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Autor Tema: Derechos de propiedad en el mar...  (Leído 65 veces)

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Derechos de propiedad en el mar...
« en: Enero 31, 2016, 12:30:20 pm »
Por... Iván Alonso



Al profesor Hannes Gissurarson de la Universidad de Islandia se le atribuye la creación de las cuotas individuales y transferibles de pesca en su paí­s. í‰l mismo dice que la idea fue publicada originalmente en 1911 por el economista daníés Jens Warming; pero que, en realidad, viene de la distribución de cuotas de pastoreo entre los campesinos islandeses hace literalmente mil años. La semana pasada, en una charla en la Sociedad Nacional de Pesquerí­a, Gissurarson contó cómo se gestó este sistema de cuotas, que ha sido adoptado tambiíén en el Perú.

Islandia es un paí­s eminentemente pesquero. No tanto como el nuestro en tíérminos de volumen —1,4 millones de toneladas anualmente contra 6 millones—, pero sí­ en proporción al tamaño de su economí­a: la pesca representa el 9% de su producto bruto interno (PBI).

En las díécadas de 1960 y 1970 la sobreexplotación hizo colapsar las poblaciones de arenque y bacalao. La primera reacción del gobierno islandíés fue limitar la temporada de pesca. Ocurrió entonces lo que para nosotros es familiar: la llamada “carrera olí­mpica”. Cada bote iba y vení­a cuantas veces pudiera para capturar la mayor cantidad de pescado posible, lo cual no hací­a mucho para reducir la depredación.

Reciíén en 1983 se asignaron cuotas individuales a los dueños de las embarcaciones. Las cuotas se calcularon en base a los volúmenes capturados históricamente por cada uno. Por ejemplo, si en los “equis” años anteriores un armador habí­a pescado el 5% de la captura total de arenques, recibí­a una cuota que le da el derecho a pescar el 5% del volumen total de arenques que el gobierno autorice a pescar cada año. En 1990 las cuotas individuales se volvieron transferibles.

El efecto principal del sistema de cuotas individuales y transferibles no es eliminar la depredación, sino reducir los costos de operación de la industria pesquera. La depredación se elimina poniendo un lí­mite a la captura total. Las cuotas ayudan porque si uno pesca hoy una tonelada más de lo permisible, sabe que está perdiendo el porcentaje que le tocarí­a de las capturas futuras. Reduce ligeramente el incentivo a depredar, pero nada más. Lo que sí­ se reduce significativamente es el costo de operación. Ya no hay que sacar las embarcaciones contra viento y marea antes de que termine la temporada, sino que se puede racionalizar el uso de la flota: salir solamente con las más eficientes o esperar a que los peces estíén más cerca de la costa, sabiendo que nadie más puede pescar la cuota que a uno le corresponde.

Volviendo a la forma como se asignaron las cuotas, el profesor Gissurarson hace una observación muy interesante. Habí­a quienes sugerí­an subastar las cuotas, en lugar de distribuirlas en función de los volúmenes capturados en el pasado (como ya hemos indicado). Una subasta habrí­a generado grandes ingresos para el estado islandíés. Pero, a la vez, habrí­a penalizado a todos aquellos que, habiendo invertido cantidades importantes a lo largo de los años, no resultaran ganadores. Seguramente habrí­an tenido que rematar sus embarcaciones.

Dicho en otras palabras, una subasta de cuotas implicaba una expropiación soterrada (o, más bien, sumergida). Una lección que vale la pena tener en cuenta cada vez que un economista proponga, como con frecuencia proponen, subastar un derecho para realizar alguna actividad que alguien ya viene realizando.


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 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...