Bloomberg
El innovador empresario tuvo un mal día el jueves, cuando uno de sus cohetes explotó cuando intentaba transportar un satíélite de Facebook, en un accidente muy raro, de acuerdo con especialistas del sector.
Elon Musk se juega mucho con su plan para fusionar a Tesla Motors con Solar City...y tambiíén una gran parte de su fortuna ocho mil 300 millones de dólares.
Podría estar mejor si abandonara a la endeudada instaladora de paneles solares y se concentrara en convertir a Tesla en una empresa rentable.
Pero hace mucho que Musk pone su dinero en sus “grandes visionesâ€, como separarse del mundo de los combustibles fósiles y colonizar Marte, y a veces se queda con tan poco dinero que se ha acercado, según íél mismo lo admite, a la bancarrota personal.
“Tiene agallas, se lo reconozcoâ€, dijo Ross Gerber, máximo responsable de Gerber Kawasaki Wealth & Investment Management, que tiene una posición de cinco millones de dólares en Tesla y recientemente anduvo vendiendo sus acciones. “í‰l empuja mucho a sus empresas para adelante, pero Elon podría implosionarâ€.
Así las cosas, sólo el cuatro por ciento de su fortuna (aproximadamente 152 millones de dólares) está atado a SolarCity, de la cual es presidente y principal accionista.
La empresa viene consumiendo dinero a un ritmo prodigioso y, según presentaciones ante el ente regulador, se acerca a un incumplimiento de sus tres mil millones de dólares en deudas. Si no se concreta la adquisición propuesta por Tesla y SolarCity se consume, Musk sufrirá un golpe relativamente menor.
LA ‘EXPLOSIí“N’ DE 779 MDD
Fue lo que pasó el jueves, cuando su fortuna, en los papeles, retrocedió 779 millones de dólares, según el índice de Multimillonarios de Bloomberg.
Con esta reducción, en lo que va del año el empresario acumula una reducción de 963 millones de dólares, esto es, poco más del 10 por ciento frente a lo que tenía al cierre de 2015.
Esto ocurrió debido a dos factores: caídas en los precios de las acciones de sus empresas y la presentación ante el ente regulador del miíércoles, que mostró que Musk puso 489 millones de dólares adicionales de sus acciones en Tesla y SolarCity como garantía para príéstamos personales.
Se eliminan del cálculo de su fortuna neta total las acciones comprometidas porque no están inmediatamente disponibles para íél, en tanto que el príéstamo es para liquidez personal; íél ni siquiera acepta el salario mínimo de 37 mil 584 dólares que Tesla está obligada a pagarle.
Si bien la perspectiva de una fusión es políémica —algunos analistas e inversores la ven como un rescate costoso de SolarCity— Musk dijo que está más empeñado que nunca en lograrla.
Explicó que los clientes se beneficiarán por tener donde comprar e instalar paneles solares, almacenar energía y cargar autos elíéctricos, en un solo lugar. Muchos accionistas lo apoyan.
Musk es famoso por su alta tolerancia a los riesgos. Invirtió en Tesla y SpaceX los 180 millones de dólares que ganó en 2002 con la venta de PayPal, del cual fue uno de los cofundadores, a EBay.
Para 2008, ambas se estaban quedando sin recursos: Tesla sufría una hemorragia de dinero y los primeros tres cohetes lanzados por SpaceX no alcanzaron la órbita.
Pero en diciembre de ese año, tras el impecable cuarto vuelo de SpaceX, la NASA anunció que la empresa había obtenido un contrato por mil 600 millones de dólares para transportar cargas a la Estación Espacial Internacional. Al filo de la Nochebuena, Tesla cerró una ronda de financiamiento fundamental y se salvó por pocas horas de la bancarrota.
“Ningún nivel de riesgo es demasiado alto para Elon Muskâ€, dijo Mike Ramsey, analista de Gartner “Eso está totalmente claro. Está completamente metido en el juegoâ€.
