Dos apellidos ilustres de la burguesía empresarial española, una herencia millonaria construida sobre los escombros del desaparecido Edificio Windsor, fideicomisos escondidos al otro lado del Atlántico, denuncias por agresiones entre quienes fueron cuñadas y dos menores a los que han ocultado una parte de la herencia de su padre son el triste resumen de una historia que está a punto de entrar en los tribunales.
Javier Reyzábal Gómez, hombre que estuvo detrás de la venta de los terrenos del Windsor a El Corte Inglíés, falleció hace dos años de manera fortuita, víctima de un infarto, con apenas 42 años y dejando huíérfanos a dos menores de edad, Javier y Olivia. Su viuda, íngela Roig, hija del que fuera presidente del Valencia CF Francisco Roig, y sobrina del dueño de Mercadona, Juan Roig, confió en su suegro, Florentino Reyzábal Larrouy, el reparto de la herencia, ya que este había sido nombrado, ya en vida de Javier, albacea y comisario contador partidor de la herencia, es decir, en garante de que los menores recibieran la fortuna de su padre, como miembros de una de las sagas más importantes del sector inmobiliario de la capital.
Tras valorar los bienes y llegar a un acuerdo con íngela Roig para que renunciara en favor de sus hijos a parte de la herencia que le dejó su esposo, fundamentalmente acciones de una sociedad familiar, y asumiera las deudas de su marido, el 27 de septiembre de 2012 se autorizó la escritura de división y adjudicación de la herencia. Papel mojado. Sólo un año despuíés, en octubre de 2013, Florentino Reyzábal otorga una escritura de adición de bienes a la herencia, en concreto, participaciones en unas fincas en Míéxico, que íngela, como representante de sus hijos, se niega a firmar. Acababa de abrirse la caja de los truenos.
Javier Reyzábal, Gómez por parte de madre, había heredado de su progenitora, mexicana de origen, participaciones en varios fideicomisos que, según sospechan la viuda y sus hijos, Florentino Reyzábal había ocultado a sus nietos en el momento del reparto de la herencia. Al enterarse el entorno de Roig, empezó un cruce de burofaxes y solicitudes de información tanto al suegro de íngela, como a sus cuñadas, Blanca y Mónica Reyzábal Gómez, como al tío de estas por parte de madre, Gregorio Gómez, a fin de intentar aclarar quíé bienes correspondían a Javier y Olivia y no habían sido incluidos en la herencia.
Las tensas relaciones entre las dos familias saltaron definitivamente por los aires, con Javier y Olivia, los hijos menores del fallecido, como principales víctimas, ya que tras el fallecimiento de su padre no han intentado tener contacto con ellos ni su abuelo ni sus tíos. La guerra entre las dos familias llegó al punto de que íngela Roig tuvo que interponer dos denuncias ante la policía de Pozuelo de Alarcón al haber sido atacada por su cuñada, Blanca Reyzábal.
La última es de hace apenas unas semanas. El pasado 28 de octubre, según reza la denuncia, Blanca Reyzábal empezó a realizar embestidas leves por detrás al coche de íngela a la salida del colegio Retamar, en el que estudia el hijo de la denunciante. Tras una tensa conducción, acompañada de presuntos gestos amenazantes y grabaciones con el móvil, ambas llegaron al domicilio de Florentino Reyzábal, en la elitista urbanización de Somosaguas, donde, según la denuncia, Blanca agredió a íngela, causándole lesiones leves, le insultó, y le dijo: "Nada es de tus hijos, ni tuyo, es nuestro y te lo vamos a quitar todo".
Este medio se ha puesto en contacto con Blanca Reyzábal para intentar contrastar estas informaciones, pero ha rechazado hacer ningún comentario al respecto. El grado de tensión ha llegado a tal punto que la familia Roig trabaja ya con la vista puesta en acudir a los tribunales para aclarar si, como parece, han sido excluidos de la herencia de Javier y Olivia Reyzábal Roig bienes troncales de su padre ocultados en Míéxico.
