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Autor Tema: Crisis del mercado petrolero: Choque a la vista…  (Leído 146 veces)

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Crisis del mercado petrolero: Choque a la vista…
« en: Diciembre 10, 2014, 07:05:43 pm »
Por… Raúl Zibechi




El mercado petrolero, otrora regulado por los acuerdos entre Estados Unidos y Arabia Saudita, está cada vez más fragmentado. Un mercado desregulado anticipa un perí­odo en el que imperará la ley del más fuerte, hasta que aparezca un orden, quizá pospetrolero, como parte de un nuevo mapa energíético global.

El pasado 27 de noviembre los ministros de los doce paí­ses que integran la OPEP (Organización de Paí­ses Exportadores de Petróleo) decidieron mantener los actuales niveles de producción aunque el precio del barril de crudo viene cayendo en el último semestre, acumulando una caí­da superior al 30 por ciento. A pesar de la proliferación de crisis con honda capacidad desestabilizadora, en Ucrania y en Medio Oriente, y las sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos a Rusia, el precio del crudo sigue cuesta abajo.

No es la primera vez que esto sucede, ya que el precio del petróleo es eminentemente polí­tico. Tampoco afecta sólo a los hidrocarburos: la onza troy de oro cayó de 1.800 a 1.150 dólares, así­ como los precios de los productos agropecuarios y de los minerales. Sin embargo, en el petróleo se cruzan algunas situaciones extraordinarias al tratarse de una mercancí­a que tuvo la capacidad, en la historia reciente, de hacer caer regí­menes, encumbrar gobiernos y diseñar el mapa geopolí­tico de regiones enteras.

Así­ como asistimos a una desarticulación geopolí­tica global, el mercado petrolí­fero atraviesa una sucesión de cambios bruscos que, en alguna medida, contribuyen a explicar la situación actual. Quizá un cambio decisivo, en el corto plazo, sea que el partido de las grandes petroleras, el Grand Oil Party, como señala Michael T. Klare en irónica alusión al Partido Republicano (GOP o Grand Old Party), haya obtenido el control completo del parlamento en las recientes elecciones estadounidenses.

Sobre los cambios en el mercado del petróleo abundan las suposiciones revestidas de análisis rigurosos, que a menudo ocultan parte de la información o acuden a teorí­as conspirativas para explicar lo que sucede. En gran medida, esto es consecuencia de la opacidad del mercado del petróleo, un sector altamente cartelizado, donde el poder de decisión está fuertemente concentrado en un puñado de paí­ses y empresas que ponen condiciones al resto sobre cuotas de producción, canales de comercialización y monedas en las que debe transarse. Sin embargo, todo esto está siendo vapuleado por la realidad.

Ganadores y perdedores

Con el precio del barril a 70 dólares, la mayor parte de los paí­ses de la OPEP tendrán enormes dificultades para cuadrar sus cuentas. El punto de equilibrio presupuestario para Irán es de 140 dólares, para Argelia y Venezuela de 121, para Ecuador de 117, mientras Irak, Angola, Nigeria, Arabia Saudita y Libia oscilan entre 106 y 90 dólares. Sólo Qatar y los Emiratos írabes Unidos pueden sobrevivir sin problemas con el crudo a menos de 70 dólares (Russia Today, 28 de noviembre de 2014).

Aunque Vladimir Putin minimizó las consecuencias para su paí­s de la caí­da del precio del crudo, el presupuesto de Rusia para 2015-2017 (como el de casi todos los paí­ses exportadores) fue hecho sobre la base de un barril a 100 dólares. Según el presidente ruso, cuyo paí­s no es miembro de la OPEP pero participó en la reciente reunión del organismo, el mercado mundial se estabilizará hacia mediados de 2015.

El ministro de Desarrollo Económico, Alexey Uyukayev explicó que el barril a 70 dólares implica el mismo precio en rublos que cuanto se cotizaba a 100, por la devaluación de la moneda rusa. “Para el sistema presupuestario el precio de petróleo denominado en rublos es mucho más importante que el componente en dólares” (Xinghua, 29 de noviembre de 2014). Detalló que eso sucede porque el rublo no está atado al dólar, al punto que los negocios multimillonarios con China se cotizan, de ahora en más, en yuanes.

