Benjamin Netanyahu ha ganado las elecciones en Israel. Con prácticamente todos los votos escrutados, el Likud obtiene 29 escaños por los 24 de la coalición de centro izquierda Unión Sionista en un Congreso de 120 miembros. El resultado difiere del que surgía de las encuestas a pie de urna, que daba un empate entre las dos formaciones. Con esta victoria, Netanyahu tendrá que pactar para poder disfrutar de su cuarto mandato, tercero consecutivo. Un 71,8% de los electores, ligeramente por encima de la media de anteriores comicios, ejerció su derecho al sufragio.
Hasta el último momento jugó sus cartas, incluso debajo de la mesa, Netanyahu. La autoridad electoral tuvo que intervenir de urgencia en plena jornada de votaciones cuando el primer ministro israelí ofreció una conferencia de prensa y pretendió que fuera retransmitida en directo por radio y televisión. El desesperado esfuerzo del líder del Likud en la recta final de la campaña parece haberle servido para ganar.
Los sondeos a pie de urna habían pronosticado un empate y el presidente de Israel, Reuven Rivlin, había recomendado anoche un pacto de gran coalición entre las dos principales fuerzas. Pero un sonriente Netanyahu se felicitó, ya de madrugada en Tel Aviv ante sus seguidores, por la “victoria†del Likud sobre las encuestas e invitó a los partidos conservadores a formar un “Gobierno nacional†en el que se comprometió a dar respuestas a la preocupación de los ciudadanos sobre el coste de la vida o el problema de la vivienda. Herzog tambiíén desoyó anoche el llamamiento del jefe del Estado al comparecer ante sus partidarios y anunció que intentará con todas su fuerzas constituir un “Gobierno social†que busque “la paz con los vecinosâ€.
Plebiscito
Netanyahu confiaba en poder consagrarse en las urnas en una especie de plebiscito a su carrera política. Su objetivo es convertirse en el primer ministro que más tiempo ha permanecido en el poder en la historia de Israel. Esa estrategia, que le llevó a adelantar las elecciones el pasado diciembre, se quebró ante la eficaz campaña desplegada por Herzog. El líder de la alianza de centroizquierda Unión Sionista ha confirmado finalmente que protagoniza un desafío a la hegemonía que ha ejercido la derecha israelí desde 2001. El candidato laborista llamó abiertamente a elegir entre “esperanza y desesperación†tras depositar su voto.
El líder del Likud se ha visto obligado a dar un brusco volantazo a la derecha al final de la campaña, que le ha alejado del electorado de centro, para no quedar relegado por Herzog. En el acelerón final, el primer ministro buscó atraerse a los colonos judíos al anunciar que si retiene el poder vetará la creación de un Estado palestino.
La estratagema le ha permitido permanecer a flote y no ser derrotado por el centroizquierda, pero se ha cobrado en cambio bajas en las filas de sus aliados, como el ministro de Economía y líder de Hogar Judío, Neftalí Bennett, cuya lista baja a nueve escaños, y el ministro de Asuntos Exteriores, el ultraderechista Avigdor Lieberman, que se queda con cinco diputados en sus filas.
El profesor Rahat destacó el íéxito del partido centrista Kulanu, del exministro de Comunicaciones Moshe Kahlon, que se estrena en la Knesset con 10 escaños, como una de las claves de los comicios. La popularidad de Kahlon en el anterior Gabinete de Netanyahu se disparó cuando logró abaratar las tarifas de la telefonía móvil tras abrir el sector a la competencia.
Los 11 escaños que suman los tambiíén centristas de Yesh Atid, del exministro de Finanzas Yair Lapid, les permitirán entrar en el juego de los pactos para garantizar la gobernabilidad al decantarse por Netanyahu o por Herzog.
A pesar de su cercanía ideológica al Likud, los partidos ultraortodoxos judíos —Shas (sefardí, con siete escaños) y Unión de la Torá y el Judaísmo (askenazi, seis escaños)— pueden acabar dando su apoyo al candidato de centroizquierda si les garantiza sus intereses económicos, en especial en el campo de la educación
Juan Carlos Sanz