Esta semana se ha iniciado el programa de compra de deuda, sobre todo pública, por parte del BCE para expandir la masa monetaria, tratar de combatir la baja inflación de la zona euro y ayudar al relanzamiento de la economía mediante unas mejores condiciones para que los bancos concedan críéditos.
Los efectos inmediatos de esta medida, además de seguir propiciando que el euro se deprecie y se acerque cada vez más a la paridad con el dólar, se han dejado sentir incluso antes de ponerse en marcha con una reducción generalizada de los tipos de interíés de la deuda pública de los países hasta hacer posible que varios Tesoros cobren por emitir deuda pública en los plazos más cortos. El convencimiento de que la inflación va a seguir siendo negativa durante un periodo relativamente largo de tiempo es lo que permite pensar a los compradores de esa deuda que en todo caso obtendrán una rentabilidad real positiva, aunque sea escasa, a cambio de invertir en unos activos considerados ultraseguros.
Pero este programa, añadido a las subastas de liquidez directa a los bancos a tipos simbólicos y largo plazo de devolución siempre que se utilicen esos recursos para proporcionar financiación a empresas y particulares, ha servido tambiíén para rebajar los costes de financiación mayorista de las entidades de críédito, incluso de aquellas sobre las que podían existir ciertas dudas, excluyendo naturalmente a los bancos griegos que tienen cerrados los mercados de financiación.
La gran liquidez existente y la baja remuneración exigida para colocarla están teniendo una repercusión directa sobre los costes de financiación de los bancos y las empresas en general. En los bancos españoles en concreto ello ha permitido que a lo largo del pasado año se produjera una importante rebaja de los costes financieros y una bajada generalizada de la remuneración de los nuevos depósitos a plazo en consonancia con los movimientos del mercado. Los nuevos depósitos de clientes, salvo en alguna entidad que aún va algo retrasada, no alcanzan el medio punto en remuneración anual, y ello fue uno de los aspectos que jugaron a favor de la recuperación del margen de intereses en la mayor parte de las entidades.
Campo para mejorar
Pero aún queda margen de mejora porque el coste medio del stock de estos recursos terminó 2014 en el entorno del uno por ciento y el precio medio de las renovaciones sigue reduciíéndose aunque de forma más lenta que hasta ahora. Otro factor que está teniendo lugar es que los ahorradores, ante la pequeña remuneración que se les ofrece, prefieren mantener su liquidez en cuentas a la vista (han crecido a lo largo de todo el año pasado) que prácticamente no remuneran en lugar de inmovilizarla a plazo a cambio de poco.
Por eso, y para tratar de mantener una cierta tendencia a la baja y seguir acompasándose a la evolución general del mercado, en alguna de las grandes entidades nacionales se ha considerado la posibilidad de trasladar a los clientes la actual situación del mercado, especialmente a las grandes compañías en la administración de sus puntas de tesorería, proponiendo tipos de interíés negativos.
La idea no se limitaría a los grandes poseedores de liquidez ya que estos entienden el juego del mercado y la situación cambiante que está teniendo lugar en este tiempo, sino que tambiíén se habría pensado en trasladarla a otro tipo de ahorradores, incluso a los particulares. En este sentido se habría producido algún tipo de consulta informal cerca del Banco de España que habría desaconsejado totalmente que una medida de ese tipo pudiera aplicarse de manera generalizada y a inversores individuales.
Salvador Arancibia