Por... Xavier Sala-i-Martín
Leo esta noticia en La Vanguardia donde se explica que el Plan PIVE (Programa Incentivo al Vehículo Eficiente) es una ganga para el estado: el estado subvenciona la adquisición de vehículos nuevos (que sean energíéticamente eficientes) a cambio de que el propietario se comprometa a desguazar sus vehículos antiguos contaminantes.
Según los datos que aporta la Federación de Asociaciones de Concesionarios consultada por La Vanguardia, un total de 282.400 vehículos se acogieron al programa de ayudas de este ejercicio. Y según la patronal, la “demanda agregada†(es decir, los vehículos que no se hubieran vendido si no fuera por la existencia del programa PIVE) fue de 77.572.
Como, siempre según la noticia, con la venta de cada coche el estado ingresa unos 3.580,80 euros vía impuestos, el año pasado el estado ingresó 1.064,69 millones de euros gracias al plan PIVE. Dado que el costo del plan fue de 282,4 millones, el plan acabó siendo una ganga para el ministerio ya que obtuvo un saldo positivo de 782,29 millones.
Esta noticia es un ejemplo de cómo NO debe pensar un economista. Primero, si 282.400 vehículos se acogen al programa PERO la “demanda adicional gracias a PIVE†es de 77.572, eso quiere decir que hubo 204.828 vehículos que se hubieran vendido igualmente, pero que cobran del subsidio. Dado que el subsidio es 1.000 euros por automóvil, eso quiere decir que, de entrada, el estado tiró 204,828 millones de euros a la basura (o mejor dicho, el estado nos quitó 204 millones de euros a los contribuyentes para regalárselos a los vendedores de coches).
Segundo, incluso suponiendo que el estado subvenciona la compra de coches por valor de 282 millones y las ventas asociadas generaran unos impuestos de 1.064 millones NO SERíA VERDAD que el saldo positivo para el estado sería de 782 millones. La razón es que la gente que acaba comprando el coche gracias al subsidio hubieran gastado el dinero en otro tipo de productos y, como el estado tambiíén pone impuestos en esos productos, el estado lo habría recaudado por otra parte. La recaudación que obtiene el estado gracias a la venta de autos la hubiera obtenido a travíés de la venta de cafeteras, ropa o bocadillos en los bares.
Este es un ejemplo de la paradoja de los cristales rotos propuesta por Fredíéric Bastiat en 1839, publicada en su libro “Lo que se ve y lo que no se veâ€.
Estaría bien que los ministros, los periodistas económicos y los analistas de programas PIVE, Renove o Prever aprendan de una vez que subsidiar la destrucción de automóviles viejos para que la gente compre de nuevos, puede ser justificado con razonamientos de política (el lobby del automóvil, como el de la banca, tiene mucho poder), pero no con razonamientos económicos.
Nos vemos en el Foro de Bolsa!