Por... ílvaro Montero
Ante una crisis geopolítica que pueda agravarse, los inversionistas saben que el valor del oro no es tan fácil de que disminuya, a diferencia de una acción u otro metal precioso; además, debido a su escasez, su precio sube con la demanda.
En momentos de tensiones geopolíticas que crean volatilidad en los mercados, los inversionistas buscan respaldar sus inversiones para que no pierdan valor en medio de la turbulencia.
El oro siempre ha sido un instrumento de refugio, ya que despierta el interíés por ser escaso, difícil de encontrar, ser un metal de gran maleabilidad y conductividad, y por reflejar riqueza.
Los inversionistas saben que es más factible que una acción, un bono o una divisa pierdan valor dentro de una crisis que el oro o alguno de los metales preciosos.
Además, el oro es escaso y la simple acción de la demanda implica que el precio suba y entre más fuerte es el requerimiento, el precio es empujado hacia arriba.
Tan es así que en 2009, en medio de la crisis mundial, los bancos centrales comenzaron a amasar el metal para respaldar sus economías, lo que lo hizo subir súbitamente alrededor del 400 por ciento en las reservas mundiales, y a la postre llevó al oro a registrar su máximo precio al cotizar por arriba de los mil 900 dólares la onza en 2012.
Posteriormente, el precio se redujo porque los bancos centrales se fueron deshaciendo de excedentes, lo que lo llevó a perder su brillo y caer así a los mil 200 dólares.
En la actualidad, la onza se cotiza en alrededor de los mil 300 dólares, precio que ha sido influido por eventos registrados en los últimos 4 meses, entre los que destacan los problemas geopolíticos, como el de Rusia-Ucrania, además de las huelgas que impiden la producción.
Lo anterior ha hecho que se vuelva más atractivo, ya que por sí solo el oro tiene un valor intrínseco.