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Autor Tema: Psicotrónica y Visitantes de Dormitorio  (Leído 542 veces)

Scientia

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Psicotrónica y Visitantes de Dormitorio
« en: Mayo 19, 2015, 08:26:31 pm »
Psicotrónica y Visitantes de Dormitorio
NO TODAS SON VISITAS REALES

por Horacio Velmont

http://gruporuanel.blogspot.com.ar/2015/05/psicotronica-y-visitantes-de-dormitorio.html


Serí­amos necios si negáramos que los visitantes de dormitorio existen como hechos reales, aunque no necesariamente extraterrestres, pero lo que queremos dejar sentado aquí­ es que la mayorí­a solo son alucinaciones producidas artificialmente.



Debemos aceptar, para comprender estos “fenómenos”, no síé si llamarlos así­, que existe un Poder Oculto que maneja a la humanidad como si fuera un rebaño, obviamente para sus propios fines, y para colmo utilizando tecnologí­as de avanzada que el público desconoce. Este desconocimiento facilita el engaño.









Cuando hablo de tecnologí­a, en este caso me estoy refiriendo a la Psicotrónica, con la cual la telepatí­a humana -que sí­ existe- puede multiplicarse asombrosamente y mediante ella alterar la mente de las personas para hacerles creer, ver o pensar cualquier cosa. Sí­, incluso que están siendo visitados por extraterrestres.




Quien mejor ha revelado los secretos del poder psicotrónico ha sido Gabriel Silva, por lo que nada mejor que transcribir aquí­ sus explicaciones.

Lo más interesante, y que precisamente demuestra el poder malíéfico de esta tecnologí­a, es que el propio Gabriel Silva fue utilizado como Conejillo de Indias por sus propios compañeros y de verdad creyó que fue real la experiencia, costándole mucho trabajo asimilar la idea de que todo fue un engaño y lo sucedido solo ocurrió en su mente.

http://www.askasis.com/esoterica/articulos/psicotronica_1.htm

PSICOTRí“NICA: LA PEOR ARMA DE LA GUERRA KAMAMANíSICA
Parte I
ESPIONAJE ASTRAL, MANIPULACIí“N PSíQUICA, SUPUESTAS ABDUCCIONES, HISTERIAS COLECTIVAS, ESTUPIDIZACIí“N DE MASAS, FENí“MENOS PARANORMALES DE DIFERENTES ORíGENES Y ETIOLOGíAS…

Han pasado veinte años y ya no existen los estamentos que me ligaban a secreto jurí­dica, íética y fácticamente, así­ que contaríé -por fin- sobre los experimentos de psicotrónica (despuíés de la investigación piramidal, el más importante en el que he trabajado en grupo). Aún así­ omitiríé datos que puedan revelar identidades o comprometer a personas de las cuales no tengo su consentimiento para esta revelación. Por mi parte, estoy harto de callar cosas, a veces por precaución personal, otras por secreto impuesto, pero veo que lo peor que hay en estos tiempos, es la desinformación y confusión sobre temas que atañen a todos, tengan o no consciencia de lo que ocurre.

í‰ramos, en principio, amigos reunidos sin nuestro conocimiento de que las cosas no eran «casuales», con las mismas inquietudes y diversos conocimientos. Juan y yo, bastante formados en parapsicologí­a cientí­fica; Alberto es ingeniero tíécnico en electrónica y radioaficionado por herencia (hijo y nieto de radioaficionados), que en ese tiempo tení­a casi 50 años. Otro, militar de carrera, Mayor, con cultura general muy amplia y algunos conocimientos de psicologí­a social y guerra psicológica. Pedro era informático, agente de inteligencia militar y se incorporó porque necesitábamos un experto en electrónica e informática, arreglaba todo tipo de aparatos de medicina nuclear y ordenadores, que en aquellos años funcionaban con tarjetas y los más modernos con fósforo amarillo. Estos últimos no estaban en el mercado, sino que los tení­an las F.F.A.A.

El equipo fue reunido por el Coronel Aldo, por orden del Estado Mayor Conjunto.

Todos tení­amos alguna base teórica de psicotrónica, los modos de aplicación y referencias históricas, como la guerra de Vietnam y algunas avanzadillas experimentales de USA, sobre poblaciones latinoamericanas, especialmente con aparentes fines comerciales. En principio, el grupo no parecí­a oficial, pues nos reuní­amos dos o tres veces por semana para conversar el asunto y analizar las posibilidades de hacer cosas en un orden que el Mayor iba planteando. Yo habí­a sido contratado por el ejíército con la aparente misión de evaluar las capacidades psicológicas de oficiales y suboficiales (y con una tapadera de jardinero), pero tampoco sabí­a que el verdadero propósito era formar parte de ese equipo, destinado a estudiar, desarrollar y experimentar con armas psicotrónicas. Habí­a estudiado en el Panamerican Parapsicology Institute of Canadá, donde además de la licenciatura en psicologí­a se daba la primera licenciatura en parapsicologí­a. Aunque tení­a mis tí­tulos «ad referendum» en mi paí­s, el interíés estaba en que la inteligencia militar sabí­a que ese instituto, con una tapadera oficial canadiense, preparaba psí­quicos para experimentos al servicio de USA.

Estaba terriblemente ansioso -más que los demás- por pasar a la práctica, así­ que «pisando el palito» propuse que intentáramos construir un psicotrón, porque no tení­a ganas de perder el tiempo en charlas infíértiles. Como en realidad el sentimiento de los demás era idíéntico, comenzamos esa misma semana con un diseño teórico de un psicotrón. Pero nos faltaban elementos o eslabones en la cadena de aplicación práctica: No sabí­amos cómo controlar o estar seguros de estar en estado alfa o cómo entrenarnos para ello de modo fiable, y no tení­amos idea de cómo convertir una onda cerebral en una onda de radio que se pudiera emitir con efecto sobre otros cerebros. Lo habí­a estudiado en la teorí­a, pero la práctica planteaba problemas que se fueron resolviendo rápidamente, gracias a la perfecta composición del equipo humano.