Uno de los paí­ses más afectados es Venezuela. Uno de los más beneficiados, en el corto plazo, los Estados Unidos. Y China, de la cual no se habla, devenida en la principal importadora de crudo. El petróleo equivale al 96 por ciento de las exportaciones totales de Venezuela y contribuyen a la mitad del presupuesto del Estado. Este año el díéficit equivale al 15 por ciento del PIB y la inflación ronda el 60 por ciento anual. El economista Daniel López afirma que “si el precio del barril permanece en tono a 60 dólares, los programa sociales van a sufrir financieramente” (Deutsche Welle, 28 de noviembre de 2014).

Venezuela enfrenta, además, un declive de la producción petrolera porque no hay fondos para prospección y nuevas instalaciones, en particular refinerí­as para el procesamiento de crudo. Este año se debió importar crudo de Argelia. El gobierno de Nicolás Maduro está gestionando la venta de Citgo, la mayor subsidiaria de PDVSA en Estados Unidos, que cuenta con tres refinerí­as y una red de seis mil estaciones de servicio, para conseguir fondos frescos.

Según López, pese a las dificultades “no quebraremos porque hay dinero”. Se refiere al reciente príéstamo de China de 4.000 millones de dólares, que llevó las alicaí­das reservas a más de 23.000 millones de dólares.

La OPEP, y Venezuela dentro de la organización, tuvo muchas dudas a la hora de disminuir la producción para evitar que los precios sigan cayendo. Vladimir Mí­lov, director del Instituto de Polí­tica Energíética de Rusia y columnista de Forbes, estima que “si la OPEP intenta mantener los precios actuales o elevarlos, tendrá un resultado contrario”, porque el consumo está estancado y la producción no deja de crecer. De pugnar por un aumento del crudo, “dará más seguridad a las compañí­as estadounidenses que se dedican a proyectos de esquistos y íéstas intensificarán aún más la producción, nivelando los efectos de las cuotas por parte de la OPEP” (Russia Today, 28 de noviembre de 2014).

Las nuevas tecnologí­as

Según Mí­lov, una reducción de un millón de barriles diarios en la producción de la OPEP, de los 30 millones de que producen sus miembros, implica para los paí­ses exportadores un costo de 2.500 millones de dólares mensuales, sin garantí­a de que consigan su objetivo.

Los datos sobre la evolución de la producción y consumo de petróleo para 2013 son elocuentes. La producción creció levemente, de 86,2 millones de barriles diarios en 2012 a 86,8 en 2013. El consumo pasó de 89,9 a 91,3 en el mismo perí­odo (1) Lo más notable es la evolución de Estados Unidos: en 2006 produjo 6,84 millones de barriles diarios, que se convirtieron en 11 millones en 2014, recuperando su pico de producción de 1970. La producción no convencional es la gran explicación (2).

Es el único paí­s cuya producción se incrementa de modo exponencial. Se acerca así­ a la autosuficiencia, situada en los 18 millones de barriles diarios, que podrí­a alcanzar antes del fin de la díécada. El especialista en temas energíéticos Michael T Klare, aporta datos que dicen que las grandes corporaciones de la energí­a están entre las principales fuentes de financiación del Partido Republicano. En la última campaña electoral, “el 87 por ciento de los 51 millones de dólares que aportaron fueron a parar a los republicanos” (Rebelión, 22 de noviembre de 2014).

La estrategia en el último medio siglo ha sido muy clara: petróleo y gas fueron los pilares de la seguridad nacional, ya que el acceso privilegiado a fuentes seguras a precios preferenciales (Medio Oriente) otorgaba a Estados Unidos “ventaja competitiva en relación a las potencias rivales”, y más recientemente hizo que Washington tuviera mayor capacidad “en la confrontación con paí­ses petroleros hostiles como Irán, Rusia y Venezuela”, apunta Klare.

