Por… Luis Pazos
Periódicamente se publican libros que hablan de la creciente concentración de la riqueza en los sistemas capitalistas. Exhiben datos de cómo a travíés del tiempo los ricos tienen más dinero y propiedades en relación con la mayoría de la población. Señalan cómo se agranda la brecha entre los más ricos y los más pobres. Culpan al capitalismo y a los mecanismos de mercado de propiciar dicha concentración. Y tácita o expresamente presentan a la intervención del Estado como la solución para frenar la concentración de la riqueza y lograr su mejor distribución. Esos argumentos falaces llevan a muchos profesores, políticos y aun a empresarios productivos, a soportar mayores impuestos, limitaciones y expropiaciones en nombre de una desconcentración y mejor distribución de la riqueza.
La riqueza que reduce pobreza no es el dinero en manos de los más ricos ni el control de acciones que les permiten dirigir enormes empresas, sino los bienes y servicios disponibles para los consumidores. Los habitantes de un país no se hacen más pobres porque empresarios productivos concentren más dinero, que en su mayoría invierten, despuíés de impuestos, en crear más empresas y empleos.
El verdadero termómetro para medir la riqueza o pobreza de la mayoría de la población es la cantidad de bienes y servicios que pueden adquirir. Si bajo ese parámetro medimos la riqueza, en los llamados países capitalistas es donde un mayor porcentaje de la clase media y de pobres, poseen relativamente más bienes y servicios y de mejor calidad. En los países donde con la excusa de frenar el enriquecimiento de unos pocos y distribuirlo el gobierno crean empresas y organismos estatales, aumentan impuestos, cargas laborales, reglas y permisos, la clase media y la pobre reducen la cantidad de bienes y servicios a su disposición y por lo tanto su riqueza real.
La riqueza real o bienes y servicios al alcance de un mayor número se da donde predomina la propiedad privada, la competencia y la libertad económica, no donde el Estado distribuye la riqueza y planifica la economía, como lo demuestra lo acontecido en el siglo XX en Iberoamíérica, la URSS, Europa del Este, China y Cuba, entre otros países.
Suerte en sus inversiones…