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Autor Tema: No va más…  (Leído 95 veces)

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No va más…
« en: Abril 13, 2016, 06:17:08 pm »
Por…  Sebastián Valdomir


La noticia de una nueva demanda que deberá enfrentar Uruguay en el CIADI nos debe llamar a una reflexión urgente y profunda. Cuando todaví­a no sabemos quíé suerte vamos a correr con la sentencia del juicio que nos planteó Philip Morris por la polí­tica de salud pública relacionada con el tabaco, otra empresa transnacional instala un proceso de litigio internacional que condiciona a nuestro paí­s.

La reflexión debe ser acerca de las consecuencias no deseadas de la firma, vigencia y renovación de Tratados de Protección de Inversiones que en la mayorí­a de los casos fueron suscritos por Uruguay durante la díécada del 90. Leáse bien, se trata de la vigencia de acuerdos ya firmados, pero en muchos casos, se trata tambiíén de la decisión de renovarlos, y de firmar nuevos acuerdos de este tipo. Es decir, la responsabilidad es tanto del Frente Amplio en su rol de fuerza polí­tica como en su rol de gobierno nacional.

La posibilidad de que empresas transnacionales muy poderosas se amparen bajo estos instrumentos jurí­dicos denominados Tratados de Protección de Inversiones, para amenazar con demandas o directamente demandar a paí­ses, es un flanco evidente. Más aun para paí­ses como el nuestro, pequeños, con poco peso internacional y con fuertes condicionamientos de la economí­a global.

Sin duda necesitamos captar inversiones. Pero estas no pueden venir a cualquier costo. Si los beneficios que les otorgamos a los inversores se convierten directamente en fuente de demandas, litigios internacionales costosos y sentencias potencialmente más costosas aún, directamente estamos hipotecando nuestras posibilidades de desarrollo.

La cláusula que dispone que los inversionistas pueden plantear demandas ante tribunales internacionales como el CIADI es un resabio colonial. Esto es llamativo, porque usualmente los defensores de este tipo de tratados de inversiones dicen que “se cumplen con los últimos estándares en materia laboral, ambiental y jurí­dica”. Sin embargo, la cláusula que dispone el Mecanismo de Solución de Controversias Inversor-Estado es un resabio colonial en el entendido de que no se confí­a en los sistemas de justicia de los paí­ses receptores de las inversiones.

Cuando esta joyita del derecho internacional se introdujo en las negociaciones comerciales, los paí­ses del sur en muchos casos estaban ingresando al escenario global como naciones soberanas. Lo que se intentaba evitar con ese tipo de cláusulas eran las eventuales nacionalizaciones y expropiaciones sin resarcimiento de las empresas y activos de las potencias coloniales, por parte de los paí­ses en ví­as de desarrollo soberano.

Hoy siguen tan campantes y aparecen en los Tratados de Protección de Inversiones que nuestro paí­s tiene vigentes, pero tambiíén en aquellos que nos proponemos negociar en el tiempo presente y futuro. Urge, en este sentido, estudiar más el escenario global de la regulación de inversiones, y las “últimas tendencias” en esta materia. Por ejemplo, estudiar los otros modelos de Tratado de Protección de Inversiones que están siendo promovidos por paí­ses como India, Ecuador o Brasil.

Implica estudiar seriamente la propuesta de crear un centro de resolución de controversias a nivel regional. Implica, tambiíén, monitorear el estado del debate sobre este tema nada más y nada menos que en la propia Organización de las Naciones Unidas, que creó hace poco tiempo, a impulso de organizaciones de la sociedad civil, un panel internacional para analizar estos “superderechos” de los que gozan los inversores transnacionales y cómo estas asimetrí­as vulneran derechos sociales, económicos, ambientales, de los pueblos en todo el mundo.

No es casualidad que a nivel regional se estíé produciendo una andanada de nuevas demandas y nuevos laudos que se conocen o se avecinan, especí­ficamente contra Colombia, Uruguay, Argentina, Ecuador.

El caso de Philip Morris contra Uruguay es directamente escandaloso, y así­ lo ha declarado el presidente Vázquez, en el entendido de que una poderosa empresa tabacalera transnacional quiere poner de rodillas a un paí­s pequeño por la aplicación de legislación de salud pública para revertir el daño provocado por el consumo de tabaco. Pero por escandaloso que sea y parezca, esto no ha detenido ni revertido la posibilidad de que Uruguay pierda ese juicio.

El caso de la empresa Philip Morris está ajustado a derecho, porque nosotros mismos firmamos y ratificamos el Tratado de Inversiones con Suiza, que es el instrumento que amparó la demanda de Philip Morris (aunque es una empresa estadounidense). Por escandaloso que parezca, la letra frí­a del tratado es la que nos tiene ante esta demanda. ¿Quíé pasará si tenemos que pagar un laudo multimillonario para resarcir a Philip Morris? ¿Quíé polí­ticas sociales deberemos resignar? ¿Por cuánto tiempo podemos sostener el pago de un equipo de abogados internacionales para seguir ejerciendo nuestra defensa en el CIADI? Y la del millón: ¿quíé pasará si además de esta demanda, tenemos que enfrentar otras?

Serí­a directamente un golpe de gracia a las posibilidades de consolidar un proceso de desarrollo con justicia social y soberaní­a.

Enfrentar nuevas demandas como la que se conoció ahora es lo que hay que evitar a toda costa. Para ello, no hay otro camino que revertir aquellos instrumentos jurí­dicos que les dan a los inversionistas internacionales la posibilidad de demandar a Uruguay en tribunales internacionales. Revertir los que están instalados en los más de 20 acuerdos de inversiones que tenemos, pero, además, no firmar nuevos acuerdos con este tipo de cláusulas.

Pero, ante todo, tenemos que ser conscientes de que este tema lo tenemos que discutir en todos lados: en los partidos, en la sociedad, en la academia, a nivel de gobierno. Y discutirlo seriamente. No va más la discusión a tapa cerrada. No existen en este tema (como en otros relacionados a negociaciones de comercio e inversiones globales) las fórmulas que solucionen todos los problemas y desafí­os que un paí­s como el nuestro tiene por delante. No existe ni se aplica en ninguna parte del mundo poder firmar acuerdos y comerciar con absolutamente todos, porque te tapas los pies o te tapas la cabeza, pero las dos cosas no funcionan.

 

Suerte en sus inversiones




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