¿QUIí‰N VA A PAGAR?
El jueves, cuando explotó el cohete de SpaceX sobre una plataforma de lanzamiento de Florida lo primero que probablemente se pensó fue que gracias a Dios no había astronautas a bordo.
Quizás lo segundo haya sido: ¿Quiíén va a pagar todo esto?
La idea de asegurar una carga útil carísima puesta sobre una bomba grande no era la principal inquietud cuando se lanzaba al espacio a los astronautas de los programas Mercury, Gemini y Apolo durante el auge de la aventura espacial de Estados Unidos e incluso en los años de los pesados transbordadores espaciales y las posteriores tragedias sufridas por el Challenger y el Columbia.
El inconsciente colectivo se ocupó más de las vidas perdidas que el costo para los contribuyentes.
Pero ahora que Estados Unidos cedió sus incursiones a la última frontera a los intereses comerciales y los emprendedores ostentosos, el tema más prosaico de los seguros se transformó en una cuestión central cuando ocurren desastres.
Resulta que hay una forma de conseguir una póliza para esta actividad. Algunas de las empresas de mayor tamaño, entre ellas American International Group (AIG), Munich Re, Swiss Re y Allianz, cuentan con unidades que ofrecen seguros espaciales.
AIG dice ser una de las pocas aseguradoras capaces de ofrecer una póliza de hasta cinco años, como tambiíén una que comienza dos años antes del lanzamiento. La empresa con sede en Nueva York participó de una póliza para la nave espacial de Virgin Galactic, la empresa de Richard Branson, que chocó en 2014.
Pero en el caso de Elon Musk, cofundador de SpaceX (o Space Exploration Technologies), no compró una póliza de seguro para el cohete Falcon 9 que explotó en Cabo Cañaveral, según una fuente del sector.
La empresa del multimillonario iba a lanzar un satíélite llamado Amos 6, construido por Israel Aerospace Industries, una empresa de defensa de capital cerrado operada por la compañía israelí Space Communications.
El satíélite estaba asegurado con una póliza de casi 300 millones de dólares, dijo la fuente, que solicitó el anonimato porque no estaba autorizada a hablar en público. SpaceX no quiso hacer comentarios.
El accidente de SpaceX es un golpe para la empresa de Musk por los costos financieros inmediatos y porque puede posponer futuros lanzamientos, dijo Peter Elson, director de operaciones del equipo aeroespacial de la corredora de seguros Jardine Lloyd Thompson Group. “Fue una píérdida inusual para SpaceXâ€, dijo íél.
“Muchos lanzamientos salieron mal en los últimos 50 años, pero vimos muy pocos cohetes explotar en operaciones de rutina antes del lanzamientoâ€.
Que ocurra una explosión antes del lanzamiento es rarísimo, concordó Marco Cáceres, un analista de estudios espaciales de Teal Group.
DECEPCIí“N
El fracaso tambiíén constituye un revíés para las aseguradoras que dieron la talla y aportaron la cobertura, dijo Elson.
Hay un puñado de empresas especializadas que ofrecen pólizas para antes de los lanzamientos; una de ellas, llamada Pembroke, es la líder del mercado, según Elson.
Pembroke está afiliada a Ironshore, una empresa fundada por antiguos ejecutivos de AIG que realizaron una oferta pública inicial en Estados Unidos.
Es la segunda nave espacial que pierde la empresa de Musk en poco más de un año.
El satíélite iba a transmitir servicios de internet al ífrica Subsahariana junto a Facebook y Eutelsat para conectar a personas en puntos remotos del planeta.
El máximo responsable de Facebook, Mark Zuckerberg, dijo en una publicación online que está “profundamente decepcionado por saber que el lanzamiento fallido de SpaceX destruyó nuestro satíélite, que habría llevado conectividad a muchos emprendedores y a todos los demás por todo el continenteâ€.