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Autor Tema: La gran depresión de 1929 (4)  (Leído 685 veces)

carlos88

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La gran depresión de 1929 (4)
« en: Octubre 15, 2008, 08:00:07 pm »
“La larga depresión de la díécada de 1939, se debió totalmente al mal manejo que el gobierno hizo de la moneda, tanto antes como despuíés de la crisis del 1929”                Friedrich A. von Hayek

¿Quíé sucedí­a mientras tanto en Inglaterra?. Gracias a la polí­tica  de la Reserva Federal, la cotización de la libra frente al dólar comenzó a mejorar. No porque se desarrollase la economí­a inglesa, sino por la depreciación del dólar, es decir, no era la libra la que se acercaba al dólar, sino el dólar el que se caí­a hacia la libra. Este cambio en las cotizaciones afectó a la balanza de pagos inglesa, sus importaciones se vieron alentadas mientras que sus exportaciones desalentadas. No era la libra la que mejoraba su posición relativa, sino que el dólar empeoraba la suya.

En 1925, el Banco de Inglaterra comienza a incrementar y disminuir sucesivamente la tasa de redescuento, hasta que finalmente decide reducirla en 1927 dejándola en ese nivel hasta 1929. El díéficit de su balanza de pagos y este juego con la tasa de redescuento dieron origen a una acumulación de libras en los bancos europeos, que al contrario de Inglaterra mantuvieron sus tasas de redescuento relativamente altas.

Uno de los principales paí­ses en absorver estas libras era Francia. Otro paí­s que se comportó polí­ticamente distinto a Inglaterra fue Alemania, que además habí­a recibido un príéstamo en dólares en apoyo a su plan Dawes para pagar las reparaciones de guerra a Francia y otros paí­ses. Mientras Inglaterra optó por una polí­tica expansiva, Francia y Alemania siguieron el camino opuesto absorviendo los capitales ingleses. Las inversiones se desalentaban en Inglaterra y se incrementaban en Francia y Alemania. Dada la situación inglesa, los franceses comenzaron a ver peligroso mantener tantas libras entre sus reservas, por lo que comenzaron a cambiarlas por oro, poniendo en apuros al Banco de Inglaterra, que debí­a entregar oro a cambio de sus libras.

Mientras tanto, la polí­tica de dinero fácil de Estados Unidos llevaba a un alza de las cotizaciones, y a finales de 1928 y principios de 1929 ya alarmados por los precios que habí­an alzcanzado las cotizaciones, las autoridades de la Reserva Federal decidieron revertir su polí­tica vendiendo tí­tulos públicos. Sin embargo, ya era demasiado tarde para intentar solucionar las cosas. La “iliquidez” creada por la disminución del circulante llevó a los bancos a aumentar sus pedidos de redescuentos y príéstamos a la Reserva Federal, que nuevamente optó por una polí­tica de dinero fácil pero elevando la tasa de redescuento. Junto a estos nuevos redescuentos, los críéditos otorgados a los corredores de bolsa por ahorristas y empresas comenzaron a tener tasas de interíés más superiores. Este aumento de la tasa de interíés alteró la dirección de los flujos de capitales, ahora en vez de ir hacia Europa, se dirigí­an hacia Norteamíérica.  Los mercados de Europa comenzaron a verse presionados  por esta fuga a elevar sus tasas de interíés. Ante este aumento generalizado de las tasas, los capitales ya no tení­an mercados claros hacia los cuales fluir y comenzaron a verse los efectos recesivos  en la economí­a. El único paí­s que mantuvo su produccón en crecimiento fue Francia. Estas contracciones en la economí­a comenzaron a verse reflejadas en las cotizaciones de las acciones, aquellos que habí­an contribuido con críéditos a los corredores de bolsa comenzaron a retirarlos rápidamente acentuando aún más la caí­da de los precios.

Sin embargo, no es la caí­da de las acciones  del 29 lo que causa la recesión de la díécada del 30. La recesión económica y la desocupación no son una consecuencia de la bajada del precio de las acciones, sino todo lo contrario. La bajada de las acciones son una consecuencia de los problemas económicos que se vení­an gestando por las polí­ticas de dinero fácil aplicado por las potencias mundiales.

Lo que ocurrió en la caí­da de 1929 fue consecuencia del manipuleo monetario por parte de los distintos gobiernos durante la díécada del 20. Lo que en esta íépoca definitivamente no hubo fue un libre funcionamiento del mercado y la economí­a. La fuerte protección norteamericana a las importaciones y las polí­ticas de dinero fácil no hicieron más que sembrar la semilla de la “Crisis del 30″ que se vio reflejada en la caí­da de la bolsa de Nueva York.  Evidentemente no es una polí­tica muy eficiente reavivar la economí­a de un paí­s quitándole valor y poder adquisitivo a su propia moneda.

Afirmar que las causas de la crisis del 30 se encuentran en el derrumbe de precios de las accciones en el famoso Jueves Negro, o en una caí­da de la demanda agregada, es desconocer la influencia que el largo plazo tiene en todo el proceso económico.


corre, corre , que te pillo