Nuestro Mayor y jefe del equipo consiguió lo que nos faltaba: Un míédico; Pablo es neurocirujano y psiquiatra. Despuíés de unas cuantas reuniones estuvo listo el psicotrón teórico y más o menos diseñado el míétodo de entrenamiento. El aparaterí­o práctico demoró algunas semanas más, porque hubo que conseguir dos electroenfalógrafos, una radioemisora de gran potencia y algunos instrumentos más. Surgió entonces una cuestión en la que mis experimentos con pirámides fueron muy útiles. El campo magníético de la pirámide abarca un espectro muy amplio dentro del magnetismo sutil y además es estabilizante de la actividad cerebral, de modo espontáneo y natural, sin perjuicio alguno para el sujeto. Se me encargó la construcción de una antena piramidal, con una función que yo desconocí­a hasta ese entonces. Eso me demostró cuán avanzados suelen estar algunas investigaciones en el ámbito cientí­fico-militar. Los militares tambiíén habí­an experimentado con pirámides, pero no hallándoles aplicaciones destructivas, todo quedó archivado.

Cuando estuvo todo listo, nuestro jefe propuso poner el asunto bajo “secreto militar”, cosa que aceptamos en vista a la importancia y potenciales peligros del caso.

El Mayor consiguió una radio de 5.000 vatios de salida, en un lugar bastante alejado, y cinco militares más (desconocedores del experimento) formando nuestro «cerco preventivo».

Tras cerca de dos meses intensivos de entrenamientos y ensayos menores, se hizo la primera experiencia en un campo de trigo del que la mitad -longitudinal- fue arado. Como en la zona hay -al menos hasta aquellos años- plagas de langostas, que suelen arrasar los cultivos, estuvimos dos dí­as de guardia permanente, durmiendo en el lugar, hasta que se dio la ocasión. Los mejor entrenados (Juan y yo) debí­amos hacer que las langostas entraran al campo, que se fueran hacia el terreno arado, y volvieran luego al campo cultivado, alternativamente, describiendo un zig-zag. Esto no es posible por causas naturales, que las langostas lo hagan, así­ que comencíé el experimento poniíéndome en alfa, conectado al psicotrón y con un mapa-croquis sobre la mesa. Tení­a algunos bolí­grafos de diversos colores, para hacer marcas de intensidad si fuera necesario, etc.. El tíécnico controlaba mis ondas cerebrales y Juan me ayudaba a relajarme, concentrarme y dirigir el pensamiento, mientras los otros observaban desde la torre de la radio.

En pocos minutos, la manga de langostas se dirigí­a hacia el centro del campo, transversalmente, así­ que la indicación del Mayor fue que la dirigiera hacia el extremo más cercano. Así­ lo hice, convirtiíéndome mentalmente en un »yo langosta», centrando mi pensamiento en ser una langosta dirigente, afinándome con el espí­ritu grupal, cosa para la cual el entrenamiento fue imprescindible. Creo que lleguíé a «sentir-pensar» como langosta. Cuando escuchíé al Mayor decir, «¡Increí­ble!, esto es Increí­ble», me distraje, pero ya la manga habí­a entrado por el extremo y no por el medio. Mi compañero, en diez segundos, quedó en relevo, y yo en su lugar, ayudándole a concentrarse, induciíéndolo a sentir-pensar como langosta. Juan tomó el bolí­grafo rojo y fue llevándolo hacia el campo arado, donde no habí­a una brizna de vegetal comestible, salvo algunas hojarascas secas que raramente come la langosta. Otra vez el Mayor diciendo por el interfono, «¡Es increí­ble!… Pero ahora que vuelvan al campo». Así­ lo hizo «Juan-langosta» y medio minuto despuíés tomíé el relevo, repitiendo el proceso, con el agregado de hacer permanecer a las langostas «estacionarias» en el campo arado, hasta nueva orden. Lo conseguí­ por casi diez minutos, hasta que perdí­ la concentración, con lo que las langostas se avalanzaron sobre el cultivo.

El Mayor gritó «¡Que vuelvan al campo arado, que vuelvan al campo arado, no las quiero en el cultivo!» y «yo-langosta» volví­ a concentrarme. Las retuve unos minutos más allí­, hasta que me ordenó nuevamente el Mayor, llevarlas «disciplinadamente» al campo cultivado, sin comer nada. Las hice formar una fila cuadrada, las llevíé al cultivo y las hice avanzar un tramo de unos veinte metros sin comer nada, hasta el nuevo reemplazo. Juan estaba cansado y tenso, pero volvió a llevar a las langostas al terreno yermo, y tambiíén las mantuvo por varios minutos. Al Mayor se le ocurrió que las volviera a llevar al principio del terreno, en vez que hacia el extremo opuesto, pero el grupo se le dividió y la manga se dispersó bastante, así­ que sacudió la cabeza y se sacó los cables, y me puse nuevamente en su lugar. Yo tambiíén estaba cansado, pero logríé reunirlas imperativamente, amenazándolas conque serí­an quemadas (cosa que era cierto porque al final del campo, uno de los militares estaba con el lanzallamas preparado para combatir la plaga).

Las llevíé al inicio del terreno, y Juan, ofuscado consigo mismo, me pidió el relevo nuevamente. El Mayor dijo que si estábamos cansados podí­amos dar por terminado el experimento llevándolas hacia el extremo opuesto. Una vez en su sitio, llevó las langostas a lo largo de todo el terreno yermo, hacia donde el soldado esperaba para quemarlas. Pero tuvo que «convencerlas» que no les pasarí­a nada, porque evolucionarí­an espiritualmente y otros rollos mentales por el estilo, ya que mi amenaza anterior estaba presente en la memoria colectiva de las langostas. Ese fue el primero de los experimentos y ya pueden deducir los lectores lo que a partir de eso (con material relativamente precario y siendo unos pocos) puede hacerse con más personal entrenado y medios tíécnicos como los de hoy. El segundo experimento fue bastante más escalofriante, pero es importante tanto saber cómo funcionan estas cosas, así­ como las reglas de vida para estar realmente a salvo de influencias psicotrónicas.

