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En 1974 el reciíén nombrado secretario del Tesoro partió a una misión secreta: convencer a Arabia Saudita de financiar el entonces creciente díéficit estadounidense. Lo logró, pero con una condición que ahora se sabe, y a cambio de riesgos que ahora salen a la luz.
Corría julio de 1974. Una persistente llovizna antes del amanecer había dejado un cielo plomizo cuando William Simon, el reciíén designado secretario del Tesoro estadounidense, y su asistente, Gerry Parsky, abordaron a las 8:00 horas un avión en la Base Andrews de la Fuerza Aíérea.
A bordo, el ambiente era tenso. Ese año había estallado en el país la crisis del petróleo, un embargo de los países árabes de la OPEP –desquite por la ayuda militar estadounidense a los israelíes durante la guerra del Yom Kippur- cuadruplicó los precios del petróleo.
La inflación crecía, el mercado bursátil se desplomaba y la economía estadounidense caía en picada.
Oficialmente, el viaje de dos semanas de Simon fue presentado como una gira de diplomacia económica a travíés de Europa y Oriente Medio, llena de las habituales bienvenidas y cenas.
Pero la verdadera misión, mantenida en estricto secreto dentro del círculo íntimo del presidente Richard Nixon, tendría lugar durante una escala de cuatro días en la ciudad costera de Jiddah, Arabia Saudita.
El objetivo: neutralizar el uso del petróleo crudo como arma económica y encontrar la manera de persuadir a un reino hostil, de financiar el creciente díéficit de los Estados Unidos con su reciíén descubierta riqueza en petrodólares.
Según Parsky, Nixon aclaró que, lisa y llanamente, no existía la posibilidad de volver con las manos vacías. El fracaso no sólo debilitaría la salud financiera de los Estados Unidos, sino que tambiíén podía dar a la Unión Soviíética una posibilidad de hacer mayores incursiones en el mundo árabe.
“La cuestión no era si se podía o no se podía hacerâ€, dijo Parsky, de 73 años, uno de los pocos funcionarios que acompañaron a Simon durante las negociaciones saudíes.
A primera vista, Simon, que apenas llevaba una temporada como funcionario de energía de Nixon, parecía poco adecuado para una diplomacia tan delicada.
Antes de ser elegido por Nixon, este fumador empedernido de Nueva Jersey dirigía la elogiada mesa de Bonos del Tesoro en Salomon Brothers.
Para los burócratas de carrera, este temerario operador de bonos de Wall Street –que en una oportunidad se comparó a sí mismo con Gengis Khan- tenía carácter y un ego desmesurado que estaba penosamente fuera de lugar en Washington.
Apenas una semana antes de poner el pie en Arabia Saudita, Simon censuró públicamente al Shah de Irán, un aliado regional cercano en ese momento, llamándolo “locoâ€.
Pero Simon entendía, mejor que nadie, el atractivo de la deuda pública estadounidense y cómo vender a los saudíes la idea de que Estados Unidos era el lugar más seguro para guardar sus petrodólares.
Con ese conocimiento, la administración elaboró un plan extraordinario, sin precedente, que llegaría a influir prácticamente en todos los aspectos de las relaciones estadounidenses-saudíes durante las cuatro díécadas siguientes (Simon murió en 2000 a la edad de 72 años).
La estructura básica era asombrosamente simple. Estados Unidos compraría petróleo a Arabia Saudita y brindaría al reino ayuda y equipos militares. A cambio, los saudíes enterrarían miles de millones de sus ingresos de petrodólares en bonos del Tesoro estadounidense y financiarían el gasto de los Estados Unidos.
Limar todos los detalles requirió de varias reuniones discretas de seguimiento, dijo Parsky.
Pero al tíérmino de meses de negociaciones, quedaba un dilema pequeño, pero crucial: el rey Faisal bin Abdulaziz Al Saud exigía que las compras de bonos del Tesoro del país se mantuvieran “estrictamente en secretoâ€, según un cable diplomático obtenido por Bloomberg en la base de datos del Archivo Nacional.
Con un puñado de funcionarios del Tesoro y de la Reserva Federal, el secreto se mantuvo durante más de cuarenta años –hasta ahora–.
En respuesta a un pedido conforme la Ley de Libertad de la Información presentado por Bloomberg News, el Tesoro reveló las tenencias de Arabia Saudita por primera vez este mes despuíés de “llegar a la conclusión de que era coherente con la transparencia y la ley revelar los datosâ€, según la portavoz Whitney Smith.
