Por... Martin Wolf
EEUU y Europa todavía viven con el legado de la crisis financiera de 2007-09 y la crisis posterior de la eurozona. ¿Es posible que unas mejores políticas pudieran haber prevenido ese resultado? Y, en caso afirmativo, ¿cuáles podrían haber sido?
Ya está en marcha una recuperación, pero sólo en un sentido limitado. El cambio en el Producto Interno Bruto (PIB) de los países afectados por la crisis es ahora casi universalmente positivo. Pero el PIB sigue estando muy por debajo de lo que podría haberse anticipado de acuerdo con las tendencias anteriores a la crisis. En la mayoría de los casos, el crecimiento no se ha recuperado, principalmente debido a la disminución en el crecimiento de la productividad. En la eurozona, el PIB aún estaba por debajo de los niveles previos a la crisis en el segundo trimestre de 2015. En los países miembros afectados por la crisis, un retorno a la producción al nivel anterior a la crisis está todavía muy lejos. Ellos sufrirán díécadas perdidas.
De una muestra de 23 países de altos ingresos, el Prof. Laurence Ball de la Universidad Johns Hopkins concluyó que las píérdidas de la producción potencial oscilaban entre cero en Suiza y más del 30 por ciento en Grecia, Hungría e Irlanda. En conjunto, íél concluyó, se pensaba que la producción potencial de este año iba a estar un 8.4 por ciento por debajo de lo que su trayectoria antes de la crisis hubiera predicho. El Prof. Ball anotó que el daño ocasionado por la Gran Recesión es casi equivalente a la desaparición de la economía de Alemania.
Una conclusión central de la obra del Prof. Ball y, más recientemente, de la de Antonio Fatás de Insead y de Lawrence Summers de Harvard, es que las estimaciones de la producción potencial coinciden con la producción real. Esto sugiere que la “histíéresis†— el impacto de la experiencia pasada en el rendimiento posterior — es muy poderosa. Las posibles causas de la histíéresis incluyen: el efecto del desempleo prolongado sobre la empleabilidad; las desaceleraciones en la inversión; las disminuciones en la capacidad del sector financiero para apoyar las innovaciones; y una píérdida generalizada de los ‘espíritus animales’.
Este año, el presidente del Consejo de Asesores Económicos de EU Jason Furman enfatizó el impacto de la baja inversión posterior a la crisis: despuíés de la crisis, la contribución de la inversión a la productividad laboral cayó a niveles muy bajos. Esto ocurrió de una manera sorprendente en EU, en donde el impacto estimado fue, en efecto, negativo.
La hipótesis de la histíéresis no es universalmente aceptada. Existen por lo menos otras tres explicaciones para el persistente colapso de la producción posterior a la crisis.
En primer lugar, se argumenta que los auges de críédito elevaron las estimaciones de la producción potencial anteriores a la crisis a niveles muy por encima de los sostenibles. Una objeción a esto es que la expansión del críédito elevó los precios de los activos mucho más de lo que intensificó los gastos reales. Adair Turner, ex presidente de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido, alude a este punto en su libro “Between Debt and the Devil†(Entre la Deuda y el Diablo). Otra objeción adicional a este argumento es que confunde la contribución de la deuda a la estructura de la demanda con su efecto sobre la oferta total.
Una segunda explicación de la caída de la producción poscrisis es que el impacto de las nuevas tecnologías en la producción está siendo subestimado. Sin embargo, incluso si esto fuera cierto (lo cual es posible), no explicaría la severa desaceleración en el crecimiento de la productividad tras la crisis financiera. La dificultad de medir el impacto de las nuevas tecnologías tampoco aumentó repentinamente en el Reino Unido (el país más afectado por una desaceleración en el crecimiento de la productividad poscrisis) en relación con EU (el hogar de estas nuevas tecnologías, y sin embargo relativamente menos afectado por la desaceleración de la productividad).
Una última explicación es que el crecimiento de la productividad se redujo antes de la crisis. En EU, íéste parece ser el caso. Pero es menos obviamente cierto en todos los otros países.
En definitiva, entonces, la hipótesis de la histíéresis conserva un poder sustancial. í‰sta es la razón por la cual es tan importante que evitemos enormes crisis y que respondamos vigorosamente ante cualquiera que se produzca, para minimizar su impacto económico. De lo contrario, el mal ciclo podría dañar permanentemente la tendencia.
La evidencia indica que las recesiones perniciosas tienen efectos prolongados sobre la prosperidad. Una de las conclusiones es que es de vital importancia actuar con rapidez para restablecer la demanda. Por otra parte, la evidencia ahora indica claramente que los grandes países de ingresos altos disfrutaban del espacio político necesario para actuar decisivamente. Sin importar lo que muchos tan tontamente hayan declarado en 2010, nunca enfrentaron ni el más mínimo riesgo de convertirse en Grecia. EU y, más aún, la eurozona deberían haber respondido con mucha más determinación.