EL SEGUNDO EXPERIMENTO

Tuvo una fase de preparación de unas diez semanas, en que, entre contentos y asustados por los logros del anterior, debí­amos rumiar bien lo ocurrido, porque lo que habí­amos demostrado era muy fuerte. El cerebro humano con un entrenamiento bastante más simple de lo que parece -aunque no tan fácil-, y con unos pocos medios tíécnicos, puede controlar una plaga como las langostas, enviarla a cualquier parte o facilitar su eliminación. Al experimento lo llamamos simplemente «Langosta», pero el archivo militar fue bautizado «Hamelin», que seguramente la mayorí­a conocerá la ¿Fábula? del flautista. Tení­amos un pequeño problema Juan y yo, que comentamos casi como aníécdota en el informe oficial, pero unos dí­as despuíés debimos conversarlo porque nos preocupaba. Esto puede parecer una ridiculez, pero os ruego no hacer como los idiotas, que se suelen reí­r de lo que no conocen… Nos sentí­amos langostas.

Si, tení­amos sueños, que nos los empezamos a contar sólo íél y yo, y nos empezamos a afinar de tal manera, que casi nos hablábamos sin palabras. Se habí­a establecido entre Juan y yo un lazo telepático, pero con algunos elementos muy desagradables. Soñábamos que íéramos langostas, y en muchos momentos hasta temimos convertirnos en langostas. Era una especie de obsesión psicótica, y cuando pensábamos racionalmente, sabí­amos que a lo sumo terminarí­amos en un manicomio, y hasta esa posibilidad era un alivio. No nos sentí­amos mal sintiendo como langostas. Era algo simple, difí­cil de explicar, pero que entraba en conflicto con cosas cotidianas. Juan empezó a temer al fuego, cuando le encantaba sentarse frente a los fogones, y yo le tomíé asco al trigo, que antes me daba igual que el arroz. Eso era lo más «objetivo», pero los sueños, imágenes y otras sensaciones durante la vigilia y especialmente poco antes de dormirnos, eran -si bien «subjetivas» e indescriptibles- sensaciones de langosta.

Ambos tení­amos ya, mucho más conocimiento de psicologí­a que los freudianos, así­ que era absurdo pensar en contar con apoyo psicológico, cuando para colmo, estábamos bajo secreto militar. Así­ que lo hablamos en el grupo, al que se habí­an sumado tres de los militares que siendo testigos del «Hamelin», era conveniente incluir, y afortunadamente, tras varias charlas, en que contábamos lo que nos ocurrí­a, todo volvió a la normalidad.

Creo que lo más acertado fue hacer una especie de «ritual», en que por medio del psicodrama nos «convertimos en langostas» (incluso tomíé dos capas impermeables verdes para asemejarnos más a las langostas) e hicimos una representación entre ridí­cula, muy humorí­stica y divertida, pero tambiíén muy seria.

A las indicaciones del Mayor nos fuimos convirtiendo en humanos nuevamente, despidiíéndonos para siempre de la vida de langosta. Yo tuve algún que otro sueño relacionado, pero Juan ninguno, posteriormente. Así­ que tras un tiempo de charlas y análisis de conveniencia y míétodo, diseñamos el experimento «Visitante Nocturno».

El Mayor diseñó un míétodo por el cual sólo íél y uno cualquiera -elegido por íél- del grupo sabrí­a quiíén serí­a el «conejito de indias» del experimento. Sólo sabí­amos que alguien serí­a «visitado por alguien en la noche», pero el único que conocí­a el «libreto» de lo que ocurrirí­a, era el Mayor que lo habí­a diseñado con conocimiento de los casos de abducción que ya ocurrí­an en USA, y que nosotros desconocí­amos completamente por esos años, salvo por unos artí­culos de la extinta revista Cuarta Dimensión.

El primer «visitante» que eligió fui yo, y la ví­ctima -el «visitado»- fue la persona supuestamente más cuerda y escíéptica del equipo: El tíécnico en electrónica, Pedro. Y Alberto -el radioaficionado- tuvo que apañárselas para reemplazarlo en algunas funciones con apoyo de uno de los nuevos, que tiene algunos conocimientos más sobre aparatos, y es míédico militar.

Me tuve que estudiar el libreto -muy similar a los que desde hace algunos años es de pública difusión televisiva- y convertirme en Pedro, viviendo la visita de un «hermanito extraterrestre». La noche elegida, los «abductores» fuimos a nuestra central, donde usamos una radio militar de sólo 1000 vatios y me conectaron a las dos y media de la mañana, a los aparatos. Me concentríé en el dormitorio de Pedro (la «ví­ctima») y finalmente era -mentalmente- yo mismo, el propio Pedro. Es decir que cuando me dijo el míédico que estaba en alfa, me convertí­ imaginaria y mentalmente en íél. Asumí­ todos los caracteres que recordaba de íél, y comencíé a «soñar» según el guión estudiado. La sesión de abducción duró unos doce minutos, y le modifiquíé algunas cosas que a mi parecer, le harí­an a Pedro -si resultaba- más llevadera la cosa, y menos traumática. Luego le informíé de los cambios al Mayor, lo que le pareció muy bien.

Al dí­a siguiente, la esposa de Pedro -tambiíén empleada del ejíército- llamó al Comando porque no podí­an ir a trabajar. El Mayor me avisó y fuimos inmediatamente a su casa. Estuvimos más de tres horas para tranquilizar a la esposa y convencerle a íél de que era parte del experimento según las pautas acordadas.

Cuando llegamos a media mañana, acababa de salir de la ducha, envuelto en un albornoz. Pero estaba muy demacrado y asustado. Le mostramos el libreto escrito por el Mayor, y yo le describí­ el «sueño» que yo mismo hice, con sus modificaciones correspondientes. Así­ y todo no podí­a comprenderlo.