El ‘tesoro’ de 117 mil millones de dólares convierte al reino en uno de los acreedores extranjeros más grandes de los Estados Unidos.
No obstante, en muchos sentidos, la información planteó más interrogantes de los que respondió. Un exfuncionario del Tesoro, que es especialista en reservas del banco central y pidió no ser identificado, dice que la cifra oficial subestima enormemente las inversiones de Arabia Saudita en deuda pública estadounidense, pudiendo íésta alcanzar el doble o más.
El cálculo actual representa apenas 20 por ciento de sus 587 mil millones de dólares de reservas en moneda extranjera, muy por debajo de los dos tercios que los bancos centrales normalmente guardan en activos en dólares.
Algunos analistas conjeturan que el reino podría estar ocultando sus tenencias de deuda estadounidense acumulando en bonos del Tesoro estadounidense a travíés de centros financieros offshore, que figuran en los datos de otros países.
El monto exacto de la deuda de Estados Unidos que tiene realmente Arabia Saudita es algo que importa más que nunca en este momento.
En tanto el derrumbe del petróleo ahondó el temor de que Arabia Saudita necesite liquidar sus bonos del Tesoro para reunir efectivo, asimismo ha surgido una preocupación más perturbadora: el fantasma de que el reino utilice su importante tenencia en el mercado de deuda más importante del mundo (el de Estados Unidos) como arma política, tal como lo hizo con el petróleo en los años 1970.
En abril, Arabia Saudita advirtió que comenzaría a vender 750 mil millones de dólares en bonos del Tesoro y otros activos si el Congreso sanciona un proyecto de ley que permita considerar al reino responsable ante la justicia estadounidense por los ataques terroristas del 11 de Septiembre, según el New York Times.
La amenaza surge en medio de una ofensiva de los candidatos presidenciales y de políticos de los partidos tanto demócrata como republicano destinada a desclasificar una sección de 28 páginas de un informe gubernamental estadounidense que, se cree, detalla posibles conexiones saudíes con los ataques.
El proyecto, que pasó el Senado el 17 de mayo, está actualmente en la Cámara de Representantes.
El ministerio de Finanzas de Arabia Saudita se negó a hacer declaraciones sobre la posible venta de bonos del Tesoro como respuesta y la Agencia Monetaria Saudí írabe no respondió a las consultas sobre los detalles de la magnitud total de sus tenencias de deuda pública estadounidense.
Más aún, el compromiso con la política de “interdependencia†a lo largo de díécadas entre los Estados Unidos y Arabia Saudita, que surgió del acuerdo de Simon por la deuda y en definitiva vinculó a dos países que comparten pocos valores comunes, está mostrando signos de fragilidad.
Estados Unidos ha dado pasos tentativos hacia un acercamiento con Irán, empezando por el histórico acuerdo nuclear del presidente Barack Obama el año pasado. El auge del shale estadounidense tambiíén ha vuelto a Estados Unidos mucho menos dependiente del petróleo saudí.
“Comprar bonos y todo lo demás fue una estrategia para reciclar petrodólares de vuelta a los Estados Unidosâ€, dijo David Ottaway, investigador sobre Oriente Medio en el Centro Internacional Woodrow Wilson en Washington. Pero políticamente, “siempre ha sido una relación ambigua, forzadaâ€.
Sin embargo, en 1974, forjar esa relación (y el secreto que requería) era algo obvio, según Parsky, que actualmente es presidente de Aurora Capital Group, una sociedad de inversión en Los íngeles.
Muchos de los aliados de Estados Unidos, incluidos el Reino Unido y Japón, tambiíén son profundamente dependientes del petróleo saudí y competían calladamente por lograr que el reino reinvirtiera dinero en sus economías.
“Todos –en Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Japón, trataban de meter la mano en los bolsillos saudíesâ€, dijo Gordon S. Brown, funcionario económico del Departamento de Estado en la embajada estadounidense en Riad desde 1976 hasta 1978.
Actualmente, Parsky considera que el acuerdo con los saudíes se debió haber desmantelado hace años y se sorprendió que el Tesoro lo haya mantenido en secreto por tantos años. Pero aun así, no se arrepiente.
De hecho, consideró que el acuerdo “fue positivo para Estados Unidosâ€.