Por... Jassiel Valdelamar
Los crecientes niveles de deuda privada, la desaceleración del crecimiento de la productividad y el poco margen de maniobra de las políticas podrían oponerse al crecimiento económico global, de acuerdo con el Banco de Pagos Internacionales.
Aunque el crecimiento económico global continúa y se encuentra por encima de su promedio de largo plazo, la realidad es que la economía mundial enfrenta tres fuentes de riesgos, aseguró Jaime Caruana, director general del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglíés).
El primer riesgo son los crecientes niveles de deuda privada en las economías emergentes, así como el incremento de la deuda pública en las economías avanzadas, a medida que los gobiernos han intentado amortiguar las consecuencias económicas de la contracción cíclica.
“Hemos visto episodios de inestabilidad en el segundo semestre de 2015 y comienzos de 2016, cuando el endeudamiento por parte de las economías emergentes tocó techo y se endurecieron las condiciones crediticias. Estos episodios de tensión y volatilidad de mercado muestran que aún persisten vulnerabilidades subyacentesâ€, explicó.
La segunda fuente de riesgos es la desaceleración del crecimiento de la productividad, pues es un proceso complejo con numerosos factores en juego.
“Los ciclos financieros son uno de estos factores, los cuales atrajeron demasiados recursos hacia sectores en expansión pero con escaso crecimiento de la productividad, como la construcciónâ€, indicó.
Cuando la actividad se contrae, lleva tiempo reasignar estos recursos hacia usos más productivos, y el análisis del BIS indica que estos efectos pueden ser significativos y persistentes.
El tercer factor de riesgo es el decadente margen de maniobra de las políticas, como resultado de las medidas asimíétricas y desequilibradas que se han adoptado. Estas políticas no han logrado contrarrestar, al menos no lo suficiente, los auges de críédito, mientras que sí se han relajado de manera persistente durante la fase de contracción.
El BIS destacó que las tasas de interíés persistentemente bajas, o incluso negativos, erosionan los márgenes de intermediación de los bancos, amplían los descalces contables de las compañías de seguros e incrementan el valor de los pasivos de los planes de pensiones.
“Con el tiempo, todo ello puede llegar a debilitar la economía real. Además, los tipos de interíés negativos pueden minar la confianza de los hogares y modificar los patrones de ahorro e inversión de una manera difícil de predecirâ€, indicó.