«¡Me han dicho que tengo una gran misión!, ¡Y es así­!. Ellos saben todo lo que hacemos…!!, pero yo no se quíé hacer, ni por dónde empezar…»

Y tras nuestras pacientes explicaciones nos miraba incríédulo y nos decí­a que lo que habí­a vivido íél, no tení­a nada que ver con el experimento. Mientras tanto la mujer nos confirmaba que efectivamente, lo que le habí­a contado en la madrugada, era exactamente lo que nosotros decí­amos. Pero íél estaba empezando a mentir agregando cosas; buscaba llenar un hueco psicológico, necesitaba que aquello fuese verdad. Se lo pedí­a su «arquetipo redentor». Porque a muchos -y creo que a la mayor parte de los mortales- nos gustarí­a salvar al mundo. Y nos gustarí­a con delirio (nunca mejor dicho), que una civilización extraterrestre nos protegiera, nos sacara de la miseria moral, espiritual y económica en que se debate nuestro mundo; de la misma manera que un náufrago en una isla llena de peligros y sin sentidos, sueña con la llegada de un barco que lo rescate.

Pero la realidad -al menos en ese momento- era muy diferente. Habí­amos hecho un experimento y el peligro se poní­a en evidencia. Yo empecíé a sentir en ese mismo momento, una identificación con Pedro, como pocas veces la he sentido con un compañero o amigo. Me pasaba lo mismo que con Juan tras el «Hamelin», pero más intenso. Incluso me di cuenta que hablaba con su mujer como si fuera la mí­a, aunque el sentimiento era fraternal y no marital (quizá por el hecho de que yo estaba enamorado de mi esposa).

En un momento de la charla, sentí­ ganas de llorar y Pedro empezó a hacerlo desconsoladamente. Creo que la causa fue su angustia y me la trasmitió, porque yo estaba sereno, a pesar de todo. Pero en varios momentos, los argumentos de Pedro parecí­an convencerme. Y lo dije, así­ que el Mayor hizo un gesto de preocupación y con la mirada me mandó a callar. Cuando entendimos que Pedro tení­a ya claro que habí­a sido el sujeto de nuestro experimento y su vivencia un sueño inducido, nos fuimos, pero estuvimos preocupados hasta el dí­a siguiente, en que Pedro fue a la reunión normalmente. Me encontríé con íél en un pasillo y me dijo, medio en broma, medio en serio: «Si no fuera que te siento como a un hermano, te romperí­a los huesos».

Despuíés nos fuimos a la cafeterí­a y conversando pude quedarme completamente tranquilo porque íél lo habí­a asumido. Recordando lo hecho, analizándolo, catartizábamos todo para volver a la normalidad y sacar conclusiones.

El Mayor me dijo en esos dí­as, que me prepara porque a la semana siguiente habí­a que «abducir a Juan». Porque era importante saber la diferencia de reacción de una persona con un entrenamiento psí­quico mejor. Todos fueron entrenados por nosotros, pero ellos -como Pedro- llevaban sólo unos meses de trabajo. Juan era el mejor entrenado de todos; con menos tiempo de resistencia en concentración, pero con más intensidad y estabilidad. Es decir que se mantení­a en alfa menos tiempo, pero con una onda muy estable y el pensamiento muy concentrado.

Pero a la noche siguiente, yo fui abducido. Eso, aunque nadie -ni mi esposa- estarí­a dispuesta a creerme, fue lo que me ocurrió y tuve la vivencia que han tenido miles de personas desde hace poco menos de medio siglo. El hecho fue en algunas cosas, parecido a lo del guión que habí­amos usado con Pedro, pero yo no podí­a haber sido la siguiente ví­ctima del experimento, que era Juan, y para una semana en adelante…

Llamíé a las cinco de la mañana al centro de emisión psicotrónica, y nadie contestó, lo que confirmaba la realidad de mi vivencia, a pesar de que desde el hecho habí­an transcurrido casi dos horas y diez cigarros. Fui hasta el Comando y me dijeron en la guardia que el Mayor habí­a llegado hací­a un rato y se habí­a ido otra vez, y que seguramente estarí­a en su casa. Así­ que fui para allá, porque tambiíén estaba cerca, pero su mujer -lógicamente muy molesta- me dijo que no estaba. Volví­ a mi casa, tratando de mantenerme neutral, sin pensar, porque cada vez más me convencí­a de haber sido abducido realmente, y habí­an elementos en la vivencia, como un moretón en el brazo, que me indicaban que aquello no era un sueño. El extraterrestre me habí­a apretado el brazo con su enorme fuerza, y luego me habí­a pedido disculpas, al comprender mi fragilidad. Cuando lleguíé a casa me preparíé un cafíé, porque ya no volverí­a a dormir, y en eso estaba cuando llegó el Mayor, junto con Juan, y me fui con ellos porque no querí­a involucrar a mi mujer, ya bastante enojada con los habituales «secretillos militares y horarios dudosos» y no sabí­a si debí­a aguantar o ponerse celosa.

Así­ que estuvimos conversando el Mayor, Juan y yo hasta media mañana, y supe -más que nunca- por lo que habí­a pasado Pedro. ¡Aún sabiíéndolo todo!

Yo me habí­a tragado el anzuelo de que el próximo era Juan. Y a pesar de saber todo el asunto -al guión evidentemente se le habí­an cambiado unas cuantas cosas- estaba seguro de que habí­a sido abducido, y que los extraterrestres, sabiendo lo que estábamos haciendo, habí­an decidido intervenir.

Me mostraron el «nuevo libreto», exactamente como me habí­an ocurrido las cosas. Pero yo no estaba dispuesto a reconocer que se trataba de un sueño inducido. Me quedaban dudas. Especialmente porque tení­a una marca fí­sica, el moretón. Eso quedó sin explicación hasta que volví­ a mi casa, y le mostríé a mi mujer el brazo, porque no terminaba de aceptar que ella no se hubiera despertado cuando me estaban «visitando». Me dijo «A quien se le ocurre tratar de sostener esa moto…»

Y la mente dio un salto, como si se iluminara. Un par de dí­as atrás iba con un cubo de agua y toquíé mi moto que la tení­a sobre unos tacos de madera para cambiar la cadena, y cuando me di cuenta que se caí­a, puse el brazo, que se encajó entre el manillar y la palanca del embrague. Habí­a olvidado completamente aquello, y allí­ me di cuenta a nivel vivencial, como la mente tiende a «llenar agujeros» para sostener lo que un factor emocional desea hacer «real».

