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Autor Tema: El circo máximo...  (Leído 204 veces)

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El circo máximo...
« en: Mayo 18, 2015, 08:18:26 pm »
Por...  Iván Alonso



Felizmente para la ciudad de Nueva York, el Comitíé Olí­mpico Internacional (COI) eligió a Londres como sede de los Juegos Olí­mpicos de verano del 2012. Solamente la base de concreto para levantar un nuevo estadio sobre las seis manzanas de un antiguo patio de ferrocarriles en el lado oeste de Manhattan habrí­a costado 400 millones de dólares. Terminados los Juegos, el nuevo estadio, se calculaba, serí­a usado no más de 15 dí­as al año por el equipo de bíéisbol de los Jets y uno que otro concierto.

Andrew Zimbalist, un economista de la Brookings Institution, en Washington, cuenta esta y otras historias de derroche asociadas con los grandes eventos deportivos —“megaeventos”, para estar a la moda— en su libro Circus Maximus, que acaba de ser publicado. El tí­tulo alude, a la vez, al famoso escenario de carreras de la Roma imperial y a la feria de vanidades donde se junta el mundo de la polí­tica con el del deporte internacional.

Lo más saltante en la historia reciente de las Olimpiadas y los mundiales de fútbol es la forma como ha crecido el costo de organizarlos. Los Juegos Olí­mpicos de verano en Atenas, en el 2004, costaron 16.000 millones de dólares; los de Beijing, en el 2008, 40.000 millones; los Juegos de Invierno de Sochi, en Rusia, el año pasado, cualquier cosa entre 50.000 y 70.000 millones; los de Nagano, en Japón, en el 2006, no se sabe, porque el comitíé organizador ordenó quemar sus archivos contables. El Mundial de Sudáfrica costó como 6.000 millones. En el de Brasil, la mayor goleada no la sufrió la selección verde-amarilla, sino los brasileños, que tendrán que cargar con la mayor parte de los 15.000 millones que costó el evento.

Igualmente llamativa es la proporción en la que se excede los presupuestos originales. Las Olimpiadas han terminado costando de cinco a diez veces más que lo inicialmente presupuestado; los mundiales, de 15 a 20 veces más. Zimbalist atribuye este fenómeno a los incentivos que enfrentan los organizadores en diferentes etapas del proceso. Al principio, cuando hay que conseguir la aprobación tácita del público, aseguran que el costo será limitado. Luego, cuando la ciudad o el paí­s han pasado el primer filtro del COI o de la FIFA, según el caso, comienza una carrera para ofrecer más que otros postulantes: más estadios, más hoteles, más infraestructura.

Inevitablemente, los organizadores aseguran que los costos están más que justificados por los beneficios que los eventos traerán, y hay toda una industria de consultores dedicada a identificarlos. Sin embargo, dice Zimbalist, “las perennes afirmaciones de que albergar las Olimpiadas o el Mundial es un motor del desarrollo económico no encuentran confirmación en los estudios independientes”.

Comparando meses similares antes y despuíés de los Juegos, el turismo bajó en Sidney, pero no en la vecina Nueva Zelanda. En Atenas hubo un aumento, pero más lo hubo en Turquí­a y Croacia. Por lo general, el número de turistas que llegaron para ver las competencias fue mucho menor que lo esperado. Y aunque aquellos que llegaron gastaron como se esperaba, buena parte de ese gasto se va en entradas y alojamiento, y termina en manos del COI o de la FIFA o en regalí­as para las cadenas hoteleras internacionales.

La lección no es que deban terminarse estos eventos. La lección es que los gobiernos anfitriones no deben financiarlos.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...