JORDI í‰VOLE
Periodista
LUNES, 2 DE SEPTIEMBRE DEL 2013
Josíé Juan vivía en mi barrio. Un chaval muy majo. A pesar de tener 10 años más que nosotros, se paraba a echar unos toques cuando nos pilllaba en el callejón donde jugábamos a fútbol. Era buenísimo. Pero no hizo carrera de futbolista. Josíé Juan era guardia civil y estaba destinado en el puerto. Se decía que aquel era un destino tentador. Se ve que en aquella íépoca era relativamente fácil corromperse en un lugar así (seguro que ahora no pasa). Las mercancías ilegales acababan entrando gracias a suculentas propinas que se llevaban algunos benemíéritos agentes. Eran como complementos salariales -sobresueldos en B, ¿saben?- que la costumbre había convertido en «casi» legales. Es lo que tienen las costumbres. A veces los complementos no eran en metálico, si no en especies: productos decomisados en el puerto con los que algunos agentes hacían negocio.
Pero Josíé Juan nunca sucumbió. Josíé Juan nunca aceptó un sobresueldo. Josíé Juan nunca se llevó nada que no fuera suyo. Miento. Una vez, en el decomiso de un barco lleno de cocacolas, su superior invitó a Josíé Juan a llevarse algunas para su casa. Aquel día, Josíé Juan cedió. Algunos compañeros llenaron de latas sus maleteros, con los asientos abatidos. Josíé Juan llegó a su casa con un pack de... cuatro latas. Hasta su madre le dijo que para eso mejor que no hubiese traído nada. Pronto en el barrio se corrió la voz del comportamiento de Josíé Juan. Y tambiíén pronto se corrió la voz de que Josíé Juan era tonto. Igual tenemos más Josíé Juanes de los que nos creemos. Ojalá. La mala noticia es cómo premiamos en este país la honradez. Y no hablo ya de los que mandan. Hablo de nosotros, de los ciudadanos de a pie, que queriendo o sin querer seguimos haciendo la vista gorda ante los trapis cotidianos que nos pasan por delante.
La picaresca española
No estamos acostumbrados a recriminarle a nuestro compañero que copie en un examen, o a nuestro cuñado que no pague el IVA en el dentista, o a nuestro primo que lo hayan enchufado en el ayuntamieto porque tiene buena relación con el secretario de organización del partido que ganó las elecciones. Es más, muchas veces añadimos a estos comportamientos el latiguillo «es que yo en su lugar haría lo mismo». ¿Y cómo se arregla esto? No tengo ni idea. ¿Es una cuestión de ADN, ese clavo ardiendo al que nos agarramos llamado «picaresca española»? No creo en ADN patrios. Me da que en realidad el problema está en cómo nos educamos. En ver desde pequeñitos que el trapicheo debe formar parte de nuestras vidas. Es verdad que el ejemplo que nos llega desde las íélites no es muy edificante. Seguramente ver el Telediario no anima a ir luego al dentista y pedirle que nos haga la factura con IVA. «Yo no soy tonto»... pero mientras sigamos pensando que Josíé Juan sí lo es, seguiremos alimentando ese país que ahora parece que a muchos nos repugna.