La filosofía, más que en formular respuestas consiste en hacerse las preguntas adecuadas: ¿a quíé mundo nos enfrentamos tras el plan Bush de liquidación del capitalismo? Porque exactamente ese es el crimen asociado al 19-S: el abandono de la fe en el libre mercado y su sustitución por el fascismo económico, por los salvadores que confunden, interesadamente, el interíés concreto e inmediato de unos cuantos con la salud del conjunto de la economía. En un momento de crisis es cuando se ve si un dirigente tiene o no principios. Bush es un dirigente sin apenas lecturas o interíés en el pensamiento liberal-conservador; es un iluminado que se deja guiar por una oscura camarilla que es aún menos liberal que íél y que ha confiado más en un plan improvisado que en la sociedad libre.
El plan no sólo no resolverá la crisis, sino que la agravará. Hay que recordar que una cosa es la crisis de 1929, que no es muy diferente de la de 1921 aunque sí más profunda, y otra la Gran Depresión, que no fue provocada por la crisis sino por las políticas intervencionistas de Hoover y Roosevelt.
Si la Administración sale de compras con los bolsillos llenos a la búsqueda de títulos ilíquidos, de mala calidad (principalmente hipotecas), lo normal es que encuentre un montón de malos títulos que adquirir. Pero como todos los bancos sabrán que no importa cuánto se arriesguen en sus críéditos, el Gobierno Federal saldrá a su rescate cuando las cosas vayan mal, el mal comportamiento se premia y el bueno se castiga. Además, las crisis económicas son el comienzo de la recuperación, porque son el doloroso reajuste de la economía. Si se impide que las malas inversiones se liquiden, ocurrirá lo que en Japón, que habrá un prolongadísimo y doloroso letargo económico.
Si el Gobierno compra esos títulos por su valor de mercado, no habrá ayudado a los bancos a salir de la situación. Puesto que está dispuesto a salvarlos, el plan consiste en una subvención masiva a los bancos menos prudentes. Puesto que no se seguirá el veredicto del mercado, sino lo que decidan Bush y su banda, hay un margen brutal para la corrupción. Y un inmenso poder, el de salvar o hundir un banco, se concentra en unas pocas manos.
Unos Estados Unidos estancados durante años y en plena deriva intervencionista es un enorme peligro para el mundo ahora que sobre los cascotes del muro, desde los pozos de petróleo, poderoso y díébil a la vez, crece un nuevo eje antiliberal. Pero todo ello es un legado consistente con la política de George W. Bush.
Josíé Carlos Rodríguez