Con el gas y petróleo de esquisto las cosas cambiaron, para mejor. “Los jefes republicanos sostienen que la mejor manera de contrarrestar los avances de Rusia en Ucrania (o en cualquier lugar de Europa) es acelerar la explotación de las reservas de gas no convencional y exportar los excedentes obtenidos como gas natural licuado”, sigue Klare. Esta nueva estrategia apunta a desgajar a Europa de Rusia, principal mercado de Moscú del cual depende todo el continente, pero tambiíén a dañar la economí­a rusa. Para rematar la apuesta, energí­a barata supone que las empresas que migraron a Asia vuelvan casa. De ese modo se consigue un doble objetivo: acorralar a Rusia, principal adversario estratíégico, y contrarrestar el ascenso de China, principal rival económico.

La apuesta republicana va más lejos, con una virtual integración de los sistemas petroleros de Canadá y Míéxico bajo dominio de las multinacionales estadounidenses, desde que el paí­s azteca decidió abrir sus empresas estatales a la inversión extranjera por primera vez desde su expropiación en 1938. Sólo falta modificar la legislación nacional, que desde el embargo petrolero árabe de 1973-1974 impide la exportación de petróleo y gas natural como medida preventiva.

Una de las principales consecuencias de la polí­tica energíética estadounidense es que los paí­ses productores agrupados en la OPEP ya no están en condiciones de regular el mercado petrolero. Los doce paí­ses que la integran producen apenas un tercio del petróleo global y su producción empieza a mermar. “Estamos entrando en una nueva era para los precios del petróleo, donde el propio mercado va a administrar a la oferta, no más Arabia Saudita y la OPEP”, dijo Mike Wittner, de la Societíé Generale en Nueva York (Valor, 28 de noviembre de 2014).

Un mercado desarticulado

En la medida que no aparece un actor, o un pequeño grupo de actores, con la capacidad suficiente como para poner orden, el mercado petrolera es cada vez más caótico. Los datos apuntan que algo nuevo está sucediendo: Arabia Saudita ya no vende la mayor parte de su petróleo a Estados Unidos sino a China; Estados Unidos revierten su aguda dependencia; China y Rusia firmaron un mega acuerdo gasero por 700.000 millones de dólares a pagar en yuanes, con lo que China se asegura una fuente de suministro y Rusia deja de depender del mercado europeo; Arabia Saudita es ya el sexto consumidor de petróleo del mundo (pasó de 1,4 a tres millones de barriles diarios de 2001 a 2013) con lo que menguan los excedentes exportables del primer productor; lo mismo sucede con Rusia, segundo productor.

Una vez más, China es el gran ganador (tanto por el acuerdo con Rusia como por el petróleo a bajo precio), mientras la Unión Europea está en serias dificultades, ya que los suministros rusos no son seguros y la promesa de Washington de venderle gas de esquisto es, apenas, una promesa.

Dos hechos convergen: una nueva geopolí­tica del petróleo y la crisis de la propia industria. “La industria del petróleo se salvó gracias al petróleo de esquisto, pero se perderá tambiíén a causa del petróleo de esquisto”, estima el boletí­n mensual del Laboratorio Europeo de Anticipación Polí­tica (Geab 89, 17 de noviembre de 2014). La crisis del mercado se puede visualizar en una gráfica donde aparecen las inversiones y la producción. Hasta 2006 el aumento de las inversiones provocaba aumentos en la producción. A partir de ese momento, ambas lí­neas se acercan hasta cruzarse en 2010: la producción de las once principales compañí­as cae drásticamente a pesar de que las inversiones siguen creciendo.

Las grandes empresas petroleras están endeudadas y empiezan a vender sus activos. Pero la crisis afecta de modo muy particular a las explotaciones de esquisto, ya que “corren el riesgo de no ser rentables si el precio del barril se instala debajo de 80 dólares a largo plazo”, señala el Geab. A las dificultades sobre la rentabilidad deben sumarse las crí­ticas y protestas por la contaminación que produce. Algunas publicaciones especializadas apuntan una desaceleración de las perforaciones.

