Por... Rodolfo Navarrete
Subir o no subir la tasa de interíés, ese es el dilema que hoy en día enfrenta el Banco de Míéxico. Este se origina en el doble condicionamiento que tiene actualmente la política monetaria mexicana.
Por un lado, el continuo debilitamiento de la economía interna, acompañada de la convergencia de la inflación al nivel objetivo de 3.0 por ciento, aconsejaría al banco reducir aún más la tasa de interíés de política con el objeto de promover la recuperación; mientras que por el otro, un posible episodio de inestabilidad financiera interna provocado por la fuga de capitales a que daría lugar un aumento de las tasas de interíés en Estados Unidos aconseja hacer lo contrario.
Este dilema aparece claramente expresado en los últimos comunicados de política monetaria del Banco de Míéxico. Concretamente, la semana pasada el Banco Central señaló que “Actualmente, las condiciones cíclicas de la economía muestran debilidad, la inflación general se encuentra prácticamente en el objetivo… Por otro lado, al estar la economía mexicana altamente integrada a la global, en particular a la de Estados Unidos, las acciones de política monetaria de ese país podrían tener repercusiones sobre el tipo de cambio, las expectativas de inflación y, por ello, sobre la dinámica de los precios en Míéxicoâ€.
Una disminución de las tasas de interíés en Míéxico promovería la recuperación de la economía al elevar el gasto privado ante el abaratamiento del críédito.
Sin embargo, por el lado financiero reduciría lo atractivo de las inversiones en Míéxico, favoreciendo la salida de capitales, la depreciación del tipo de cambio, la caída de los precios de los activos financieros (acciones y bonos) y muy probablemente el aumento de la inflación.
Estos mismos efectos financieros los provocaría un aumento de la tasa de interíés de política en Estados Unidos (Fondos Federales), toda vez que alteraría en el mismo sentido la postura monetaria relativa entre Míéxico y nuestro vecino del norte. Para evitar que ello suceda, el Banco de Míéxico se verá obligado a aumentar tambiíén su tasa de interíés, con el fin de reequilibrar dicha postura y así evitar la inestabilidad financiera interna que podría provocar la fuga de capitales. El problema es que esta acción afectará el dinamismo de la economía mexicana.
En otras circunstancias, este dilema se hubiera resuelto fácilmente echando mano a la política fiscal. Así, el Banxico no tendría problemas para subir la tasa de interíés de referencia cada vez que lo haga la Fed estadounidense, sabiendo que el gobierno aplica una política fiscal expansiva que contrarreste el efecto negativo sobre la economía del aumento de las tasas de interíés.
Sin embargo, íéste no es el caso en el Míéxico de hoy. Por el contrario, el gobierno o la Secretaría de Hacienda se encuentra aplicando una política fiscal contractiva a travíés del recorte del gasto público, que a la larga profundizará el efecto negativo sobre la economía de un posible aumento de las tasas de interíés.
La Secretaría de Hacienda lo hace no porque no sea consciente de que está afectando el dinamismo económico nacional, sino porque no tiene otra alternativa ante la contracción de los ingresos públicos que ha implicado caída en los precios internacionales del petróleo, pero en circunstancias en que el díéficit fiscal se encuentra en niveles demasiado altos con respecto al PIB (4.0 por ciento, de acuerdo con la Secretaría de Hacienda). Si el balance público hubiera estado en equilibrio, como señala la Ley de Responsabilidad Hacendaria, la caída en el precio del crudo probablemente podría haber sido absorbida por un aumento de íéste sin necesidad de afectar la dinámica económica interna.
Aumentar el monto del díéficit fiscal para absorber el efecto sobre los ingresos públicos de la caída en los precios internacionales del petróleo, cuando íéste asciende a 4.0 por ciento del PIB, sería catastrófico para la estabilidad financiera interna. Probablemente a esto se refiere el Banco de Míéxico en su último comunicado de política monetaria cuando señala que “es fundamental que se mantenga una marco macroeconómico sólido en nuestro país, consolidándose los esfuerzos recientes en el ámbito fiscalâ€.
¿Cuáles esfuerzos? Se supondría que el anuncio del recorte del gasto público para este y el próximo año que hizo hace algunas semanas la SHCP. Sin embargo, si se revisan las cifras de las finanzas públicas al primer trimestre, se observa que efectivamente contra lo que normalmente sucedía en años anteriores ahora se ha reportado un díéficit fiscal, sólo que explicado no por la caída en los ingresos, como esperaba por la contracción del precio del petróleo, sino por el fuerte incremento del gasto público (12.2 por ciento real).