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Autor Tema: El control de la mente sobre el cuerpo  (Leído 509 veces)

Scientia

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El control de la mente sobre el cuerpo
« en: Septiembre 04, 2016, 10:22:06 pm »
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El control de la mente sobre el cuerpo

La tradición occidental nos enseña desde pequeños que la mente está sobre del cuerpo y la materia, sin embargo esto no se considera así­ en otros rincones del mundo con modelos de pensamiento distintos.

Aquí­ te mostramos algunos ejemplos que demuestran que el ví­nculo entre la mente y el cuerpo es más estrecho de lo que creemos, una simbiosis que nos parece misteriosa o increí­ble sólo porque estamos habituados a considerarla en esos tíérminos.


1. Para perder peso hay que pensar que se está perdiendo peso
Según parece, sentirse animado a perder peso es una de las causas que, efectivamente, ayuda a conseguir tal propósito. Ellen Langer, psicóloga de Harvard, realizó un experimento con trabajadoras de un hotel cuya actividad fí­sica cotidiana era, a su parecer, más que suficiente para mantenerlas en forma y en su peso ideal, lo cual, sin embargo, no sucedí­a, pues la mayorí­a de ellas tení­a sobrepeso. Al preguntarles, Langer encontró que casi 7 de cada 10 sentí­a que no realizaba ningún tipo de ejercicio. La psicóloga tomó entonces a la mitad de ellas y les hizo ver entonces que su trabajo sí­ implicaba esfuerzo fí­sico, suficiente para hacerles perder algunos kilos. La otra mitad de las trabajadoras no recibió esta información. Un mes despuíés, Langer volvió al hotel y descubrió que quienes estuvieron en el grupo de conocedoras habí­an regulado su presión arterial e incluso disminuido algo de su peso. Sus rutinas, según dijeron a la psicóloga, no habí­an cambiado, pero sí­ su manera de pensar.

2. Secado de mantas
En este experimento, un grupo de monjes tibetanos permitieron que fí­sicos de la universidad de Harvard monitorearan su actividad corporal al tiempo que practicaban una tíécnica de yoga de meditación conocida como “g Tum-mo”. Los monjes fueron cubiertos con mantas humedecidas en agua frí­a (9.4 °C) y llevados a una habitación con una temperatura de 4.5 °C. El objetivo era mostrar hasta quíé punto la concentración de los monjes irí­a por encima de las condiciones exteriores, las cuales llevarí­an a otras personas a un estado cercano a la hipotermia (con la evidente inconformidad que esto supone). Pero no en los monjes, quienes fueron capaces de elevar su temperatura corporal al grado de que en una hora las telas que llevaban encima estaban secas.

3. Efecto placebo
El efecto placebo es probablemente uno de los ejemplos más populares de la relación existente entre el cuerpo y la mente. Numerosos estudios así­ como la experiencia cotidiana han comprobado que si una persona toma una sustancia que cree que la curará y, en efecto la cura. Aunque la sustancia en sí­ fuera incapaz de generar tal efecto, solo que a veces el pensamiento sí­ tiene dicha capacidad.

4. Efecto nocebo
En oposición a lo anterior existe un fenómeno conocido como “efecto nocebo”. Si el placebo nos cura solo por pensar que nos curará, el “nocebo” nos enferma por la misma razón. Alguien piensa (o se le hace pensar) que ha ingerido un veneno y de pronto siente el impulso irrefrenable de vomitar.

5. Bloqueo al dolor
El dolor es probablemente uno de los fenómenos más enigmáticos que podemos experimentar, en el que psicologí­a y fisiologí­a se combinan para hacernos experimentar una realidad que es difí­cil de transmitir. ¿En el dolor, la mente puede dominar a la materia? Así­ parece mostrarlo el caso de Jack Schwarz, un judí­o holandíés, escritor de profesión, que en la temporada que pasó en un campo de concentración nazi aprendió a rezar y meditar para no sentir el dolor que le provocaban los golpes recibidos, los ayunos forzados y, en general, las torturas habituales del lugar. Tales prácticas funcionaron y aunque Schwarz tuvo la fortuna de ser liberado, no dejó de mantenerlas. Con el tiempo fue capaz de que alguien más le insertara una aguja en el brazo sin que íél manifestara alguna señal de dolor. Investigadores de la Fundación Menninger confirmaron con electroencefalogramas que su actividad cerebral en estas situaciones era distinta a la de las personas comunes.