Hay quienes aseguran que se trata de un espejismo, ya que la producción de petróleo y gas no convencionales crecen de forma abrupta, pero tienden a bajar en la misma forma y a corto plazo. “Las estimaciones más optimistas pronostican el aumento o la producción constante hasta 2020 (solamente); otros creen que es probable una caí­da desde 2016”, insiste el Geab. Al parecer es Arabia Saudita, el paí­s más afectado por el petróleo de esquisto, quien está detrás de la caí­da de los precios como forma de desestimular a la industria no convencional.

La ley del más fuerte

El relatorio de la empresa Sanford C Bernstein & Co. del mes pasado, establece que Arabia Saudita, Irán e Irak “pueden mantener la producción con un barril a 30 dólares, en tanto algunos productores estadounidenses necesitan un precio superior a los 80 dólares” (Valor, 28 de noviembre de 2014). La Agencia Internacional de Energí­a sostiene que el costo de producción de petróleo de esos paí­ses oscila en torno a los 10 o 20 dólares el barril, mientras el no convencional tiene costos superiores a los 70 u 80 dólares.

En la misma dirección, el vicepresidente de la rusa Lukoil está convencido que la actual polí­tica de la OPEP de dejar caer los precios, va a quebrar la industria de esquisto de los Estados Unidos y que los precios volverán a subir “en 2016, cuando la OPEP complete su objetivo de limpiar el mercado marginal estadounidense”. Si esto fuera así­, se entienden algunos de las interferencias que está sufriendo la estrategia estadounidense en Medio Oriente.

Sin embargo, los analistas del mayor banco de Noruega, el DNB ASA, recuerdan que buena parte de la producción de los Estados Unidos puede mantenerse incluso con un barril a 42 dólares, en tanto Goldman Sachs aseguró que los precios van a caer aún más, “hasta que aparezcan evidencias de desaceleración de la producción en Estados Unidos”, que podrí­a volver a sumar un millón de barriles diarios en 2015 (Valor, 28 de noviembre de 2014). Estamos ante una guerra de precios, comercial y de estrategias, que está terminando de desregular el mercado petrolero.

Es en este punto donde se cruzan las principales dificultades. Si la arquitectura de la gobernanza energíética cruje, como el sistema todo, el problema es que no se adivinan las nuevas vigas maestras que apuntalen un nuevo sistema. El petrodólar, que conformaba el núcleo de esa arquitectura desde 1973, basado en la alianza que Estados Unidos y Arabia Saudita establecieron en 1945 al finalizar la segunda guerra mundial, se está desmoronando a una velocidad increí­ble.

“En un sistema desregulado de acceso a los recursos energíéticos”, concluye el Geab, “prevalece la ley del más fuerte”. Los que más sufren, son los que no producen petróleo ni gas, como Europa, y los que no tienen poder militar para imponer su voluntad. Una vez más, la alianza Rusia-China cuenta con los dos factores decisivos, a lo que puede sumarse la creciente asociación de intereses entre chinos y saudí­es.

Según los analistas, estarí­amos cerca de un shock en el mercado del petróleo, con efecto dominó sobre las bolsas de valores de todo el mundo. Esta vez el epicentro de la futura crisis no serí­a el sector inmobiliario ni el bancario, sino el energíético. No debemos olvidar que el orden mundial nacido en la segunda posguerra mundial, tuvo en el petróleo el nudo gordiano que está empezando a desatarse.

…………..
Notas

(1) “Statistical Review of World Energy 2014”, publicado por BP, ex British Petroleum, en www.bp.com La diferencia entre producción y consumo se deben a cambios en las existencias, consumo de aditivos y combustibles de sustitución.

(2) Petróleo y gas no convencional, de esquisto o shale en inglíés, obtenido mediante el míétodo de fractura hidráulica o fracking, por el que se rompen rocas que liberan gas a miles de metros de profundidad.



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