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Autor Tema: La ciudad portuguesa de Sao Joao da Madeira quiere calzar a los chinos...  (Leído 196 veces)

OCIN

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AFP



 
El profesor Wang escribe unos ideogramas chinos en un tablón blanco. Los alumnos leen en voz alta: "wo shi pu tao ya ren". Acaban de decir en la lengua de Confucio, "soy portuguíés".

Es un lunes como otro cualquiera en Sao Joao da Madeira. En esta ciudad industrial del norte de Portugal, conocida por sus fábricas de calzado, los cursos de mandarí­n son obligatorios desde 2013 para los alumnos de ocho y nueve años y a partir de íéste, tambiíén para los de diez.

"El chino es la llave que les abrirá las puertas del mayor mercado del mundo", asegura Dilma Nantes, consejera municipal de Educación. La ciudad, que cuenta con unos 20.000 habitantes, propuso este proyecto al gobierno, que no dudó en transformar Sao Joao da Madeira en municipio piloto.

En el punto de mira está el mercado del paí­s más poblado del mundo, donde las empresas de la ciudad, y en particular sus emblemáticas fábricas de calzado, ya han puesto un pie.

Las exportaciones de calzado de marcas portuguesas a China han pasado de 10.000 pares en 2011 a 170.000 en 2013, un negocio que se cifra en 5,4 millones de euros.

Si se incluye la producción realizada en Portugal para marcas extranjeras, las ventas a China superaron los 20 millones de euros en 2013. Una cifra pequeña en comparación con el conjunto de las exportaciones portuguesas de calzado ese mismo año, que se elevaron a 1.700 millones de euros.



La universidad de Aveiro, a unos 50 kilómetros de Sao Joao da Madeira, apoya el proyecto del municipio con el enví­o de binomios de profesores: un estudiante chino en intercambio lingí¼í­stico y un estudiante portuguíés que habla mandarí­n.

El profesor Wang y su colega Joana Oliveira se centran en una página de la cultura china. Hoy, los escolares descubren fotos de la plaza de Tiananmen, en Pekí­n, el dí­a de la fiesta nacional. En el fondo se distingue la Ciudad Prohibida.

"A mi me gustarí­a ver la Gran Muralla", sueña Eduardo, de nueve años. Los alumnos están encantados. "Son jóvenes, aprenden rápido", dice el profesor Wang. Daniela, tambiíén de nueve años, dice con desparpajo que para ella el chino "no es muy difí­cil".

En un taller de la ciudad, una veintena de obreros produce algo más de un centenar de pares diarios. Sus dedos ensamblan piezas de cuero, las dan forma, las moldean. Botas, botines y zapatos se alinean y pronto serán enviados a Europa o Amíérica del Norte y desde 2013, a China.

Mario Tavares vendió el año pasado 200 pares de zapatos a China y espera que este año sean 1.000. Una gota de agua para su empresa que vende 160.000 al año. Pero "China puede convertirse algún dí­a en nuestro principal mercado", dice este empresario que asegura que algunos clientes en Shanghai buscan ahora especí­ficamente su marca: Tape.

El patrón explica este fenómeno por la calidad del calzado portuguíés, el segundo más caro del mundo por detrás del italiano.



Las empresas no han esperado a que los niños de Sao Joao da Madeira crezcan para hacer negocio con China. Pero el mandarí­n les ofrecerá una ventaja considerable "para ocupar trabajos como comerciales o de dirección en las fábricas", dice Tavares. Según íél, estarán mejor armados para negociar "con clientes chinos, que suelen hablar bastante mal el inglíés".

Despuíés de los cursos de mandarí­n, Eduardo vuelve a su casa con su madre Estelle Magno Ferreira Fachada, orgullosa de su hijo. Y no es la única en la familia. La abuela, que vive en Francia, no acaba de creerse que su nieto "le cante una canción en chino por telíéfono".

El único problema es a la hora de los deberes. "Eduardo me pide ayuda para el portuguíés y las matemáticas, pero para el chino se tiene que apañar solo", dice.

Los cursos de mandarí­n los financia el ayuntamiento. "Entre 60 y 70 euros por alumno y un presupuesto de unos 40.000 euros el año pasado", dice Dilma Nantes, que precisa que cerca de 600 alumnos estudiaron chino en 2013. Con el tiempo, el municipio espera ampliar la enseñanza del mandarí­n hasta el bachiller.

El ministerio de Educación reconoce que el mandarí­n constituye "una plusvalí­a" para los estudiantes y analiza introducirlo en otros centros. Ya está negociando con el Instituto Confucio en Lisboa, que está dispuesto a destacar profesores.


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