Por... María Zuil
El destino del antiguo aeropuerto de Tempelhof está en manos de los berlineses, que el 25 de mayo deberán decidir en referíéndum si apoyan los planes de urbanización parcial del Gobierno de la capital o apuestan por mantener intacto este inmenso parque público repleto de historia.
El mismo día en que el resto de los ciudadanos de la UE deciden la composición de la Eurocámara, Ucrania trata de celebrar unos comicios ordenados y en Colombia se va a la primera ronda de las presidenciales, en Berlín se da opción a votar, además, por el futuro del espacio que ocupó su más histórico aeropuerto.
Es uno de los monumentos emblemáticos de la capital y uno de los espacios más concurridos en los días de sol por los berlineses que aprovechan las antiguas pistas de aterrizaje para patinar, ir en bici o pasar un rato entre amigos en sus cerca de 305 hectáreas.
Sin embargo, los socialdemócratas del SPD y los conservadores de la CDU, coaligados en el Gobierno de la ciudad-estado, quieren destinar una tercera parte de este espacio a la construcción de más de mil viviendas sociales, una biblioteca y un complejo deportivo.
Una propuesta que desde hace meses intenta paralizar la iniciativa "100% Tempelhof", que logró ya un primer íéxito al reunir las más de 185.000 firmas necesarias para convocar oficialmente la consulta.
"Lo que queremos con esta campaña es que esta gran superficie única, que es pública y pertenece a los berlineses, se mantenga así y que el Senado no lo venda a inversores privados", explica a Efe la activista Margerite Heitmí¼ller en una de las asamblea que se celebran semanalmente para hacer balance de sus actividades.
Para conseguir que su propuesta salga adelante, necesitan el apoyo de un cuarto de los berlineses con derecho a voto (640.000 sufragios), una cifra que consideran muy elevada, aunque se muestran optimistas ante las opiniones que encuentran cada fin de semana en los más de veinte puestos que tienen distribuidos por toda la ciudad.
En el otro lado se encuentran los defensores de construir en parte del terreno, desde lobbys inmobiliarios a organizaciones beníéficas como Cruz Roja, la Federación de Sindicatos Alemanes (DGB) o la Federación de deportes, que reiteran la necesidad de viviendas sociales y alegan que el entorno será preservado y que el terreno seguirá siendo público.
"Es crucial para la ciudad la construcción de viviendas asequibles debido a la escasez y al rápido aumento de los alquileres que están sufriendo los berlineses", asegura Christian HoíŸbach, vicepresidente de la DGB de Berlín en el material de campaña.
Pero desde la base de "100% Tempelhof" alertan de la "mentira" detrás de esta afirmación y aseguran que lo que se busca en realidad es "construir más viviendas de lujo".
Berlín, recuerda Heitmí¼ller, cuenta con más de mil hectáreas vacías, herencia de la Segunda Guerra Mundial y de la división posterior de la ciudad, que disponen ya de las infraestructuras básicas para su urbanización.
"En Tempelhof hay que construir todo eso y es muy caro ¡Y hay que construir donde es barato, no donde es caro!", añade.
El aeropuerto de la discordia arrastra un azaroso pasado, desde la primera exhibición aíérea de la historia, que acogió en 1909, hasta su utilización como campo de concentración por las SS nazis y su papel fundamental como única vía de acceso de los aliados a Berlín oeste tras el bloqueo soviíético en 1948.
Dejó de ser rentable a partir de la reunificación alemana debido a su escaso espacio y la contaminación tanto acústica como ambiental que generaba, situado junto al populoso barrio de Kreuzberg, por lo que se vio abocado al cierre el 31 de octubre de 2008.
Un pasado histórico que no es un problema para los que abogan por la construcción: "Con un cuidadoso desarrollo podemos hacer una transición sostenible y polivalente de los barrios vecinos hacia este espacio abierto", asegura Axel Wunschel, director ejecutivo de la Asociación de Empresas Constructoras de Berlín.