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Autor Tema: Los Campos morfogeníéticos: ¿Todos estamos conectados?  (Leído 512 veces)

Scientia

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Los Campos morfogeníéticos: ¿Todos estamos conectados?
« en: Julio 16, 2016, 08:52:09 pm »



Los Campos morfogeníéticos: ¿Todos estamos conectados?

La propia ciencia, cuando se atreve a ir más allá de los dogmas y de lo convencional nos trae resultados sorprendentes.  Basado en experimentos de psicologí­a animal, el estudio de los campos morfogeníéticos indicarí­a que todos los seres humanos, estamos unidos, conectados instantáneamente, que la información fluye entre todos nosotros, como si fuíéramos un solo y único organismo.

De algún extraño modo el universo es un universo participativo.
(John A. Wheeler)

Cuando el libro de Rupert Sheldrake “Una nueva ciencia” de la vida apareció en Inglaterra, una editorial de Nature, la prestigiosa revista cientí­fica, le consideró “el mejor candidato a la hoguera que ha habido en muchos años”, y sostení­a que serí­a una píérdida de tiempo y dinero el contrastar sus conjeturas. El Dr. Sheldrake introdujo en este libro la teorí­a de los campos morfogeníéticos, como íél llama a los campos no-locales, aquellos no relacionados causalmente. Estos campos, según el investigador, permiten la transmisión de información entre organismos de la misma especie sin mediar efectos espaciales. Es como si dentro de cada especie del universo, sea íésta una partí­cula o una galaxia, un protozoo o un ser humano, existiese un ví­nculo que actuara instantáneamente en un nivel sub-cuántico fuera del espacio y el tiempo.

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Gráfico del campo creado por nuestro propio Corazón en su Palpitar
Este ví­nculo es lo que Sheldrake denomina campo mórfico o morfogeníético. Al tratarse de una transmisión de información y no de energí­a, ello no contradice la Teorí­a de la Relatividad. Por ejemplo, un roedor australiano puede conocer sin que exista transmisión material, simplemente por resonancia mórfica, algo aprendido por un roedor de su misma especie en Leningrado (Rusia). Siguiendo con el ejemplo, si llevásemos desde Leningrado a Australia un enemigo natural del citado roedor, el pariente australiano del roedor reconocerí­a al momento a su enemigo al igual que lo hací­a su pariente ruso.

Esta teorí­a le fue sugerida en parte a Sheldrake por ciertos experimentos de psicologí­a animal donde dicho efecto parecí­a tener lugar. Estos experimentos, realizados en los años de 1920 en la Universidad de Harvard por el Dr. William McDougall, trataban de descubrir en quíé medida la inteligencia de las ratas era heredada.

El Dr. McDougall medí­a la inteligencia, en este caso, por la habilidad de los roedores en recorrer un pequeño laberinto. Las ratas “inteligentes”, aquellas que resolví­an el laberinto rápidamente, eran pareadas con otras ratas “inteligentes” y lo mismo se hací­a con las ratas “torpes”. Veintidós generaciones más tarde, en vez de ser las ratas “inteligentes” las únicas más listas, todas las ratas resultaron poseer una mayor inteligencia a la hora de resolver los laberintos. Las ratas de la camada “menos inteligente” recorrí­an el laberinto diez veces más rápido que cualquier rata de la camada original.

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Monos de isla de Koshima
Otro ejemplo citado por Sheldrake es el de los famosos monos de la isla de Koshima, en aguas de Japón. Un grupo de cientí­ficos alimentaba a estos monos con batatas o boniatos sin lavar. Una hembra que respondí­a al nombre de Imo, descubrió que lavando la batata en el mar, además de perder la piel la molesta arenilla, íéstas sabí­an mejor. Pronto todos los monos de la isla de Koshima aprendieron el truco. Pero, y esto es lo extraño, todos los monos del continente comenzaron a lavar sus boniatos, y ello a pesar de haberse evitado el contacto de los monos de Koshima con los del resto del paí­s.

