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Autor Tema: 10 CUALIDADES DE LAS PERSONAS ILUMINADAS  (Leído 1006 veces)

Scientia

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10 CUALIDADES DE LAS PERSONAS ILUMINADAS
« en: Mayo 12, 2016, 10:10:17 pm »
10 CUALIDADES DE LAS PERSONAS ILUMINADAS


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siguiente modelo referente a las cualidades del bienestar psicológico excepcional, se deriva de la tradición Theravadin, la escuela más antigua del budismo. Describe diez caracterí­sticas, cualidades o atributos, que según dicen, caracterizan a la gente sana. Se dice que la persona iluminada posee estos rasgos llevados a la más alta perfección y de ahí­ que los llamen “Las diez perfecciones”.

Todos poseemos estas cualidades en grado diferente y somos capaces de cultivarlas practicando un estilo de vida basado en la íética, la meditación y el desarrollo de la sabidurí­a. Estas diez cualidades son:


 
La determinación : El budismo establece que el grado de logro y la comprensión de uno se deben a la propia determinación, ningún agente externo puede intervenir por nosotros. El logro de la verdadera salud mental requiere una intensa determinación y esfuerzo.

La energí­a:  La energí­a y el esfuerzo son esenciales para superar la tendencia a la pereza y a la inercia. Recientes estudios encefalográficos han revelado que las personas que se inician en la meditación, a veces, presentan bajos í­ndices de agilidad cerebral y sí­ntomas de sueño.

La íética : La íética es un mecanismo funcional y práctico, esencial para el ejercicio mental y que no debe confundirse con la moralidad. El comportamiento poco íético tiene efectos nefastos sobre la actividad y el control mental. La falta de íética viene motivada por emociones poderosas como la avaricia, la ira y la aversión que aprisionan la mente y la hacen incontrolable, ocasionando estados aún más disruptivos como la agitación o la culpabilidad.

La veracidad: La mentira, al igual que la falta de íética, consolida las adicciones, temores y torpes comportamientos que la motivan y trae consigo más emociones destructivas, como la culpabilidad, la agitación y la ira. La práctica impecable de la veracidad, incita a la práctica de la íética, requiere un conocimiento preciso del lenguaje y la motivación, realza la percepción clara y la memoria de los acontecimientos, que de otra forma la mentira los distorsionarí­a. Tambiíén libera la mente de la culpabilidad y del temor de ser descubierta y por consiguiente hace que disminuya la agitación y la preocupación.

La renuncia : La renuncia es un atributo algo extraño en nuestra manera occidental de pensar pues tiene connotaciones de ascetismo, sacrificio y renuncia al placer. Sin embargo en la psicologí­a budista quiere decir que, en realidad, se renuncia voluntariamente a la fuente del placer con objeto de tener acceso a placeres de una naturaleza más profunda y permanente.

La paciencia: La impaciencia es la consecuencia de la insatisfacción causada por la experiencia presente y por el ansia de la experiencia anticipada. El resultado es un estado mental de inquietud caracterizado por el desasosiego y la fantasí­a. La palabra paciencia, la relacionan los budistas con la tolerancia, la indulgencia y la clemencia. La mente paciente no se irrita con facilidad, perdona rápidamente, es íética, indulgente consigo mismo e incluso perdona a aquellos que no lo son; dicho de otro modo, es paciente no sólo con situaciones y cosas, sino tambiíén con las personas y sus dificultades.

La ecuanimidad : La mente que reacciona mediante condicionamientos automáticos de agrado y desagrado está dominada por el placer y el dolor. Dicha mente está a merced del entorno, es turbulenta, difí­cil de controlar, no tiene poder de concentración, es inconstante en el propósito y la orientación. Se vuelve insensible a la percepción y a la intuición. A fuerza de entrenamiento, la reactividad condicionada por fuertes impulsos afectivos disminuye y poco a poco la mente se vuelve menos susceptible y más serena.De esta forma, es más fácil controlarla y permanece imperturbable frente a múltiples experiencias, es capaz de ser ecuánime.

La generosidad:  Parece ser que es un poderoso inhibidor de hábitos mentales como la avaricia, la ansiedad y el odio. Según las investigaciones contemporáneas, las personas psicológicamente maduras son más caritativas y ayudan más al prójimo que las inmaduras.

El ser totalmente iluminado actúa espontáneamente y de la mejor manera para servir al prójimo. Por lo tanto, el dar ya no es un sacrificio, sino una expresión natural y alegre de la perfecciones de bondad, renuncia y íética que comúnmente están relacionadas entre sí­.

La bondad: La psicologí­a budista describe varias prácticas para cultivar la bondad. Algunas son similares a ciertas tíécnicas de cambio de comportamiento, como la insensibilización sistíémica. Sin embargo en lugar de que la serenidad reemplace a la ansiedad, en las prácticas budistas de bondad se reemplazan los estados perniciosos como la ira y el odio. Estas prácticas están basadas en los poderes estrictos de la concentración, donde uno puede percatarse de la experiencia de la bondad u otras cualidades deseadas.

Se recomiendan cuatro cualidades: la bondad universal, la misericordia universal, la alegrí­a de conocer el bienestar de los demás y la ecuanimidad.

Cuando la mente totalmente concentrada está en posesión de estas cualidades sin vacilaciones, se dice que produce estados sumamente positivos y beneficiosos. Cuando la estricta concentración se relaja, estas cualidades tienden, en parte, a disiparse aunque queda la predisposición para el futuro y desaparece la ira.

Cuando la bondad se ha perfeccionado, ya no depende de los estados especí­ficos de conciencia, sino que surge espontáneamente.

La sabidurí­a: La sabidurí­a tiene muchos niveles, se necesita una cierta cantidad de ella para iniciar cualquier ejercicio mental. Estos ejercicios disminuyen las distorsiones perceptivas, los hábitos, los sentimientos y el comportamiento pernicioso y conducen a una percepción más clara y a una mayor concentración.

El resultado es un ciclo de retroalimentación positivo, en el cual se reconoce, gracias a la sabidurí­a, la necesidad de desechar los hábitos perniciosos y cultivar los buenos, que a su vez conducen a una mayor sabidurí­a. Llegando así­, a una profunda intuición y entendimiento, y a una comprensión de la naturaleza contraproducente de los medios a travíés de los cuales buscamos la felicidad.

La persona que así­ lo comprende se convierte en Boddhisattva, o sea el que siente comprometido con la total iluminación y con la ayuda desinteresada al prójimo.