6. Sueños que hieren
Que los sueños se convierten en realidad es una frase que puede tener un sentido diametralmente alejado al del clichíé sentimental. Como con Durga Jatav, un hombre de la India estudiado por el pisquiatra Ian Stevenson. ¿El motivo de su interíés? Jatav desarrolló heridas en sus piernas despuíés de haber tenido un sueño en el que se le hací­a prisionero y sus captores mutilaban sus extremidades antes de darse cuenta de que no eran el hombre al que buscaban. Jatav tuvo esta pesadilla una noche de fiebre provocada por la malaria que habí­a contraí­do poco ante, y durante el sueño la temperatura de su cuerpo bajó tanto que su familia lo creyó difunto. Al despertar sus rodillas mostraban una fisuras profundas que, sin embargo, no se remití­an a un daño debajo de la piel (según lo confirmaron las radiografí­as tomadas). Casi 30 años despuíés, cuando Jatav se encontró con Stevenson, las cicatrices todaví­a eran visibles, solo que el psiquiatra lo único que pudo hacer fue creer en la historia del hombre, pero no explicarla.

7. Yoguis al borde la muerte
Es cíélebre la capacidad de ciertos yoguis para manipular sus procesos corporales. La maestrí­a que han alcanzado en la meditación es tal, que con cierta facilidad se someten a condiciones que una persona “normal” no soportarí­a: dí­as de ayuno y a la intemperie, aislados en una cueva subterránea sin otra compañí­a más que su propia mente. Para comprobar estas historias, en 1936 la cardióloga francesa Therese Brosse viajó a India llevando consigo instrumentos de medición y diagnóstico, entre ellos una máquina de electrocardiogramas con la que observó que, en efecto, un yogui era capaz de ralentizar tanto su ritmo cardí­aco, que la máquina era incapaz de detectarlo. Un par de díécadas despuíés, en los años 50, otros investigadores repitieron las pruebas y descubrieron la habilidad de los yoguis para hacer que tanto sus procesos respiratorios como cardí­acos sean tan lento que su metabolismo gaste cantidades de energí­a verdaderamente mí­nimas, lo cual explica que puedan sobrevivir durante muchos dí­as sin comer ni beber nada.

8. Pensamiento positivo y meditación
Aunque el llamado pensamiento positivo y la meditación se han convertido en mercancí­a New Age y de la literatura de superación personal, existen investigaciones que han estudiado su efecto sobre procesos corporales especí­ficos. En 1989, por ejemplo, el doctor David Spiegel, dela Universidad de Stanford, realizó un experimento con dos grupos de mujeres con cáncer de mamá, ambos con el mismo tratamiento míédico pero uno ellos, adicionalmente, con sesiones periódicas donde sus integrantes podí­an compartir con sus compañeras lo que sentí­an respecto a la enfermedad, charlas que se guiaban para concluir positivamente. Al final, Spiegel encontró que las asistentes a este grupo de apoyo vivieron en promedio el doble de tiempo en comparación con quienes no lo frecuentaron.

9. Visualización
En años recientes el descubrimiento de las “neuronas espejo” reveló que visualizar una tarea es casi tan importante como ejecutarla. Para el pianista o el deportista, por ejemplo, imaginar que cumple un reto es el primer paso para cumplirlo realmente. En este sentido destaca el caso del coronel de la Fuerza Aíérea estadounidense George Hall, quien estuvo preso en el norte de Vietnam durante casi siete años, en una celda oscura y pequeña donde su único entretenimiento era imaginar que se encontraba en un campo de golf, golpeando a la pelota, sorteando las trampas de arenas e incluso visualizando la calidad del aire (su velocidad, su fuerza) y la manera en que la pequeña esfera caí­a en el orificio. Cuando fue liberado una de las primeras cosas que quiso hacer fue ir a un campo de golf y jugar “de verdad”. Recibió entonces una invitación para el Abierto de Nueva Orleans, en donde, para sorpresa de muchos, tuvo una participación destacada, como si esos siete años en prisión nunca hubieran transcurrido. Un ejemplo de muchos que se podrí­an citar de “memoria muscular”.

10. Trastorno de personalidad múltiple
El Trastorno de personalidad múltiple, tambiíén conocido como trastorno de identidad disociativo, es un desequilibrio psicológico por el cual una persona desarrolla conductas que se crearí­an de identidades distintas, un mosaico de comportamientos que hacen creer que en un mismo individuo existen varios que se intercambian y se turnan para mostrarse ante el mundo. En uno de los estudios que se han hecho al respecto, investigadores y míédicos del Rush-Presbyterian-St. Luke’s Medical Center de Chicago notaron que un mismo medicamento genera distintas reacciones dependiendo de la “personalidad” del paciente que lo tome. Si, por ejemplo, el paciente se encuentra en su personalidad de niño, un tranquilizante lo relaja y lo adormece, pero si está en su personalidad de adulto, el mismo medicamento lo hace sentir ansioso y confundido.