En su favor cuentan con un dictamen jurídico que ve indicios razonables para sostener que ha habido un deliberado intento de ocultación de los bienes, en perjuicio de los dos menores. Por la información que ha podido ir recabando el entorno de íngel Roig, se estima que podría haberse ocultado a sus hijos más de 18 millones de dólares (cerca de 15 millones de euros), lo que, de confirmarse, conllevaría que su abuelo y tías podrían haber incurrido en un presunto delito de estafa y apropiación indebida.
Conforme el entorno de la viuda de Javier Reyzábal ha ido avanzando en la búsqueda de los bienes escondidos en Míéxico, la familia de su esposo ha ido reconociíéndole la existencia de algunos activos. Florentino Reyzábal, que en un primer momento aseguró desconocer la situación de esos fideicomisos, terminó remitiendo a íngela Roig una lista de varias entidades en las que a sus nietos, Javier y Olivia, les correspondía una participación.
Hasta ese momento, el cabeza de familia había alegado que, al tratarse de una herencia de su esposa en la que íél no participaba, desconocía los acuerdos entre los fideicomisarios, y sólo pudo tener acceso a la información cuando sus hijas, Blanca y Mónica, que siempre rechazaron dar respuestas a las diferentes peticiones de información por parte del entorno de íngela, le hicieron conocedor de esos bienes.
Herencia en Míéxico y España
Esta forma de actuar, y la imposibilidad de alcanzar un acuerdo amistoso despuíés de dos años, llevan al entorno de la viuda a sospechar no sólo que sigue habiendo más bienes ocultos al otro lado del Atlántico de los reconocidos hasta ahora, por ejemplo, en países como Canadá, sino que tambiíén se tiene dudas sobre cómo se hizo el reparto de la parte española de la herencia, en gran parte procedente de los 100 millones de euros que correspondió a esta parte de la familia Reyzábal de la venta de los terrenos del antiguo edificio Windsor.
Florentino Reyzábal tuvo cuatro hijos: Javier, Blanca, Mónica y el menor, íñigo, fallecido hace años sin dejar descendencia. Los cuatro hermanos son herederos de una vasta fortuna que les llega tanto por parte paterna como materna. Esta segunda es la que ahora se está intentando destapar en Míéxico, que, además de la parte que correspondía a Javier, tambiíén tiene una ramificación por el lado de íñigo Reyzábal.
Entre la documentación a la que ha podido ir accediendo el entorno de íngela, aparece una escritura donde figuran como sustitutos de íñigo en los fideicomisos sus seis sobrinos, hijos de sus tres hermanos. Sin embargo, en otro documento, los sustitutos pasan a ser directamente sus hermanos, es decir, Javier, Blanca y Mónica. Además, cuando falleció su madre, Blanca Gómez, íñigo era todavía menor de edad, lo que lleva a sospechar a los Roig que Florentino, como representante legal de su hijo por aquel entonces, tenía conocimiento de los fideicomisos, al menos, desde el reparto de la herencia de su esposa, hace más de una díécada.
El fallecimiento de los dos hermanos varones reduce a Blanca y Mónica el papel de herederas directas de su padre, Florentino Reyzábal, junto a los hijos de Javier, que ahora tratan de dilucidar toda la realidad sobre su herencia. Un imperio que tiene sus raíces en Julián Reyzábal, un hombre hecho a sí mismo, campesino de origen, que se inició como reventa de cine en Bilbao y terminó dejando un emporio de inmuebles y salas de cine.
A su muerte, la saga Reyzábal se dividió en las siete ramas de sus correspondientes vástagos: Josíé María, Julián, Florentino, Eduardo, Milagros, Fortunato y Jesús. Aunque el Edificio Windsor siempre fue el emblema de este patrimonio familiar, sus joyas inmobiliarias son y han sido muchas, como un 20% de Torre Picasso, que tambiíén vendieron a El Corte Inglíés junto con los terrenos del quemado rascacielos. Sólo con esta operación, los Reyzábal se embolsaron 500 millones de euros. Una gran fortuna ahora en el ojo del huracán.