La verdad es que el libreto nuevo era mas agresivo y desagradable que el redentorista guión que usamos con Pedro, pero así­ y todo, yo querí­a que fuera real, o no podí­a creer que no lo fuera. Hicimos dos «abducciones» más y finalizamos esa etapa. Porque si bien nadie salió demasiado afectado, el peligro es muy grande. Además, se crea un estado psicótico que se suma a la afinidad telepática, lo cual pasa a ser muy comprometido en medio de esta civilización tan grotesca e injusta.

Pero dos años antes yo habí­a recibido una oferta de trabajo en proyectos de investigación paranormal en EE.UU.., que rechacíé de plano, al comprender que sabí­an absolutamente todo de mi. Y semejante interíés -además de la gran limosna- me hizo desconfiar. Así­ que preguntíé al Mayor si podí­a averiguar algo, ya que la mayorí­a de mis compañeros de estudio, habí­an aceptado aquella propuesta. Le di al Mayor un par de nombres y su posible lugar de residencia. Unos dí­as despuíés me dio la nómina casi completa de mis compañeros y su actual paradero: dos en manicomios y catorce en el cementerio, una en Míéxico y otro en Argentina (aparte mí­o), y los demás, desaparecidos buscados. En total íéramos cuarenta y dos. Los treinta y nueve que aceptaron fueron quizá, las primeras ví­ctimas de la Guerra Psicotrónica -al menos en Occidente-.

Podrán decirme todo lo que quieran los «hermanitos extraterrestres», a travíés de sus contactados, pero hasta la fecha, el único grupo cuya seriedad y pruebas de contacto me ha llamado la atención, es un pequeño grupo catalán que parecen tener contacto con los Intra-terrestres, y no con los «extra». Y por sus arquetipos y función, detecto que no hay tras ellos otro interíés que el de curar algunos casos psicosomáticos de allegados, e investigar objetivamente los fenómenos. Aclaro que no estoy negando con esto, la existencia extraterrestre o esporádicas visitas, pero como ya he dicho antes, ni deben ni pueden inmiscuirse en nuestros asuntos. Porque adentro de la Tierra y en los polos, están los dueños verdaderos del planeta. Nosotros somos habitantes circunstanciales a los que en cualquier momento nos echan de casa por inadaptados.

Todo lo demás que he visto sobre el tema, incluso entre personas de buena voluntad, pasa por la evidente manipulación psicotrónica, cuando no directamente psicológica por parte de pseudocontactados, como George Adamsky, Tuella, Eugenio Siragusa y Sixto Paz Wells, que no sólo no han dado prueba alguna jamás de sus contactos (ni siquiera una mí­sera profesí­a o al menos una cita que asegure la presencia extraterrestre en tal parte, tal dí­a, a tal hora). Hay casos en que la cuestión arquetí­pica religiosa es más evidente, como el de Verónica Lizana (Mendoza, Argentina) donde presenta en su libro «Isidris» una ciudad subterránea así­ llamada desde el tiempo de los Huarpes. Pero aparte de varias infantilidades y contrasentidos, dibuja la Estrella de David en las puertas de las naves de los intraterrenos.

La ciudad es posible que exista. Aparte de que según estudios de YPF en la región, hay una vacuoide enorme a gran profundidad, he sido testigo, junto a varias personas, de la circulación de luces (posibles vehí­culos), aparición de Hombres de Negro y otros fenómenos anómalos. Pero el agregado de la estrellita judí­a -igual darí­a que lleven la cara de cristo, la cruz, o la media luna y la estrella musulmana- indica una infiltración arquetí­pica, una manipulación ideológica-religiosa. Así­ se ha ido elaborando una «religión platillista», redentorista y mesiánica, como la de Ashtar Geran y diversos personajes de ficción.

Cabe reseñar que en USA hay una cifra monumental de «abducidos»: 4.850.000. La casi totalidad son gente de ciudad o de pueblos grandes… ¿Cómo es posible que nadie vea un vehí­culo y un rayo de luz llevándose a los secuestrados?… Salvo en la pelí­culas, claro… El mejor míétodo para apoyar un montaje psicotrónico o cualquier gran mentira, es combinación de arte, imagen, sonido, que enlaza lo que se nos quiere hacer ver, con nuestras propias emociones, que nos manipula haciíéndonos llorar o reí­r, sufrir por millones de muertos sin diferenciar la ficción de la realidad, o volar con las hadas y oí­r hablar a los animales… El Cine.

Hay sistemas o diseños psicotrónicos que se emiten sin ser percibidos en el momento, pero se activan en la mente cuando las ví­ctimas ven una «imagen llave» o determinadas palabras. Entonces no son uno o dos los afectados, porque eso da tiempo a emitir en una amplí­sima gama de frecuencias cerebrales y bajo una amplia variedad de arquetipos. Una pelí­cula taquillera es el mejor vehí­culo para detonar esa psicosis aumentada, diseñada e inducida con anterioridad.

Lo más lamentable en este rollo polí­tico, es que la Iglesia cada dos por tres está metida en los asuntos, aunque de manera ambigua hasta que decidan «meterse hasta el cuello», tal como parece que están haciíéndolo últimamente. No nos extrañe que en su momento aparezca la Virgen o Jesús en el cielo, a la vista de todo el mundo; porque ya en 1943 los ingleses ensayaron un sistema de holografí­a atmosfíérica, y esa tecnologí­a debe haber avanzado bastante en el lógico «top secret».

