Francia ganó sufriendo, una vez más. Lo hizo, de nuevo, a última hora. Los de Deschamps parecen abonados al sufrimiento. En la fiesta del anfitrión, la euforia llega siempre a última hora. En Marsella lo hizo a travíés de Griezmann, que marcó su primer gol en partido oficial para reivindicarse y poner en evidencia el experimento de Deschamps. Payet prolongó su estado de gracia y hasta disfrazó el triunfo 'bleu' de victoria cómoda. No lo puede ser cuando la angustia es tu habitual compañera.
El favoritismo se esfuma a medida que avanzan los partidos. Juega en casa, está repleta de futbolistas desequilibrantes pero no sabe a lo que juega. No lo sabe ni Deschamps, que ante Albania quiso improvisar dejando a Pogba y Griezmann en el banquillo. Pronto tuvo que rectificar. Mientras, Francia aburría y Albania se ganaba el respeto de Europa. Para quienes criticaban el nuevo formato y la inclusión de ciertas selecciones en este torneo, agua y más agua. Hungría, Islandia y ahora Albania demuestran que o los grandes no son tan buenos o los pequeños no son tan malos.