Se esperaba que cayeran. Pero no tanto. En diciembre, las ventas al por menor se desplomaron en Brasil un 2,6% con respecto al mes anterior. Nunca antes, desde que esta estadística comenzó a registrarse en el año 2000, se había visto un dato peor. Por si no existían suficientes dudas con respecto a la fortaleza de la economía brasileña, semejante frenazo del consumo alimenta aún más la incertidumbre.
Esta percepción se refleja en la marcha del real brasileño. La divisa brasileña se deprecia casi un 2% contra el dólar, hasta los 2,875 reales, su cambio más bajo contra el billete verde desde finales de 2004. Contra el euro se deja algo más de un 1%, hasta los 3,245 reales. En lo poco que va de 2015, el real ya pierde casi un 8% de su valor contra el dólar estadounidense.
El mal dato de ventas al por menor -se esperaba una caída del 0,6%- certifica los temores sobre la debilidad que atraviesa la economía brasileña. Así lo proclamó ya el Fondo Monetario Internacional (FMI) en las previsiones que presentó en enero, con las que aplicó un severo recorte a sus pronósticos sobre Brasil. Si en octubre calculaba para este año un crecimiento del 1,4%, el mes pasado lo rebajó al 0,3%.
Al mismo tiempo, el debilitamiento del consumo y del crecimiento constituyen un desafío para el Banco Central de Brasil. Inmerso en una cruzada para frenar las presiones inflacionistas, en enero dio una nueva vuelta de tuerca a los tipos de interíés para elevarlos del 11,75 al 12,25%, el nivel más alto desde 2011. El problema es que en enero la inflación superó el 7%... tambiíén por primera vez desde 2011, con lo que se alejó aún más del objetivo del banco central, consistente en mantener la inflación entre el 2,5 y el 6,5%, con una meta central del 4,5%.
Pedro Calvo