de Leones: centro de captación de los rotarios

Entre los diversos centros que deben su iniciación al Rótary, debemos nombrar, por su gran importancia, al Club de Leones. Esta institución, llamada tambiíén Lions International, cuya casa matriz se halla en Chicago (de donde salieron los Chicago Boys de Martí­nez de Hoz), nació en la ciudad estadounidense de Dallas, Texas, en 1917, como hermano menor del Rótary. Según se cree, es una organización internacional de origen masónico que responde a los intereses petroleros de los Estados Unidos (de allí­ su conexión con Joe y su banda de forajidos). El leonismo ha fundado ya 21.000 clubes en el mundo y cuenta con 1.500.000 asociados, llamados “leones”. La sigla LEONES puede significar, según los intíérpretes del leonismo: Lealtad, Entendimiento, Orden, Nobleza de Ideales, Esfuerzo por el progreso y Servicio al individuo. Desde luego, todo ello, para la destrucción de las patrias.

La primera convención de clubes de leones del distrito correspondiente a la Argentina se reunió luego en el teatro El Cí­rculo de la ciudad de Rosario, el 23 de mayo de 1957 (pleno reinado de la Revolución Libertadora), presidida por su delegado internacional, el doctor Humberto Valenzuela Garcí­a (que ya habí­a estado en Argentina en noviembre de 1954); y al establecerse en Buenos Aires la filial nacional de la institución, resultó elegido como presidente el masón Josíé Fernández Moreno. [6]

Rotarismo y catolicismo

En 1928 condenaron al Rótary, en sendas cartas pastorales, los obispos españoles de Palencia, Almerí­a, Tuy, León y Orense; y luego el episcopado español en pleno el 1º de febrero de 1929.

El primado de Toledo, monseñor Segura y Sáenz, escribí­a en su pastoral del 23 de enero de 1929: “El Rótary hace profesión de un laicismo absoluto y de una indiferencia religiosa universal, intentando moralizar a los individuos y a las sociedades con total prescindencia de nuestra santa Madre la Iglesia Católica. Mientras predican una moral sin religión para llegar a la paz universal, ocultan -bajo un aspecto comercial, recreativo, filantrópico, pedagógico, neutral, pero siempre laico- la negación de la moral verdadera y de la verdadera religión, que tratan de sustituir con una religión que no es la de Jesucristo".

El obispo de Palencia decí­a: “La institución rotariana, como tal, hace profesión de laicismo absoluto, de indiferencia religiosa universal, e intenta moralizar a los individuos y sociedades por medio de una doctrina radicalmente naturalista, racionalista y aún atea. Sepan, por tanto, nuestros amados fieles que, dentro de los titulados clubes rotarios, no pueden entrar los buenos católicos".

Y el obispo de Orense señalaba que “tales clubes rotarios no son otra cosa que nuevos organismos satánicos de igual procedencia y espí­ritu que el masonismo; bien que procuren disfrazarse y aparecer con el marchamo de humanitarismo puro y hasta de caridad cristiana y de fraternidad universal (…). Según todas las señales y testimonios y documentos fidedignos; y aún a juicio y probanza de insignes y merití­simos católicos y prelados de la Iglesia, la organización rotaria resulta sospechosa y debe estimarse vitanda, execrable y maldita".

El cardenal Andrieu, arzobispo de Burdeos, lo condenó en 1929; y, al mencionar estos documentos de los episcopados francíés y español, la Revista Eclesiástica de Buenos Aires, en 1929 y 1945, recordaba a los católicos la resolución Nº 87 del Episcopado Argentino que ordena lo siguiente: “Deben nuestros fieles andar muy cautos en dar su nombre y apoyo a asociaciones de carácter internacional con principios doctrinarios opuestos a las enseñanzas de la Iglesia y con gobierno sustraí­do a toda dirección e influencia de la misma". Y más adelante comentaba que "entre esas asociaciones se puede incluir con justicia al Rótary Club"; por lo que sólo con permiso del obispo, y comprometiíéndose a seguir fielmente sus instrucciones, un católico podrá pertenecer por excepción al Rótary.[7]

Porque “el Rótary —escribió el jesuí­ta Josíé M. Bower en la revista "Estudios" de Buenos Aires en su entrega de octubre de 1928— no es compatible con el catolicismo. Con su moral racionalista, naturalista y laica se alza como rival de la moral evangíélica, y entre la moral del Rótary y la moral de Cristo la opción no puede ser dudosa para un católico. Mutilar la verdad divina es un sacrilegio, disimularla es una cobardí­a y sustituirla por otra es una apostasí­a”.

