Por... Juan Carlos Hidalgo
La guerra contra las drogas, tal como se ha venido librando en los últimos 40 años, está condenada al fracaso. La razón radica en las inexorables leyes de oferta y demanda, señala Tom Wainwright, exjefe de la corresponsalía en Míéxico de la revista The Economist y autor de un nuevo libro titulado Narconomics.
A Wainwright le tocó cubrir Míéxico (junto con Centroamíérica y partes de Sudamíérica) cuando ese país estaba sufriendo los peores embates de la violencia relacionada al narcotráfico. Fue así como descubrió las maquinaciones de una formidable industria transnacional con 250 millones de clientes alrededor del mundo e ingresos anuales en el orden de los $300.000 millones. Y es precisamente realizando un análisis económico del negocio de las drogas que íél saca a la luz lo absurdo de la actual estrategia prohibicionista.
Veamos, por ejemplo, lo que ocurre con un kilo de cocaína desde su elaboración en los Andes hasta su venta en las calles de EE.UU. Wainwright señala que para fabricar tal cantidad del polvo blanco se requieren, aproximadamente, 350 kilos de hojas secas de coca, cuyo valor ronda los $385. Una vez convertido en cocaína, el kilo cuesta $800, pero su valor asciende a $2.200 cuando es exportado de Colombia. Al llegar a EE.UU. el producto ya vale $14.500, y termina vendiíéndose al por menor hasta en $122.000: un aumento del precio del 32.000%.
La lógica de la prohibición es que entre más suba el precio de la droga, menos consumo habría. Sin embargo, la evidencia indica que la demanda de estupefacientes es inelástica —es decir, aun si el precio aumenta, el consumo permanece más o menos igual—.
He ahí la trampa. Si la estrategia de interdicción tiene resultado al aumentar significativamente el precio de la droga, el hecho de que la demanda no se vea mayormente afectada lo único que genera es que el valor del mercado aumenta —y con este el atractivo para los narcos—. “Entre más exitoso eres, más criminales estás creandoâ€, se lamentó en una entrevista en el Wall Street Journal el presidente mexicano Felipe Calderón al final de su mandato.
La solución para Wainwright —y concuerdo— es traer a la luz ese mercado negro. “Es mejor que estas drogas sean reguladas por doctores en lugar de la mafiaâ€, nos dijo en la presentación de su libro en Washington. La legalización de las drogas es la alternativa civilizada a una guerra que ha dejado cientos de miles de muertos en nuestro continente.