Por… Juan J. Paz y Miño Cepeda
En la conferencia de Bretton Woods (1944) se intentó un nuevo orden económico internacional que regiría desde la segunda posguerra mundial. Nacieron el FMI y el BM, se fijó al dólar como moneda de intercambios y, además, se acordó el GATT, del cual surgió la OMC (1995). Pero la ‘guerra fría’ sujetó ese orden internacional a la visión de los países capitalistas de Occidente y, sobre todo, a la hegemonía de EE.UU.
Para Amíérica Latina ese nuevo orden consolidó su dependencia frente a EE.UU. y se volvió impensable pretender relaciones económicas con la URSS o China, los países ‘comunistas’ considerados enemigos de Occidente. La situación se agravó con el triunfo de la Revolución Cubana (1959) que sirvió de pretexto para implantar la guerra fría en la región, y con ella los golpes de Estado supuestamente anticomunistas, que arribaron a los Estados terroristas inaugurados por Pinochet (1973-1990) en Chile.
Desde 1982, con el inicio del problema de la deuda externa latinoamericana, el FMI condicionó las políticas económicas de la región y logró introducir el modelo neoliberal, que se expandió sin frenos a raíz del colapso del socialismo de tipo soviíético. En Amíérica Latina se derrumbaron las condiciones de vida y de trabajo, al mismo tiempo que la institucionalidad económica mundial pasaba a ser un simple instrumento de la globalización transnacional y de la hegemonía unipolar de EE.UU.
El reto a semejante mundo comenzó en Venezuela, con el presidente Hugo Chávez (1999-2013), y siguió con los gobiernos de la nueva izquierda, que trazaron una nueva era histórica para Amíérica Latina, pues desmontaron poderes tradicionales y retomaron el papel social del Estado. Al mismo tiempo, Rusia y, sobre todo, China, progresivamente se erigieron en contrapesos geopolíticos frente a la que parecía imbatible hegemonía mundial de EE.UU.
China encabeza hoy una estrategia de proyección económica sobre Amíérica Latina, que, a su vez, tiene su propia estrategia de vinculación económica con China y, además, con Rusia, especialmente a travíés de los gobiernos de nueva izquierda.
En las últimas semanas, el grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), pero particularmente Unasur y Celac, han marcado un cambio iníédito en el mapa geopolítico mundial. Amíérica Latina acuerda constituir un banco de desarrollo y un fondo de reserva que apartarán al FMI y al BM. Se prevíé una moneda común que dejará al dólar como referente. China, además, realizará una gigantesca inversión por 250 mil millones de dólares (en 10 años) en los países latinoamericanos y específicamente movilizará a favor de Ecuador unos 7 mil millones orientados a proyectos específicos, que permitirán contrarrestar la coyuntura motivada por la reducción de los precios del petróleo, la crisis rusa, las devaluaciones en Colombia y Perú y la depreciación del dólar.
Tanto para Amíérica Latina y sin duda para Ecuador, la proyección de estas nuevas relaciones con China encauzan un nuevo orden económico internacional, alejado de las perniciosas herencias de Bretton Woods.
Suerte en sus vidas…