Por... Isabel Fueyo
El último escándalo sobre el uso de aceites contaminados en alimentos vuelve a destapar el fallo de los controles higiíénicos en la región, esta vez en Taiwán, foco del origen, y en Hong Kong, hasta ahora ejemplo de la comida segura en China.
A finales de la pasada semana la policía de Taiwán entraba por sorpresa en una empresa del país que estaba vendiendo aceite para uso industrial para el consumo de productos alimenticios.
Alrededor de medio millar de restaurantes, compañías y manufactureras taiwanesas, hasta el momento, habrían empleado este aceite reciclado, hecho con residuos de cocina, subproductos de plantas de procesamiento de cuero y despojos de mataderos, en más de 1.300 alimentos.
Las investigaciones señalan que seis empresas importadoras de Hong Kong habían comprado dicho aceite, empleado por la mayor cadena de bollería y dulces de la ciudad, Maxims, con 840 establecimientos distribuidos entre Hong Kong, China y Vietnam.
Además 7-Eleven y Starbucks tambiíén se veían salpicados en este nuevo escándalo por poner en sus estanterías bollería elaborada con el aceite adulterado en algunos de sus establecimientos de Hong Kong.
Días despuíés se dio a conocer que Hong Kong no sólo se había visto implicada como víctima sino tambiíén como "verdugo" al haberse descubierto que una compañía de la ciudad producía y exportaba manteca de cerdo no comestible al proveedor de Taiwán, para elaborar el aceite contaminado.
Hasta el momento, más de 1.300 productos alimenticios habrían sido producidos con este aceite, y algunos de ellos habrían sido vendidos a otros países, como EE. UU., Nueva Zelanda, Francia o Brasil, según publicó el diario "South China Morning Post" de Hong Kong.
Tras extenderse cada vez más el escándalo, llegaron las detenciones, y este fin de semana la policía apresó al director de la firma en el centro de la políémica, Yeh Wen-hsiang, acusado de fraude.
El uso de aceites adulterados no es una novedad en la región, principalmente en China continental, donde el asunto de la seguridad alimenticia ha estado siempre en el candelero tras los sonados escándalos como el de la leche infantil adulterada o el último grave problema de la venta de carne podrida, que salpicó a grandes multinacionales y llegó hasta Japón.
En el caso de Taiwán, donde el primer ministro tuvo que pedir disculpas públicamente el pasado viernes a la vez que consideraba "vital" la mejora de sus sistemas sobre el control de los alimentos, el país se ha visto inmerso en otros escándalos sobre este asunto en los dos últimos años.
Uno de ellos relacionado con el uso de almidón tóxico y otro generado tambiíén por el empleo de aceite de soja de cocina contaminado.
En la isla de Hong Kong, hasta ahora el ejemplo de seguridad al que acuden miles de ciudadanos de la parte continental diariamente a comprar productos de alimentación o consumo diario, el caso de los aceites tóxicos es el segundo escándalo en seguridad alimenticia que ha afectado directamente a la ciudad este verano.
En julio, McDonalds suspendió la venta de parte de sus productos en la isla al admitir públicamente que se habían elaborado con carne caducada, despuíés de que se destapara el escándalo en Shanghái.
El caso se hizo público despuíés de que una grabación mostrara cómo una empresa de manufacturación alimenticia en la metrópolis financiera china procesaba carne caducada y en mal estado cambiándoles la fecha de vencimiento para su distribución a grandes cadenas de comida rápida, como por ejemplo McDonalds, Starbucks o Burguer King, en China, Hong Kong y Japón.
Desde entonces, las firmas ha experimentado una caída de sus ventas en el continente asiático, donde los consumidores parecen mostrar un mayor rechazo hacia estas prácticas descubiertas que las redes sociales se encargan de difundir velozmente.
"Es llamativo que varias de las empresas implicadas sean extranjeras y muy conocidas y de algún modo exóticas para el mercado asiático, porque parece que siempre llevan asociado un sello extra de calidad, lo que demuestra que no deberíamos fiarnos de nadie", consideró a Efe Janice Chang, nutricionista noruega que reside en la antigua colonia británica.
Hong Kong cuenta con unos estándares legales en cuestión de alimentación e higiene equiparables a los de cualquier nación desarrollada, si bien el reto es que todos los miembros de la cadena de producción de alimentos los respeten.
Este desafío es en China aún más grande si se tiene en cuenta que el consumo de productos como la carne está en constante crecimiento, a la par que el poder adquisitivo de sus ciudadanos y de que los recursos pueden empezar a escasear.