El fondo de inversión libre EQMC –impulsado y gestionado por N+1– es un híbrido que ha sabido reunir lo mejor del capital riesgo y de la inversión bursátil. Sus responsables seleccionan un puñado de compañías (nunca más de 12), toman una posición relevante en el accionariado, e intervienen en la gestión de las firmas para generar valor y la mantiene en cartera de tres a cinco años. La estrategia de este hedge fund con sello español ha dado resultados:en 2015 su cartera se ha revalorizado un 37% y el acumulado de los últimos tres años supera el 100%, así que los inversores que entraran en el fondo en 2012 (solo institucionales) han duplicado su participación.
“La estrategia de inversión se podría resumir de una forma muy gráfica:se trata de fichar a Cristiano Ronaldo cuando se ha hecho un esguince de tobillo y el mercado empieza a dudar sobre su rendimientoâ€, apunta Francisco de Juan, gestor del fondo.
Su universo de inversión es el de las compañías cotizadas europeas de pequeña capitalización, compuesto por más de 7.000 firmas. A partir de ahí, seleccionan las que tienen mayor capacidad de generación de caja y de retornos de capital (analizando plazos largos), lo que reduce el círculo a unas 600 empresas. Tambiíén descartan todas aquellas dedicadas al sector inmobiliario, al biotecnológico o a los sectores regulados.
“Queremos firmas cuyos modelos de negocio podamos analizar con claridad, pero que, por alguna circunstancia, estíén infravaloradas por el mercadoâ€, explica Jacobo Llanza, responsable del área de gestión de activos de N+1.
Mientras que los fondos suelen tener más de 50 compañías en cartera, EQMC tiene poco más de una docena. “A veces nos dicen que esa concentración supone un riesgo, pero nosotros no lo vemos así. Al estar tan encima de las empresas y de sus directivos, podemos anticiparnos a los problemas que puedan tenerâ€, apunta Lanza.
Un capital semilla como punto de partida
El fondo de N+1 analiza superficialmente entre 60 y 70 compañías cada año; con detalle, tan solo 20 o 25; se llegan a proponer de ocho a 10 inversiones, y tan solo se ejecutan tres. Además, la entrada en el accionariado es muy prudente. “Normalmente tenemos posiciones semillas, tomando no más de un 1% del capital. Desde que entramos, puede pasar un año durante el que conocemos más la compañía y a su equipo gestor. Si nos convence, subimos hasta tener al menos un 5%, y nos planteamos si nos interesa entrar en el consejoâ€, explica Francisco de Juan. “En algunas ocasiones tenemos relación con otros accionistas con los que nos alineamos para buscar un mismo objetivo. Si estamos solos, intentamos llegar 15-20% del capitalâ€.
Una de las peculiaridades de EQMC es que es único en su especie. Esta figura que combina el mundo de los hedge funds y del capital riesgo no existe apenas en Europa –sí en Estados Unidos, donde llevan funcionando 25 años–. Además, su universo de inversión les lleva a posicionarse fundamentalmente en compañías no españolas. “Ahora solo tenemos una firma española, pero durante tiempo no hemos estado en ningunaâ€. Invierten sobre todo en empresas alemanas, británicas, suizas...
“El caso típico sería una empresa alemana con una capitalización de 300 millones de euros, gestionada por un consejero delegado que tiene experiencia industrial, pero no financieraâ€, relata Jacobo Llanza. “Nosotros aportamos capital, ideas y trabajo, buscamos alinear los intereses de los gestores con los de los accionistas, para poner a catalizar el desarrollo de la compañíaâ€.
Las casuística son variadas. En la firma alemana WashTec –líder mundial en túneles de lavado– se aliaron con otros accionistas de referencia para cambiar al presidente, fichar a un ejecutivo que relanzar el negocio y crear un plan de incentivos que premiara a los gestores con acciones si creaban valor en el largo plazo. “Era una compañía buenísima, sin nada de deuda, con capacidad de generación de caja, pero faltaba iniciativaâ€.
Desde Vidrala hasta Club Med
EQMC invierte en compañías que tienen algún tipo de complicación en su visión de negocio, problemas en la alineación de intereses entre gestores y propietarios, o una estructura accionarial difícil. Un caso paradigmático fue Vidrala. “BBVA estaba en el capital desde hacía díécadas. Había más de 80 primos que tenían participaciones. Unos querían salir, otros dar un paso hacia delante. El fondo compró, junto con otros accionistas, la participación de BBVA, luego impulsamos una política de adquisiciones, que hizo que la empresa duplicara el tamaño en poco tiempo. A partir de ahí, la empresa voló en Bolsaâ€, resume Jacobo Llanza.
En otras ocasiones, el capital semilla que plantaron no dio sus frutos. Fue el caso de la francesa Club Med, donde los directivos no llegaron a congeniar con la estrategia planteada por el fondo.
Miguel Moreno Mendieta