La guerra entre Pemex y Repsol toca a su fin. El Gobierno español plantó cara a la petrolera mexicana el pasado mayo y se negó a forzar a la española a ceder la gestión de su división de exploración y producción. Así, el ministro de Asuntos Exteriores, Josíé Manuel García Margallo, hizo llegar un mensaje claro y directo al canciller mexicano el pasado 23 de mayo: no estaban dispuestos a intervenir en la gestión de una compañía privada.
Margallo había viajado a Míéxico para preparar la visita que esta próxima semana realizará el presidente mexicano a España y Francia y aprovechó para zanjar esta discusión.
A lo largo del mes, no obstante, se habían producido varias conversaciones en las que participó el secretario de Estado para Latinoamíérica, Jesús Gracia, tal y como reconoció íél mismo en declaraciones a RNE, en las que la compañía mexicana amenazó con vender sus acciones en Repsol si no conseguía su objetivo, pero el frenazo definitivo del Gobierno español -al máximo nivel- provocó que el pasado martes por la tarde, un consejo extraordinario de Pemex aprobara la venta de las acciones de Repsol.
Previamente no había ninguna decisión tomada al respecto por parte de Pemex, ni siquiera en el consejo del 14 de mayo, y lo único que existía era la fecha límite para tomar una decisión antes de octubre, cuando vencían los derivados.
Asalto tras asalto
Pemex ha ido perdiendo asalto tras asalto con Repsol. En un primer momento, a finales de marzo, la junta general de accionistas de la española reforzó su blindaje para evitar que se troceara y posteriormente, en una segunda jugada maestra, el presidente de Repsol, Antonio
Brufau, les dejó fuera de juego al aceptar sus reclamaciones de poner un consejero delegado en la petrolera -cuando menos se lo esperaban- y al reducir su retribución a la mitad.
Brufau siguió su propia hoja de ruta y rompió la cintura a Pemex, aprovechando la decisión de su consejero, Arturo Henríquez, de no acudir a una reunión previa al consejo de abril para desplazarse a Alemania con destacados empresarios españoles a ver la semifinal de la Copa de Europa, entre el Bayern de Munich y el Real Madrid.
En aquella reunión, los representantes de La Caixa, Sacyr y Temasek, además del presidente de la comisión de Nombramientos y retribuciones, Artur Carulla, dieron el visto bueno a la elección de Josu Jon Imaz, de entre una terna en la que tambiíén estaban Luis Cabra y Nemesio Fernández Cuesta.
La decisión, no obstante, llevaba varios meses sobre la mesa, pero la última palabra para llevarla al consejo estaba en manos de Brufau, tal y como habían acordado el núcleo duro de la compañía, que supo elegir el momento adecuado.
Con este escenario resuelto, la posición del Gobierno español se facilitaba, ya que únicamente tenían que limitarse a frenar cualquier intento de politización del choque entre petroleras. De hecho, ambos gobiernos acordaron profundizar en la cooperación bilateral en materia de seguridad energíética, hidrocarburos y energías renovables.
Dificultades para Pemex
Poco a poco, el escenario se complicaba para Pemex por la creciente oposición interna en Míéxico a la reforma energíética del presidente Peña Nieto y las dificultades para explicar que los efectivos de la compañía paraestatal se invirtieran fuera del país, en un momento en el que la petrolera -que supone cerca del 70% del presupuesto mexicano- afrontaba unas severas píérdidas.
Repsol se había ofrecido a negociar un acuerdo en varias ocasiones e incluso los comitíés de dirección de la petrolera llegaron a estudiar la posibilidad de invertir en Míéxico en el próximo plan estratíégico, que Josu Jon Imaz diseñará para 2019, pero no hubo acuerdo. Con esta situación, tanto el Ejecutivo español como el mexicano querían que la próxima visita de Estado del presidente mexicano a España fuera un íéxito y como las pretensiones de Pemex resultaban inaceptables decidió abordarse la salida ordenada del capital y lanzó sus primeras amenazas de politizar el asunto.
El órdago no les salió bien, porque detrás de la amenaza apenas había nada. Peña Nieto visitará esta próxima semana España y ambos gobiernos convertirán en un íéxito el viaje, ya que permitirá renovar el acuerdo actual de asociación estratíégica y firmar otra veintena de acuerdos y declaraciones conjuntas, al tiempo que se compartirán funcionarios en organismos oficiales.
Varias empresas españolas además esperan firmar importantes contratos, aprovechando la visita del mandatario mexicano, e incluso que Pemex encargue más barcos a los astilleros gallegos.