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Autor Tema: Italia quiere dar un vuelco a la economí­a  (Leído 111 veces)

Eguzki

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Italia quiere dar un vuelco a la economí­a
« en: Enero 26, 2015, 07:40:48 am »
La clave, más aún que en los números, está en la confianza, en la capacidad de Italia para recuperar, ante Europa y ante sí­ misma, la credibilidad perdida. De ahí­ que, cuando a mediados de diciembre, los principales sindicatos italianos plantearon una huelga general para protestar contra la reforma laboral del Gobierno de Matteo Renzi, su habitualmente flemático ministro de Economí­a y Finanzas, Pier Carlo Padoan, un antiguo peso pesado del Fondo Monetario Internacional (FMI), no pudiese contener su satisfacción: “La huelga es la señal de que vamos en la dirección correcta. Los sindicatos se han dado cuenta y, gracias a esta huelga, tambiíén Europa comprobará que el Gobierno italiano está haciendo lo que tiene que hacer”. Apenas un mes despuíés, el jueves pasado durante el foro de Davos, la canciller alemana Angela Merkel daba el acuse de recibo: “Por fin, tambiíén Italia está haciendo las reformas”.
Todo está listo, pues, para el despegue. Las condiciones meteorológicas externas empiezan a ser favorables —descenso del precio del petróleo, depreciación del euro, disminución fortí­sima de los tipos de interíés, el ansiado plan de Draghi para comprar deuda pública…—, aunque para poner en órbita una maquinaria tan pesada aún queda mucho por hacer. El FMI estima el crecimiento de Italia en 2015 en un asfixiante 0,5% (el de España será del 2%). El Istat, el instituto nacional de estadí­stica, ha calculado que la relación entre díéficit y PIB alcanzó en el tercer trimestre de 2014 el 3,5%, un 0,2% más que el mismo periodo del año anterior; la deuda publica, que toca el 135% del PIB y que creció un 4% en 2014, es la segunda más elevada de la Unión Europea, solo por debajo de la de Grecia (176%) en esta incómoda clasificación.

Tampoco en el mercado de trabajo los datos son muy alentadores: la tasa de desempleo asciende al 13.4%, y se dispara hasta el 49,3% entre los jóvenes. Y la pobreza , calculada respecto a la renta media de la población, ha llegado a niveles iníéditos: el 16,6% de los italianos vive bajo el lí­mite de 972 euros mensuales de gastos en familias con dos miembros que marca el umbral de la pobreza estadí­stica.
Entonces, ¿cuál es la buena noticia? Aunque parezca mentira viendo a los diputados y senadores reeditando las vistosas grescas parlamentarias, la noticia más alentadora es la determinación de Matteo Renzi de hacer lo humano e incluso lo inhumano —pactar con Silvio Berlusconi, por ejemplo, o liquidar al ala izquierdista de su partido, por poner otro ejemplo— para sacar adelante las reformas cueste lo que cueste.
Para ello ha configurado un gabinete en el que solo brillan con luz propia tres personas: íél —su gran concepto de sí­ mismo es de hecho su mejor combustible—, Graziano Delrio, subsecretario de la presidencia del Consejo de Ministros y hombre de su absoluta de confianza, y Pier Carlo Padoan, titular de Economí­a y Finanzas. El exalto cargo del FMI —fue director ejecutivo para Italia, Grecia y Portugal— fue la única imposición que, a la hora de formar gobierno hace 11 meses, Renzi le aceptó al presidente de la República, Giorgio Napolitano.

Padoan es la toma de tierra del Ejecutivo, la garantí­a de que el í­mpetu reformista del joven primer ministro —cumplió 40 años hace unos dí­as— puede adecuarse al presupuesto. La obsesión del Gobierno, apoyada en sus tres únicos pilares, es vencer las viejas desconfianzas propias y ajenas, basadas en años de incumplimientos, y hacer pasar la idea de que, ahora sí­, Italia va a cambiar.
“Y 2015 puede ser efectivamente el año de la lenta recuperación. El pasaje entre una fase de caí­da a una fase de resistencia”. Stefano Manzocchi, profesor de Economí­a Internacional de la Universidad LUISS de Roma. Está convencido de que “Italia necesita aquello que el Gobierno está intentando hacer, una reforma del mercado laboral que permita a los trabajadores moverse mejor entre un trabajo y otro —porque hay empleos predestinados a desaparecer— y una gran reforma de la administración pública, porque nuestra administración trabaja todaví­a mal, no por culpa de los funcionarios, sino porque está mal organizada y padece una burocracia muy poco efectivo”.

Si, además, añade el profesor Manzocchi, el Estado es capaz de superar su incapacidad crónica para invertir bien los fondos europeos — “estamos todaví­a recuperando lo que no hemos gastado del periodo 2007-2013 y hay que invertir mejor lo correspondiente a 2014-2020”—, el presente ejercicio se puede convertir en el año del cambio. Que no es poco.

Sobre todo teniendo en cuenta, como recuerda Manzocchi, los problemas estructurales que Italia, y tambiíén otros paí­ses de Europa, tiene que arrastrar: “Desde el punto de vista demográfico tenemos un gran problema debido al gran envejecimiento de la población, lo que conlleva costes muy altos tanto económicos como sociales. Tenemos tambiíén un problema tecnológico debido a la poca inversión de los últimos 30 años en los terrenos de la educación, la investigación y las infraestructuras tecnológicas”.

 
“En 30 años se ha invertido muy poco en tecnologí­a”, dice un experto

Y, como no, el problema milenario de la economí­a italiana: la desigualdad regional. “Mientras que, en algunas zonas del norte, funcionan algunas de las industrias más fuertes de Europa, en algunos puntos del centro y sobre todo del Sur el atraso es considerable”, sigue desgranando Manzocchi. “Por ejemplo, en una región como Sicilia la industria cuenta menos en tíérminos de empleo que la administración pública. Por si fuera poco, en estos últimos años hemos registrado un aumento muy fuerte de la pobreza”.

De ahí­ que ahora, según el profesor de la LUISS, lo importante es que el Gobierno cree las condiciones para que los italianos tengan menos miedo: “Menos miedo de los ciudadanos a gastar, de las empresas a invertir y hasta de la administración pública a cambiarse a sí­ misma, para de una vez dejar de ser un freno para Italia y se convierta en motor del cambio”.