Pero este extraño contagio no sólo funciona con animales, tambiíén tiene lugar con cristales. Algunas sustancias son muy difí­ciles de cristalizar en el laboratorio. Pero tan pronto como un laboratorio tiene íéxito en la tarea, la sustancia en cuestión comienza a cristalizar con mucha mayor facilidad en otros laboratorios alrededor del mundo.

Al principio se pensó que la causa pudiera ser que investigadores visitantes portaran diminutos trozos de cristal en sus ropas o en sus barbas. Pero finalmente esta causa fue desechada. Aparentemente los cristales aprenden mediante resonancias mórficas.

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El Dr. Sheldrake, luego de la publicación de Una nueva ciencia de la vida, realizó dos experimentos para refutar o verificar su teorí­a. El primer experimento fue patrocinado por la revista New Scientist, de Londres, y el segundo por la Brain/Mind Bulletin, de Los Angeles. Ambos experimentos parecieron confirmar su teorí­a.

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red neuronal, como es arriba es abajo. Del mismo modo que todas las neuronas son capaces de interactuar entre si, los seres humanos serí­an capaces de trasmitirse información unos a otros.
En el experimento patrocinado por New Scientist, a personas de distintas partes del mundo se les dio un minuto para encontrar rostros famosos escondidos en un dibujo abstracto. Se tomaron datos y se elaboraron medias. Posteriormente la solución fue emitida por la BBC en una franja horaria donde la audiencia estimada era de un millón de espectadores. Inmediatamente de realizada la emisión, en lugares donde no se recibe la BBC, se realizó el mismo “test” sobre otra muestra de personas. Los sujetos que hallaron los rostros dentro del tiempo de un minuto fueron un 76 % mayor que la primera prueba. La probabilidad de que este resultado se debiera a una simple casualidad era de 100 contra uno.

Según el Dr. Sheldrake, los campos no-locales, o campos morfogeníéticos, habí­an transmitido la información a toda la “especie”, sin detenerse en aquellas personas que presenciaron la mencionada emisión de televisión.

En el experimento patrocinado por el Brain/Mind Bulletin de Los Angeles, a varios grupos de personas se les pidió que memorizasen 3 poemas distintos. El primero era una canción infantil japonesa, el segundo un poema de un autor japoníés moderno y el tercero un galimatí­as sin sentido. Tal como la teorí­a de los campos morfogeníéticos predice, la canción infantil, habiendo sido aprendida por millones de niños durante muchas generaciones, aunque íéstos fueran japoneses, fue memorizada notablemente más rápido que las otras dos alternativas.

Sheldrake no fue el único en realizar experimentos de este tipo. Gary Schwarz, psicólogo de la Universidad de Yale, patrocinó un experimento similar en el Tarrytown Executive Conference Center de Nueva York. A estudiantes de Yale que no sabí­an hebreo se les mostraron palabras hebreas de tres letras, la mitad de ellas sin sentido. Los estudiantes obtuvieron mejores resultados en el reconocimiento de palabras “reales” en una proporción superior a la que cabrí­a esperar como mero fruto del azar.

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Todos los seres vivo de una u otra forma estamos conectados
Debido a que la ciencia institucional se ha vuelto conservadora, tan limitada por los paradigmas convencionales, algunos de los problemas más fundamentales son ignorados, tratados como tabú o puestos en el último lugar de la agenda cientí­fica. (Rupert Sheldrake)

Nuestra conciencia, según Jack Sarfatti, puede percibir al instante y, al instante, influir sobre cualquier parte del universo. Puede abandonar el cuerpo y vagar más deprisa que un fotón a travíés de ámbitos infinitos sobre cualquier parte del universo. En palabras del propio Sarfatti: “Dudo de la existencia de poderes de psicoquinesis y de la transferencia supraluminal de información. Sin embargo acepto la posibilidad de su existencia, ya que la mecánica cuántica parece tener sitio para ellas”.

Estamos conectados con todo en el Universo. No hay nada de lo que no seamos parte; todo fluye a travíés de, y hacia, nosotros. Nuestras energí­as, nuestros pensamientos y nuestras palabras fluyen a travíés de toda vida, en la Tierra y en otros lados…