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Autor Tema: La corrupción y sus tres enormes daños...  (Leído 138 veces)

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La corrupción y sus tres enormes daños...
« en: Abril 30, 2015, 10:27:03 am »
Por...  Carlos Alberto Montaner


Míéxico y corrupción son dos palabras que siempre van “de pipí­ cogido”, como dicen con picardí­a los colombianos.

La corrupción en Venezuela es mayor, y la de Argentina no anda muy lejos, según Transparencia Internacional, pero, a juzgar por lo que acontece en Chile, Brasil y Cuba, parece un mal endíémico hispanoamericano. El continente, con pocas excepciones, es una pocilga.

En todo caso, el gobierno mexicano quiere acabar con la corrupción. Ya era hora. ¿Es eso posible? ¿Cuándo comenzó? Te lo dicen, riendo, tan pronto pones un pie en el paí­s.

Los conquistadores españoles torturaban a Cuauhtíémoc, el cacique azteca, para que revelara dónde escondí­a el oro:

–Dime, maldito indio, dónde está el oro —gritaba el torturador, por medio del intíérprete, mientras le quemaba las manos y los pies al aguerrido prí­ncipe.

–He dicho cuarenta veces que está enterrado a 50 pasos de la pirámide, debajo de la palmera —gritaba Cuauhtíémoc retorciíéndose de dolor.

–Dice que no sabe, y que si lo supiera no lo dirí­a nunca —tradujo el intíérprete afilándose secretamente los dientes.

Allí­ empezó todo. Muy al principio. La confusión entre lo público y lo privado está en el ADN de Amíérica Latina y en el de las tres cuartas partes del planeta. A Hernán Cortíés le dieron los tributos de 20.000 indios como recompensa por la conquista de Míéxico. Luego se los quitaron y el fiero capitán acabó en Europa, pobre y malhumorado, sin poder olvidar el olor a chamusquina de la carne quemada.

Algunos cí­nicos o pragmáticos —a veces es lo mismo— sostienen que la corrupción es una forma lateral de distribución de la riqueza y aumento de los ingresos, encaminada a estabilizar la sociedad por medio de una trama de intereses y complicidades.

No lo creo. Los daños que provoca la corrupción sin castigo suelen ser devastadores. Anotemos tres dentro de una lista infinitamente mayor.

Primero, pudre la premisa esencial del Estado de Derecho desmintiendo el principio de que todos están sujetos a la autoridad de la ley. Si el polí­tico o el funcionario roban impunemente, o reciben coimas por otorgar favores, ¿por quíé el ciudadano común va a pagar impuestos? ¿Quíé le impide mentir o hacer trampas?

La ley establece que es delito vender cocaí­na y tambiíén apoderarse de los bienes públicos. ¿Por quíé no vender cocaí­na si otros desfalcan impunemente el tesoro nacional? ¿Por quíé no asaltar un banco? ¿Quíé diferencia moral hay entre robarles a todos o robarle a una empresa o a una persona especí­ficamente?

Segundo, adultera y encarece todo el proceso económico. La economí­a de mercado está basada en la libre competencia. Se presume que los bienes y servicios compiten en precio y calidad. Es el consumidor final el que decide cuál empresa pierde o gana. Cuando un polí­tico o un funcionario favorecen a una empresa a cambio de una comisión, esta operación non sancta fuerza al consumidor a seleccionar una opción peor y más cara, dado que el costo de la corrupción se agrega a los precios. Por otra parte, la corrupción elimina los incentivos para innovar y mejorar la calidad de lo ofertado, mientras reduce notablemente la productividad, que es la base del crecimiento. ¿Para quíé ser más productivos y bajar los costos si tenemos a una clientela cautiva? ¿Para quíé diseñar un auto nuevo y mejor si el cliente está obligado a comprar el de siempre? A veces son las propias empresas las que distorsionan el mercado pactando entre ellas para aumentar los precios. Esa es otra forma grave de corrupción.

Tercero, destroza la estructura ideal de la meritocracia a que debe aspirar toda sociedad sana. Debilita la pasión por estudiar y frena el impulso de los emprendedores. En las sociedades corruptas prevalecen las conexiones personales. “El que tiene padrinos se bautiza”. í‰sa es la consigna general. Los ví­nculos son más importante que el esfuerzo por competir en un mercado abierto y libre. ¿Quíé sentido tiene quemarse las pestañas estudiando cuando, para enriquecerse, basta pasarle un sobre bajo la mesa a un funcionario corrupto? ¿Para quíé sudar y penar en el esfuerzo por crear una empresa exitosa, si para lograr el triunfo económico basta una combinación entre las relaciones personales y la falta de escrúpulos?

No hay duda: la corrupción acaba con el sistema polí­tico, el económico y con los valores morales. Pregúntenles a los españoles que hoy transitan por ese calle oscura e incierta. Por supuesto que la corrupción es una tendencia presente en nuestra especie. Eso se sabe, pero no es una buena excusa. O la combatimos y la derrotamos o nos devora. Así­ de simple.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...