Los caminos del dinero son inescrutables. Que se lo pregunten, si no, a la familia Pujol. La comparecencia de Jordi Pujol Ferrusola ante Beatriz Balfagón, titular del juzgado de instrucción número 31 de Barcelona, fue un remedo de la comparecencia ante la Comisión Pujol del Parlamento catalán: muchos datos, pero insignificantes. Y nada de desvelar las cuestiones importantes.
El “dinamizador económicoâ€, como se calificó a sí mismo en varias ocasiones Jordi Pujol Ferrusola ante los diputados, volvió a pecar de lo mismo en el juzgado, a pesar de que había anunciado “primicias†para ayer. Júnior, como se le conoce tambiíén en los ambientes financieros, tuvo que comparecer al haber sido imputado en este sumario, ya que sus padres y los tres hermanos que figuran en el mismo le señalaron como el controlador de la fortuna familiar desde inicios de los 90.
A pesar de lo prometido, lo único novedoso que dijo fue que íél se había hecho cargo del dinero de la familia despuíés de que, en un primer momento, se ocupase del dinero el amigo de su abuelo, Delfí Mateu, y más tarde, durante varios meses, el primo de su padre Joaquim Pujol, que dejó de manejar la fortuna al ser nombrado secretario general de la Presidencia de la Generalitat.
El dinero, pues, afirmó ayer, ya estaba invertido en “láminas financieras de titularidad opaca†cuando íél se hizo cargo del control y, conforme iban caducando las inversiones, las iba ingresando en las cuentas de sus hermanos y de su madre. Lo único opaco, a la vista de la comparecencia, fue su declaración. Pujol se negó a contestar a las preguntas de la acusación popular representada por Manos Limpias y ni sus abogados ni el fiscal le preguntaron quíé eran esas “láminas financierasâ€.
Lo que sí dejó claro fue que su padre, Jordi Pujol i Soley, no mintió cuando dijo que íél no sabía nada de cómo se manejaba la herencia en el extranjero. Al mismo tiempo, no pudo presentar ningún documento sobre los movimientos de las cuentas o los ingresos de los vencimientos a sus hermanos. Tambiíén reconoció que había oído hablar de la carta de su abuelo a su madre, en la que le explicaba el legado de la fortuna en Andorra, pero aseguró que nunca había visto los documentos. Estos le han sido solicitados en varias ocasiones al expresidente de la Generalitat, pero nunca los presentó en el juzgado.
Una rentabilidad asombrosa
La fortuna de los Pujol creció de 140 millones de pesetas en dólares (ese era el legado del abuelo Florenci Pujol en 1980) hasta los 8 millones de euros finales en 2010. “Hay que tener en cuenta dos cosas: la primera, que hubo depreciación de la peseta, por lo que exponencialmente, el capital en pesetas se dobló prácticamente a comienzos de la díécada de los 90, cuando se repartió la herencia y tocaron a 62 millones de pesetas cada uno de los miembros de la familia [la madre y los siete hermanos]. Total, alrededor de 500 millones, o sea, 3 millones de euros. Por otro lado, hay que tener en cuenta el rendimiento de las inversiones, que provocaron que de nuevo el capital se doblara de largo en la díécada siguienteâ€, señalan a El Confidencial fuentes cercanas a Jordi Pujol Ferrusola.
Pero lo cortíés no quita lo valiente. De la misma manera que Júnior se calificó a sí mismo como “dinamizador económicoâ€, ahora a sus inversiones les ha aplicado un nuevo concepto: el de “láminas financierasâ€. Concepto que, por otra parte, no existe, aunque durante los años 90 se denominaban así, en algunos círculos, a los resguardos en cartón o papel duro de títulos al portador. Según Pujol, las inversiones realizadas en esos años lo fueron en productos de España, Finlandia, Austria, Alemania y Estados Unidos.
Bonos españoles
Parte de la fortuna sirvió a los gestores de la familia para comprar bonos del Tesoro español, opacos legalmente, que tenían una rentabilidad de entre el 10 y el 11%. En los 90, pasaron a una rentabilidad del 5% y en 1993, desaparecieron precisamente por su condición de producto opaco.
Otra parte del dinero sirvió para comprar bonos austriacos en pesetas. Se trataba de una emisión, conocida como bonos Matador, tambiíén opaca fiscalmente y emitida en los años 90, con una rentabilidad superior al 13% anual. Respecto a los bonos estadounidenses, eran títulos americanos al portador que se podían comprar hasta el 2009, pues eran opacos a 30 años.
A. Fernández.
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