Por... Rafael Puente
Hemos visto en televisión a nuestro Vicepresidente informando sobre los próximos compromisos de endeudamiento con la República Popular China, y explicando sus indudables ventajas. En todo caso el propio Vicepresidente reconoce que el monto total del endeudamiento es muy grande (7.400 millones, repartidos en varios críéditos); y por tanto debiera haber un mínimo espacio para el debate y la participación ciudadana…
Para empezar siempre cabe preguntarse si, teniendo las iníéditas reservas fiscales que tenemos se justifica que nos endeudemos de esa manera (donde pagamos intereses a otro estado, mientras los que se benefician de los intereses de nuestras reservas son los de siempre —con o sin embajador, quíé más da—). Pero parece que los expertos en economía sí le encuentran justificación a esta aparente contradicción…
En segundo lugar es evidente que el monto de la deuda no hay que calcularlo en sí mismo sino en comparación con nuestro PIB. Y realmente en comparación con nuestro PIB este endeudamiento que se viene resulta notablemente inferior a aquíél en que nos metió la dictadura de Bánzer, y no es mucho mayor al que había el año 2005 (la deuda constituía un 31 % del PIB). Y mucho menos si comparamos nuestro probable 35 % de endeudamiento —a partir de estos críéditos chinos) con el más de 100 % de los Estados Unidos…
En cuanto a los intereses (entre el 1 % y el 4%), no parecen excesivos, aunque ya han salido opiniones que afirman lo contrario. Incluso algunos de los críéditos aparecen de carácter concesional. Y no olvidemos que ese 4 por ciento es inferior a la inevitable depreciación de la moneda. Por tanto no es cosa de estar en desacuerdo con todo, sino de analizar las cosas serenamente.
Pero sí hay tres temas que dan lugar a la preocupación, y por tanto al debate público y participativo. El primero son los objetivos del endeudamiento. Las tres carreteras que pretenden integrar la región amazónica indudablemente se justifican, como se justifica el arreglo definitivo del famoso Sillar y la vía fíérrea de Motacucito a Puerto Busch. En cambio aparece totalmente desmesurado el proyecto de construcción de un super-estadio en Cochabamba para los juegos ODESUR (estadio que según los entendidos se llenará cada treinta años), cuando cada día se muere gente por falta de atención de salud; y menos aún el de la central hidroelíéctrica de Rositas, que será a costa de destruir esa misma Amazonía que se trata de vincular…
El segundo tema discutible es el de que las empresas que realizarán esos proyectos tengan que ser chinas. “Siempre ha sido asíâ€, nos dice nuestro Vicepresidente. Efectivamente, por eso nos alarma la idea, porque tenemos amarga experiencia, por ejemplo con empresas brasileras que aprovechaban (se aprovechaban de) críéditos brasileros. “El país se encargará de que no haya corrupciónâ€, añade el Vicepresidente; ¿ah sí?, ¿igual que se encargó en el caso de Misicuni y en el caso del Mutún?, podríamos preguntar nosotros (por ejemplo).
Pero hay un tercer tema, que en realidad es más una preocupación que un dato oficial, pero no por eso menos importante. ¿Será cierto que por lo general las empresas chinas traen tambiíén sus propios obreros, mejor dicho sus propios esclavos? Porque parece que así entienden el “socialismo†los continuadores de Mao: traen masas de ciudadanos desempleados y los emplean aquí (con un dinero que nosotros vamos a pagar), prácticamente sin salario (o con un salario ridículo), y para beneficio de los nuevos ricos de la China; en lugar de que los proyectos que encara el estado boliviano sirvan para dar trabajo a trabajadores bolivianos y bolivianas (que buena falta nos hace), y con salarios dignos. Si no es el caso, retiro la pregunta; pero preocupa saber que hay días en que el SEGIP o el Servicio de Migración casi no pueden atender al público boliviano porque están atendiendo prioritariamente a una masa de ciudadanos chinos…
No podemos oponernos dogmáticamente al endeudamiento, pero creo que sí tenemos derecho de pedir explicaciones de temas como los antes enunciados.