Por... VíCTOR ALVARGONZíLEZ
Una ventaja de los mercados financieros es que, cuando llueve, llueve; es decir, llueve para todos. El miedo no distingue entre empresas o países con mejores o peores perspectivas. Todo quema en las manos del inversor asustado. Y esta es, con diferencia, la mejor arma del inversor inteligente.
El inversor inteligente trabaja como el buscador de oro: deja que caiga el agua, la filtra y trata de quedarse con las pepitas de oro.
En los últimos años ha habido muchas tormentas. La diferencia estriba en que, cuando luego sale el sol, no todo reluce igual. Si vemos un gráfico que sobreponga el índice MSCI de mercados emergentes con el de mercados desarrollados, observamos que hace años que, pese a sufrir fuertes correcciones, el segundo mantiene una tendencia alcista a largo plazo, lo que no es el caso en el primero. En otras palabras: hace ya más de dos años que a largo plazo divergen.
Conclusión: todos caen cuando pintan bastos, pero no todos se recuperan igual. Hace ya tres años que planteíé lo implanteable: que habíamos entrado en una fase en los mercados financieros en la que era mejor estar en los desarrollados que en los emergentes. Y era implanteable porque iba contra el consenso y por lo tanto políticamente incorrecto. Según el consenso Occidente estaba acabado y el futuro era de China y los emergentes. No niego que a muy largo plazo tenga razón, pero yo no lo veía así, por motivos que ya expliquíé entonces.
En mi opinión, esos motivos no sólo siguen siendo válidos sino que creo que se está produciendo un hecho con el que no contaba y que potencia mi visión políticamente incorrecta: Occidente está recibiendo una inesperada transferencia masiva de efectivo, concretamente de tres billones de dólares, con origen en los países productores de petróleo y con destino a los consumidores europeos, chinos y japoneses.
Tres billones es lo que se ahorran los consumidores por la bajada del precio del crudo. A lo que, en el caso occidental, hay que añadir la reducción del precio de muchos productos que importamos de los mercados emergentes. La bajada de impuestos que deberían hacer los políticos para reactivar la demanda interna de la eurozona la hacen - parcialmente - los países emergentes.
Todas las economías avanzadas son adictas al petróleo. Pero la norteamericana tambiíén es productora, así que gana por un lado pero pierde por el otro. En el caso japoníés, la bajada del precio del crudo tiene un componente deflacionista que es un regalo envenenado. La deflación no es mala si es moderada, pero en caso contrario los consumidores aplazan sus decisiones de compra "porque dentro de un año todo saldrá más barato". Eso deprime el consumo y en Japón llevan así veinte años. En cuanto a China, sus problemas no se arreglan con una transferencia.
En Europa es muy posible que la lentitud del BCE y la incompetencia de los políticos nos lleven a una deflación a la japonesa, pero todavía no estamos ahí. Hoy por hoy, el abaratamiento de la energía nos viene de perlas.
Todo esto no tiene importancia ahora que se vende todo, pero la tendrá cuando baje la marea y se vea quiíén iba sin bañador. Cuando se calmen las aguas el dinero se irá hacia aquellas zonas geográficas con mejores perspectivas. Sigo creyendo que volverán a ser Europa y, en menor medida, EEUU. Como dije antes, EEUU se ve perjudicado por la caída del precio del crudo, pero es una economía que crece y que está metida de lleno en la cuarta revolución industrial (la digital), donde florece la actividad empresarial. Compárenla con la decadencia de crecimiento que vive China o la recesión en la que están o estarán pronto la mayoría de las economías emergentes.
Europa crece muy poco, la pobre. Sus políticos no acaban de entender que lo que crea empleo es fomentar el consumo (bajar impuestos) y apoyar a las pymes, especialmente a las innovadoras. En consecuencia el BCE va a tener que redoblar el estímulo monetario y ya verán quíé bien le sienta eso a las bolsas cuando pase la tormenta. Y la eurozona es la principal beneficiaria del maná petrolero.
Ahora cae todo, pero ya verán cómo ni todo se recupera igual ni todas las economías crecerán lo mismo.
Y no lo olviden: esto es como esos errores en las transferencias que salen en las noticias, en las que un banco se lía y le envía tres billones a un señor de Cuenca. Sólo que, en esta ocasión, no es un error.