Quien haya sondeado la historia de la Iglesia Mormona habrá visto como algún «dios» proyectaba a Joseph Smit la imagen de un ángel (Moroni), que se le cortó tres veces y tuvo que recomenzar desde el principio. O sea que a la par de la psicotrónica pura, se suman los «efectos especiales» de las holografí­as y otras tíécnicas muy avanzadas y secretas, como la electro-magnetodinámica, con la que hacen pequeños «ovnis» para producir los dibujos de los Cí­rculos de las Cosechas… Ya les contaremos más en próximos artí­culos, porque ciertamente, la Realidad, aún dentro sus Lí­mites, es mucho más increí­ble que la ficción.

La manera de ponerse a salvo de ataques o manipulaciones psicotrónicas, psicológicas y engaños con «efectos especiales», irá en otros documentos, puedes empezar por separar tus propios pensamientos, de los producidos por tus falsos egos. Ese es el primer paso y puedes ir viíéndolo AQUí.

Parte II

Kama = Estrato; Manas = Alma. La Guerra Kamamanásica es la Guerra entre dos arquetipos o valor y contravalor máximo, que podemos comprender como la intención raí­z o causa fundamental del mal y del bien: Esclavitud y Libertad.

En enero de 1978 me llegó una carta del Panamerican Parapsicology Institute, adjunto a un certificado de calificaciones en que constaba que habí­a aprobado con excelentes notas, todas las asignaturas de la licenciatura en psicologí­a con especialización en parapsicologí­a. Debí­a ir a retirar mi tí­tulo tras cuatro años de intensí­simos estudios…

Fue una de las alegrí­as más grandes de mi vida, que pocos dí­as despuíés representó, como contrapartida, una de las más dolorosas decepciones. No por la calidad de los estudios, que era excepcional, sino por las intenciones polí­ticas con que fue creado el instituto y lo que se pretendí­a de sus egresados.

Una de las más exigentes asignaturas durante 3º y 4º año era Arqueometrí­a, y en ella se conjugaban tres materias de estudio aparentemente incompatibles: Fí­sica, Matemáticas y Proyecciones Psí­quicas. Estas últimas no tení­an una clasificación en la parte práctica, sino que se pretendí­a que al menos se conociera la teorí­a ( impecable, y muy comprobada despuíés). Pero… ¿Quíé tení­an que ver la matemática y la fí­sica con una experiencia como el viaje astral, el sueño, la proyección mental o fenómenos tan «psí­quicos» como la bilocación?

Pues mucho. No es posible separar la fí­sica y la matemática de ningún fenómeno. Muy a mi pesar, porque soy de los que cuentan con los dedos, tuve que encarar el aprendizaje teórico de lo psí­quico, montado en números y fórmulas.

La Arqueometrí­a estudia la relación y fenómenos entre materia y energí­a, y sin esa comprensión es imposible entender los fenómenos psí­quicos. Lo malo es que tras toda esta cuestión cientí­fica, hay una realidad POLíTICA, que todo lo tiende a monopolizar, en manos de gente carente de valores espirituales y íéticos.

Como habí­a logrado saltar de la teorí­a a la práctica, realizando algunos viajes astrales, proyecciones mentales perceptibles y otros efectos, me visitaron dos señores para ofrecerme un trabajo extraordinario: Seguir «estudiando» en un laboratorio más especializado aún, con un sueldo equivalente a diez veces el de mi padre, con ventajas diversas y sólo debí­a aceptar algunas pautas aparentemente «lógicas», como irme a vivir definitivamente a USA. Me preguntaba porquíé a USA, si el Instituto era canadiense; porquíé los visitantes portadores de tan interesante ofrecimiento eran yanquis; porquíé la invitación vino apenas dí­as despuíés de informárseme sobre mis calificaciones…

En una conversación, en la que debí­a ser «secreta», puse como condición que se me permitiera la compañí­a de mi padre, que además de buen consejero toda la vida, era muy perspicaz y dos mentes compatibles piensan mejor que una. Luego de una media hora, nos miramos con mi padre y dijimos al uní­sono «saben demasiado sobre nosotros».

Los dos sujetos se miraron entre ellos y se dieron cuenta que «habí­an metido la pata». Se les escaparon detalles que sólo podí­an conocer en un contexto de investigación personal muy profundo; así­ que inmediatamente les dije que no me interesaba la propuesta. Hubieron otros intentos de convencerme, pero yo ya tení­a claro que no querí­a formar parte de ese «algo» que me olí­a muy mal.

Cuando unos pocos años despuíés pude conocer, gracias a gestiones de inteligencia militar de mi paí­s, lo ocurrido con mis compañeros de estudio, me horroricíé de pensar lo que me habrí­a ocurrido si me hubiera dejado tentar: De cuarenta y dos alumnos, dos estaban con camisa de fuerza, catorce muertos, veintitríés en paradero desconocido, buscados por sus familiares, y sólo tres vivos y hallables: una mexicana, otro argentino y yo… Los tres que no aceptamos el dulce.

Analizando nuestros avances en un equipo cientí­fico militar, y mis propios desarrollos, no me cabe duda del potencial que significa para una nación dominadora como USA, contar con un grupo de gente que puede salir en astral y meterse conscientemente en casi cualquier parte sin ser percibido. Es, simplemente, ser un fantasma invisible, consciente, con clara memoria de lo que se ve y oye. Si se sale diariamente, en un par de meses es posible permanecer consciente más de media hora en astral. Ello significa -con algún entrenamiento más- poder meterse en una caja fuerte de cualquier tamaño y leer los libros o documentos que hayan allí­ aunque estíén cerrados.

Más fácil aún resulta pasear por instalaciones bíélicas, silos nucleares y todos los etcíéteras que fueran necesarios para un espí­a psí­quico. Hay una serie de condicionamientos, como el hecho de que es muy fácil viajar en astral de norte a sur o de sur norte, pero es muy difí­cil cubrir grandes distancias transversalmente a las lí­neas magníéticas del planeta.

