"Hemos vendido nuestra alma al diablo por dinero"
Publicado en Expansión por Miquel Roigy Daniel Badía
A las 3:58 de la tarde del 5 de abril de 2007, un empleado de la agencia de calificación de críédito Standard & Poor’s en Nueva York comenta a un compañero suyo que la operación en la que están trabajando «es ridícula».
El compañero le responde que, efectivamente, el modelo de ráting que están usando para calificarla «no captura la mitad del riesgo». Ante las dudas del primero sobre si deberían emitir un ráting o no, el segundo le saca de dudas: «Calificamos todas la emisiones [...] Podría estar estructurada por vacas y todavía la calificaríamos».
Una transcripción de esta conversación, mantenida a travíés internet, es uno de los documentos que el Comitíé de Supervisión de la Cámara de Representantes del Congreso de EEUU esgrimió durante la comparecencia de los altos ejecutivos de las tres principales agencias de ráting -S&P, Moody’s y Fitch Ratings-. Los tres directivos trataron de explicar por quíé habían calificado con ráting triple A (que indica la mayor seguridad posible de la capacidad de un emisor de hacer frente a sus deudas), unos activos que no eran merecedores de ello.
Estos activos eran, sobre todo, titulizaciones de críéditos hipotecarios estadounidenses, que incluían una cantidad importante de príéstamos de baja calidad (subprime), que fueron vendidos con ráting AAA a entidades financieras de todo el mundo, que confiaron ciegamente en esa calificación sin emprender un análisis del producto que estaban comprando.
El volumen de titulizaciones estadounidenses (hipotecarias y no hipotecarias) entre 2005 y 2007, supera los 4,5 billones de dólares. No todas ellas son de mala calidad, pero desde el inicio de la crisis las entidades financieras de todo el mundo ya han provisionado píérdidas de 516.000 millones de dólares.
Anteojeras
Pero no se trata de un problema exclusivo de S&P. Durante la sesión, salieron a la luz otros documentos, como la declaración de un empleado anónimo de Moody’s, que ponía en duda la validez de sus calificaciones.
«Me parece que hemos estado llevando anteojeras y que nunca hemos cuestionado la información que se nos daba [...] Esos errores, combinados, nos hacen parecer o bien incompetentes para el análisis crediticio, o bien que hemos vendido nuestra alma al diablo por dinero, o un poquito de ambas cosas», afirmó el empleado en una encuesta interna a finales de 2007.
Estos documentos recuerdan a aquellos e-mails que los analistas bursátiles de lo grandes bancos de inversión se enviaron en plena burbuja tecnológica de finales de los noventa, en los que reconocían que algunas de las acciones que recomendaban comprar, eran «basura». El proceso judicial de entonces se cerró con una multa de 1.400 millones de dólares a diez bancos de inversión.
El consejero delegado de Moody’s, Raymond McDaniel, aseguró durante su comparecencia que la agencia había desarrollado sistemas para prevenir los confilictos de interíés. Sin embargo, el Comitíé sacó a la luz un documento en el que el propio McDaniel ponía en entredicho la efectividad de esos controles, y sembraba dudas sobre la calidad de las calificaciones: «Los analistas y los directores generales estaban continuamente presionados por banqueros, emisores e inversores, cuyas opiniones podían influir en el juicio sobre el críédito [...] Esto, unido al fuerte íénfasis interno en la cuota de mercado y en los márgenes, constituye un riesgo para la calidad de los ratings crediticios», aseguró McDaniel en una reunión con directivos de Moody’s en octubre de 2007.
Por su parte, Deven Sharma, presidente de S&P, reconoció que «una serie de supuestos previos que utilizamos para preparar ratings sobre titulizaciones hipotecarias no funcionó», pero aseguró que la compañía ya había iniciado procedimientos para corregir sus errores: «Nuevos procedimientos de buen gobierno y controles designados a salvaguardar la integridad de los ratings; cambios analíticos en los análisis; hacer llegar y compartir nuestro supuestos con el público; y nuevas maneras de comunicar y explicar al mercado los ratings, su utilidad y sus limitaciones».
En cuanto al intercambio de mensajes de sus analistas, aseguró que el «inapropiado» lenguaje utilizado, «no prueba mala conducta» y «no refleja la cultura de la firma».
Pero las agencias no solamente han recibido críticas por haber calificado inadecuadamente las titulizaciones hipotearias. La caída de grandes entidades financieras con elevadas calificacioens crediticias tambiíén ha despertado reproches, a la vez que ha recordado quiebras como las de los gigantes estadounidenses Enron y WorldCom.
Lehman Brothers, que entró en proceso concursal el pasado 15 de septiembre, contaba ese día con un ráting A; su compatriota Bear Stearns. que tuvo que ser rescatado el pasado 14 de marzo, mantenía una calificación de BBB; y la aseguradora AIG, que vivió una situación similar a mediados de septiembre, cayó con A-. Estos ráting son más elevados que los de algunas entidades españolas. Pero la respuesta de las agencias es la similar que en otras crisis: que hacen la mejor valoración posible con la información de la que disponen.
Los líderes políticos y los bancos centrales ya han lanzado algunos dardos envenenados contra las agencias de ráting, y han dado los primeros pasos para mejorar su operativa. Uno de los momentos clave será probablemente la cumbre que se celebrará el próximo 15 de noviembre en Washington, en lo que ya se ha bautizado como el segundo Bretton Woods.
La cadena de errores de la crisis1- Brókeres de hipotecas: Los brókeres hipotecarios relajaron sus criterios de concesión de críéditos, porque luego vendían esa hipoteca a cambio de una comisión y se quitaban de encima el riesgo de impago.
Se concedieron hipotecas a los denominados ninja, que responde a No Income, No Job, no Assets, es decir, a personas sin ingresos, ni trabajo, ni activos. De ahí surgieron las hipotecas subprime. Durante el tiempo que se revalorizó la vivienda en EE UU no hubo apenas problemas, pero tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, los ninjas dejaron de pagar y dispararon la mora.
2- Estructuradores de titulización: Los bancos de inversión compraban estas hipotecas a los brókeres y las empaquetaban en vehículos de inversión, que ofrecían una rentabilidad más elevada de la habitual en este tipo de activos. Esto atraía a inversores institucionales -bancos y fondos de inversión- que se lanzaron a comprar estos activos. Al venderlos, las firmas de inversión se desligaban del riesgo de los críéditos basura.
3- Las calificadoras: Las agencias de ráting otorgaron la máxima calificación AAA a las titulizaciones hipotecarias contaminadas con activos tóxicos. Sin embargo, el valor de estos fondos de titulización se ha desplomado y las agencias se han visto obligadas a rectificar y a rebajar la calificación a muchos de ellos.
Según datos de Bloomberg, desde 2005 hasta el tercer trimestre de 2007, S&P calificó con AAA 855.000 millones de dólares en titulizaciones con exposición a hipotecas basura. La compañía ha rebajado la calificación al 17,6% de todas estos vehículos, aunque más del 94% todavía mantienen el nivel de grado de inversión.
4- Los inversores institucionales: El reglamento de Basilea IIrecomienda que los inversores no sólo se guíen por el ráting que tenga el activo. Además, deben hacer su propio due diligence o análisis interno.