Todo sistema íético que no se base en los principios cristianos es inadmisible para un católico, y “las tentativas de acuerdo en este terreno —nos advierte Pí­o XI en su encí­clica Mortálium ánimos del 6 de enero de 1928— no pueden, en ninguna manera, obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, igualmente buenas. Cuantos sustentan esa opinión poco a poco vienen a parar en el naturalismo y ateí­smo”. [8]

El Boletí­n Eclesiástico de la arquidiócesis de Santa Fe del 15 de marzo de 1933 se hace eco de estos conceptos al transcribir un artí­culo de L´Osservatore Romano, órgano oficioso de la Santa Sede, subrayando el “carácter antirreligioso y anticatólico del rotarismo”. [9]

A las condenas de los obispos españoles y franceses siguieron las del episcopado holandíés en su Conferencia de Utrecht de 1930, del episcopado peruano en 1938 y de monseñor Reyes, de Nicaragua, en 1941, los cuales en general dicen: “El Rótary sostiene una doctrina radicalmente naturalista y atea, totalmente indiferente en cuanto a la religión y al culto. Tales clubes son satánicos, de igual espí­ritu y procedencia que el masonismo (…) Y predican una moral sin religión (…) Por lo que declaramos categóricamente que a ningún católico le está permitido afiliarse al Rótary, y que al pertenecer a íél ponen en peligro su salvación eterna”.

La Santa Sede -respondiendo a la consulta de los obispos- lo prohibió terminantemente para todos los clíérigos en su “non íéxpedit” (no conviene) del 4 de febrero de 1929, y luego Pí­o XII repitió tal prohibición el 11 de enero de 1951, añadiendo para los fieles en general una exhortación, en la cual les aconseja que se cuiden de pertenecer a sociedades condenadas por la Iglesia o simplemente sospechosas, a tenor del canon 684 del Código de derecho canónico.

La Santa Sede, aclarando la frase curial “non íéxpedit”, indicó que “prohibitiónem importat”, o sea, constituye una prohibición [10] Y L´Osservatore Romano, diario oficioso del Vaticano, daba tres razones principales de tal prohibición, a saber: “Por su origen masónico, por sus probadas hostilidades hacia la Iglesia Católica y por su código moral, tan parecido, en casi su totalidad al de la masonerí­a”.

Los rotarios argentinos, al conocer tal decisión de la Santa Sede, hablaron de las “injustas apreciaciones del Vaticano”, de “reviviscencias de la intolerancia medieval”, de que “la Iglesia ha cometido un error muy serio”; y que tal actitud manifiesta en Ella “una autoridad espiritual llena de soberbia”. Con tales apreciaciones sobre el supremo magisterio del Vicario de Cristo en la tierra ¿cómo puede llamarse católico un rotario?

En setiembre de 1945 la revista eclesiástica de Buenos Aires se expresaba así­: “El Ordinario no puede permitir que los sacerdotes se afilien o den su nombre a los Rótary clubes, ni tampoco que asistan a las reuniones que aquíéllos verifiquen”. [11]

Leemos en L´Osservatore Romano de 1933: “Los rotarios, al pretender ser la autíéntica organización práctica de la íética y los maestros y ejecutores de la ley moral que ellos señalan, argumentan en forma parecida a los doctrinarios de la masonerí­a. Por esto la concepción rotariana, así­ como la masónica, no pueden conciliarse con la doctrina católica”.

El rotarismo, prescindiendo de veinte siglos de vida cristiana, ha dado un salto gigantesco hacia atrás y se ha colocado en plena filosofí­a pagana y naturalista. Sus rasgos propios e imborrables son: un naturalismo radiccal, un absoluto indiferentismo religioso y un ateí­smo práctico completo.

El cíélebre pensador inglíés Chesterton lo define como “una organización sin alma, desprovista de toda dignidad espiritual. El compañerismo rotariano —dice— no tiene nada de cristiano y su teorí­a de la propia suficiencia es la más negra de las modernas herejí­as”. Y concluye así­ el erudito escritor: “El hombre no se basta a sí­ mismo, debe apoyarse en Dios; y el rotarismo prescinde de toda idea divina en las relaciones humanas. La hermandad de los hombres necesita de la paternidad de Dios. Cuando se suprime o evita la creencia en lo sobrenatural (como hace el Rótary) todo queda reducido a una mezquina colección de presuntuosos.


REFERENCIAS
[5] TONELLI, Armando, La verdad sobre el Rotary Club, ibí­dem. ·
[6] Diario La Nación del 31 de mayo de 1957. [7] Revista Eclesiástica de Bs. As., pág. 554 del año 1929 y 532 del año 1945. 47 Calece.
[8] Colección Completa de Encí­clicas Pontificias, Tomo I, pp. 1114 a 1120 (Encí­clica Mortalium ánimos de Pí­o XI del 6 de enero de 1928).
[9] Boletí­n Eclesiástico de la Arquidiócesis de Santa Fe, pág. 153, del 15 de marzo de 1933. [10] Acta Apostolicae Sedis, volumen 21, Nro. 42.
[11] Revista Eclesiástica de Bs. As., pág. 532, año 1945. Publicación del Rotary Club de Bs. As. (folleto), año 1951.
[12] TONELLI, Armando, op. cit..