Salir en astral en Buenos Aires para ir a Georgetown, 4.600 kilómetros al norte, o desde Quebec (Canadá) hacer 11.100 kilómetros hasta Punta Arenas (al sur de Chile), es más fácil que ir desde Barcelona a Lisboa, porque los casi mil kilómetros de Este a Oeste son durí­simos. Ir en astral sobre el agua (para aquellos que pretenden cruzar el ocíéano), es más difí­cil aún. A favor de los meridianos el asunto es menos problemático, pero aún así­, para cruzar extensiones de agua hay problemas.

En 1985, un grupo internacional independiente, liderado por el psí­quico brasileño Mauricio Boraldo, me invitó a formar parte de un proyecto en el que no pude participar por cuestiones económicas. Intentaron cuatro viajeros en astral, cruzar desde la ciudad turca de Ordu hasta Moscú, a fin de probar la posibilidad de hacer espionaje psí­quico y conocer si existirí­a por parte de la URSS algún tipo de defensa en tal sentido; pero los cuatro viajeros astrales no podí­an mantenerse «en vuelo» sobre el Mar Negro y volví­an al cuerpo con cierta violencia. Ante los repetidos fracasos, consiguieron ir semanas despuíés a la ciudad rusa de Mariúpol, a 960 kilómetros al sur de Moscú.

Allí­ no tuvieron inconvenientes con el viaje astral, pero si en el lugar de destino. Pudieron entrar sin problemas a algunas instalaciones militares, pero cuando ingresaron a cierta dependencia de gobierno, se encontraron con una «patrulla psí­quica» compuesta de algunas decenas de hombres y mujeres muy entrenados que les persiguieron hasta su lugar de origen. Uno de los osados viajeros no lograba entrar a su cuerpo y quedó en aparente shock catalíéptico. Intentaron sin resultado, reanimarlo con masaje cardí­aco, hasta que dos de los regresados volvieron a salir en astral, para encontrarse conque varios de los perseguidores le retení­an al «shockeado» y no le permití­an entrar a su cuerpo. Tras una pequeña y confusa pelea consiguieron liberarle y volver todos a sus cuerpos fí­sicos.

Media hora despuíés, justo cuando abandonaban en un taxi el hotel en que se alojaban, vieron llegar varios camiones militares y lograron salir del paí­s porque consiguieron de inmediato un charter privado a Bulgaria.

Los viajes astrales, lejos de lo que mucha gente cree hacer, son viajes fí­sicos en cierto sentido. El cuerpo astral de un adulto de ochenta kilos, pesa 2,7 gramos. No resulta visible en condiciones normales para la vista fí­sica de la mayorí­a de las personas, porque su tasa vibratoria está sobre los trillones de ciclos por segundo, pero su peso se ha comprobado colocando a los viajeros astrales sobre una camilla-balanza. Al abandonar el cuerpo fí­sico, la balanza acusa inmediatamente la diferencia. En el caso de muerte, el peso perdido es algo mayor, porque tambiíén se desprende y disuelve una parte del cuerpo mental (áurea Kirliam).

Mucha gente cree hacer viajes astrales, utilizando un proceso de relajación y visualización, pero ello no es más que una «oniria», un viaje absolutamente imaginario. Algo así­ como una pelí­cula autoproyectada.

Los riesgos del viaje astral no son despreciables, y conviene conocerlos antes de intentarlo:

1) Un ruido estridente o un movimiento brusco que afecte al fí­sico, puede hacer volver violentamente al astral, causando daños cerebrales o en el mismo cuerpo astral.

2) La hipotermia es otro problema. Es algo mayor que durante un desmayo o un shock. Mientras mayor es el estado de consciencia en astral, mayor es la hipotermia. Aunque haga calor, es necesario dejar el cuerpo fí­sico bien abrigado.

3) El mayor de todos los peligros, es el MIEDO. Una persona que puede asustarse o sentir cosas desagradables cuando ve una imagen monstruosa, hará muy bien en no intentar una experiencia astral, porque ese plano vibracional abarca un espectro muchí­simo más amplio que el plano percibido fí­sicamente. Por lo general, las primeras salidas no son al nivel que permite ver, desde el astral, el plano fí­sico. El viajero que sale por primera vez conscientemente, suele hallarse en «cualquier lugar», aunque no «lejos» fí­sicamente, no ve su entorno fí­sico, sino lo que haya alrededor en una determinada tasa vibratoria. Las imágenes, objetos, seres y proyecciones mentales difusas que puede encontrar son tan variadas que abarcan desde cosas hermosas hasta las más monstruosas que pueda imaginarse. Muchas de esas cosas reaccionarán de acuerdo a la actividad mental del sujeto.

Dada la plasticidad enorme de la materia astral, si el sujeto ve un monstruo (que puede ser una proyección mental elaborada por un dibujante de comics o por un cineasta), y se imagina por una fracción de segundo que el monstruo le atacará, pues eso mismo ocurrirá. Su pensamiento, aparentemente innocuo en el plano fí­sico, resulta miles de veces más potente con relación a la materia astral.

Suele costar bastante a casi todas las personas, y casi nada a unas pocas, lograr permanecer en el astral sin apenas contacto con elementos de ese plano. Cuando se adquiere la práctica suficiente, es posible moverse en astral viendo, oliendo y oyendo sólo el entorno fí­sico, caminar, volar o trasladarse muchos kilómetros en un instante. El gusto y el tacto quedan completamente anulados respecto al fí­sico. Cuando se tiene ese dominio de la situación y se aprenden unos cuántos trucos, es cuando el viajero puede ser un «espí­a psí­quico» apto. No obstante, las cuestiones de íética tambiíén generan karma, de modo que quien use esa capacidad, no tiene modo de librarse de sus consecuencias, buenas, malas o innocuas, según su intencionalidad.

TULPAS Y PROYECCIONES:

Otra de las tíécnicas aplicadas a la Guerra Kamamanásica, son las proyecciones y los Tulpas. Esencialmente son la misma cosa, pero con una gran diferencia de intensidad y densidad:

a) LAS PROYECCIONES MENTALES se utilizan para imprimir en una atmósfera o un lugar determinado, una imagen. Esa imagen, si posee además de la densidad propia de la materia mental adecuadamente programada, una carga emocional y arquetí­pica, es algo que tiene mucha influencia sobre las personas que frecuentan el lugar. Un Ejemplo: Si en un sitio donde habitualmente hay desarmoní­a imprimimos mentalmente una imagen bella, armónica, que invite a la mente a armonizarse, bajaremos -por contrapolación- la intensidad de los factores desarmónicos.

Si en un templo de una religión determinada imponemos así­ los sí­mbolos de otra, estarí­amos haciendo una infiltración arquetí­pica «psiónica» (Psiónica es el uso directo de la influencia mental, y «psicotrónica» cuando es ayudada por la electrónica). Las «Oraciones de Misión» que hicieron los jesuitas en Sudamíérica, donde el grupo de misioneros imaginaba mientras rezaba, que el templo aborigen e convertí­a en iglesia, dio en la realidad resultados muy concretos. Allí­ operan dos fenómenos: a) La imposición y precipitación de la proyección en el lugar, y b) La predisposición personal de los visualizadores, que quedan más ligados karmáticamente a dicha precipitación.

b) EL TULPA es una imagen que tiende a permanecer en el plano en que se la crea, pero puede moverse, programarse… Es, por ejemplo, la imagen del propio visualizador; un «doble etíérico» falso. En vez de materia mental sola, tiene una proporción de materia astral, proveniente del propio cuerpo astral del visualizador. El Tulpa es una ríéplica casi exacta del conjunto astral-mental del sujeto. Si se hace bien, puede tener un peso de entre tres y cinco gramos, con un volumen idíéntico al del cuerpo fí­sico, y ser visto con la misma nitidez, a pesar del escaso peso e impalpable densidad.

Es posible generar cualquier tipo de imagen: Un animal, un monstruo, etc.. Y de hecho, existen cantidades enormes de proyecciones mentales que podrí­an convertirse en Tulpas si se los dotara de la densidad astral adecuada. Las proyecciones mentales de los cineastas son dotadas muchas veces, de cierto grado de poder por los millones de personas que replican mentalmente la proyección cinematográfica. Por fortuna no existe una coherencia interpretativa en las imágenes, y íésto hace que queden «borroneadas» e inefectivas. Pero un psí­quico bien entrenado, que practique el Tantra (que no derrame su energí­a seminal), que practique la yoga propia de su raza diariamente, puede hacer Tulpas muy potentes y con duración de varios años. Hacerlos palpables ya es otra cosa. El tipo de materia requerida serí­a plasmática (psicoplasma) y la cantidad requerida serí­a enorme. En las crónicas tibetanas hay sólo un par de casos de este logro tan impresionante, respecto a Tulpas de la propia persona, aunque hay varias narraciones -e incluso tíécnicas- sobre dotar de materialidad a objetos simples, como vasos, puñales, etc.. Cabe aclarar que sin la formación adecuada, es decir la práctica ininterrumpida por muchos años del Tantra y la Yoga, no hay tíécnica que valga. Quien derrame su energí­a sexual en vez de transmutarla, jamás logrará hacer más que inconsistentes proyecciones mentales.

El Milagro de los Panes y los Peces, de Jesús, pudo haber sido un tipo de «precipitación» similar, digamos que hizo Tulpas de panes y peces, pero en el máximo del fenómeno de precipitación, con los que el objeto precipitado adquiere densidad completamente material, molecularmente idíéntica al «molde» empleado. Actualmente -y como lo han hecho muchos maestros a lo largo de la historia- Sai Baba, en la India, produce los mismos fenómenos, que mucha gente escíéptica ha intentado desmitificar con filmaciones en cámara lenta y otros recursos, para concluir en que tanto el «bibuti» (cenizas astrales, similares a la de los inciensos), como algunas joyas, son autíénticas precipitaciones. De todos modos, para los investigadores escíépticos como el autor de este artí­culo -y a pesar de conocer por práctica y experiencia la producción de Tulpas- todaví­a no es posible afirmar la veracidad de los fenómenos de Sai Baba, por falta de contacto personal con íél y comprobación directa.

Al margen de los fenómenos que podemos llamar «paranormales», que de por si pueden tener muchas veces igual apariencia pero diversos orí­genes o míétodos, existe otra faz de la Guerra Kamamanásica, más sutil, más simple si se quiere, pero no menos importante. Si bien la Psicotrónica y sus variantes (así­ como los fenómenos relacionados) son el arma -o conjunto de armas- más sofisticada en esta Guerra, la INDUCCIí“N DE IDEAS Y EMOCIONES es sin duda la mayor arma en cuanto a uso masivo.

La cinematografí­a, la televisión, los libros, la prensa oral y escrita y la infiltración de las instituciones son el campo de batalla principal. Pero sobre esta parte de la Guerra Kamamanásica hablaremos en el siguiente artí­culo.

Grupo Askasis

LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Gabriel Silva, Psicotrónica: espionaje astral, manipulación psí­quica, supuestas abducciones, histerias colectivas, estupidización de masas, fenómenos paranormales de diferentes orí­genes y etiologí­as…
Parte I
http://www.askasis.com/esoterica/articulos/psicotronica_1.htm
Parte II
http://www.askasis.com/esoterica/articulos/psicotronica_2.htm
Video-Manipulación Psicotrónica – Entrevista a Gabriel Silva, donde da cuenta de los experimentos en manipulación mental psicotrónica que llevó a cabo junto con su equipo cuando trabajaba para el cuerpo militar argentino.
Gabriel Silva, El verdadero origen de los Ovnis

http://redconcienciaplanetaria.blogspot.com.ar/2011/02/manipulacion-psicotronica-entrevista.html
Gabriel Silva, El verdadero origen de los Ovnis

http://www.askasis.com/OVNIS/guerra_secreta.htmhttp://www.askasis.com/OVNIS/ovnis.htm

NOTA: Hay más material afí­n en los sitios del Grupo Ruanel y Grupo Obnosis


http://gruporuanel.blogspot.com.ar/p/quienes-somos.html
https://horaciovelmont.wordpress.com/2014/11/12/lista-completa-de-temas/