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Autor Tema: El Zorro y Lincidamus  (Leído 3187 veces)

Zorro

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El Zorro y Lincidamus
« en: Diciembre 05, 2007, 09:59:09 am »
El Zorro y Lincidamus                                                                               

¡Estupendo era el dí­a!, ideal. El invierno avanzaba, pero el regalo de la Naturaleza era de agradecer. Despuíés de semanas de lluvias, el Sol lucí­a magnifico, esplíéndido, raro para esas fechas. El Zorro, como todos los habitantes del Bosque tení­a planes para tal ocasión. Estaba preparado para salir a cazar, cuando alguien lo llamó desde el exterior de su madriguera:

- ¡Zorro!, ¡Zorro!, ¡Zorro!.
- ¡Vaya!, -pensaba el cánido-,¡ ya empezamos!, ¿quíé querrán?. Si, -contestaba-, ya voy, ya voy.

Fuera, lo estaba esperando el Lobo:

-¡Ah!, ¡hola primo!. ¿Quíé quieres?, tengo prisa sabes. Voy de caza hasta la noche.
- Entonces, ¡no lo sabes!.
- ¿El quíé, primo?.
- ¿Nadie te lo dijo aún?.
- Pero bueno, ¡quieres decirme lo que pasa!.
- El hijo del Lince ha tomado setas venenosas,  y lo está pasando muy mal.
- Pues no sabí­a nada primo, enseguida parto para la casa del Lince. ¡Vaya disgusto tendrán!, ¡con lo simpática que es la criatura!.

El Zorro cerró su madriguera, y presto saltó como un rayo en dirección al hogar de su amigo el Lince. Pasados unos treinta minutos llegó:

- ¡Lince, Lince!.

El apenado padre salió de la madriguera y saludándolo le puso al tanto de la situación:

- Hola Zorro, ¡gracias por venir!.
- Me acabo de enterar amigo.
- ¿Cómo está Lincito?.
- Aún no lo sabemos, hemos llamado al Búho, y lo está mirando.
- Pero, ¿quíé tiene?, me han dicho que comió setas venenosas.
- Si, pero no sabemos de que variedad.
- ¿Quíé sí­ntomas tiene, Lince?.
- Taquicardia, trastornos de la vista, visiones fantásticas...
- ¡Caray amigo!, ¡esperemos que no sea letal.
- Esperemos Zorro, y recemos por ello.

- Mira que Lincito es un pequeño avispado, ¿como pudo haber pasado algo así­?, Lince.
- ¡Ay Zorro!, los crí­os de hoy creen que la vida es un juego de la Play  Station. No se dan cuenta de los peligros que nos acechan en cada rincón del Bosque, y pasan de los consejos de los padres. Creen que todo lo saben, pero los mayores tenemos la experiencia, y eso es algo muy valioso.
- Tienes razón amigo Lince, la experiencia, decí­a el refrán, es la madre de la ciencia.
En ese momento salió el Búho. El Lince se acercó presuroso:
¿Y bien Búho, ¿quíé tiene Lincito?.
- No lo se con exactitud, pero creo que una intoxicación de Oronja falsa – Amanita Muscaria-, en las próxima horas sabremos algo.

- ¿Se salvara?.
- Hay que ser optimistas Lince, las próximas horas serán cruciales.
-Procuraremos provocar el vomito, y cuidarle todo lo bien que sepamos. Es de Naturaleza fuerte, y creo que resistirá.
- Gracias Búho, no sabes como te lo agradezco.
- Es un placer, y un deber, ayudaros Lince. Voy por unas hierbas, y vuelvo enseguida. ¡Cuidarlo mientras vuelvo!.
- Claro, Búho, claro, como no.

 El sabio del Bosque salió volando y el Lince y el Zorro entraron en la madriguera. En su interior estaba Lincito tumbado, con sudores frí­os, y gritando extrañas cosas.:
 
- La  Bolsa se guardará de los idus de Octubre. Los de la Rosa vendrán para llevarse el oro de los inocentes.....

Al principio, tanto el Lince, como el Zorro, no le dieron importancia a tales manifestaciones. Pero pronto el Zorro se dio cuenta de que el pequeño hablaba en clave:

- ¿Te das cuenta, Lince?. Lincito trata de decirnos algo.
- ¡Bah!, no son más que delirios Zorro. El pobre tiene fiebre y la intoxicación le provoca alucinaciones.
- No, amigo, no, aquí­ algo hay.
- Si tu lo dices Zorro.
- Vamos a ver, decí­a el cánido, vamos a ver. ¡Claro!, lo de la Bolsa es muy fácil!, los idus son los dí­as 14, 15 y 16, osea, que a mediados de Octubre hay que tener cuidado con la bolsa.
- Si eso lo sabemos todos Zorro!.
- Si, es verdad, pero es lo que dice, quizá este año sea peor el  mes de Octubre.

- Ya se verá.... ¿Y la otra, Zorro?.
- ¿La otra?, ah si!: Los de la Rosa, son los socialistas, y el oro que se llevarán será en forma de impuestos, entonces subirán los impuestos.
- Mucha imaginación tienes amigo, pero los socialistas siempre han subido los impuestos.
- Claro, Lince, claro, y que me dices de la tercera: “Vendrán a millares del Norte, y todo lo invadirán, cambiaran de manos los papeles, y el oro fluirá por el Bosque de los nativos”.
- En esa si que no caigo, pero bueno, será otra alucinación..
- No, estás equivocado, es un profecí­a, como las de Nostradamus, y ahora mismo no doy con el significado.
- Bueno, ahora va a resultar que mi pequeño es una especie de Lincidamus. Díéjalo
-Zorro y pásame el agua, para limpiarle la frente y el hocico a Lincito.

- Si, si, toma amigo.

Un ruido anunció la llegada del Búho:

- ¡No tardíé mucho, eh!.
- ¡Hola Búho!, -saludaron los dos enfermeros-.
El sabio del Bosque sacó las hierbas del saco, rápidamente las mezcló y realizó la oportuna infusión. A los pocos minutos el bebedizo estaba listo. El Zorro levantó levemente a Lincito y el padre le hizo beber el liquido sanador. La ingestión de la bebida de hierbas le provocó el vomito y Lincito entró en una gran somnolencia, preludio de su recuperación.

- Bien, dijo el Búho, esto ya está mejor. Ahora que descanse, mañana pasaríé a verlo, no te preocupes Lince, tu hijo se recuperará.
- Gracias Búho, ¡no se como agradecíértelo!.
- ¡Bah!, para eso estamos Lince. ¡Hasta mañana!.
- Hasta mañana Búho.

El Lince y el Zorro  se quedaron toda la noche solos con Lincito. Por la mañana, la criatura manifestaba una milagrosa recuperación:

- Papá tengo sed,  papá tengo hambre. ¿Me traes la Play Station?.

El Zorro miro al Lince, y le dijo:

- ¡Veo que ya está mucho mejor!.

El Lince, sonriendo contestó: “que sustos nos dan estos bandidos!.

 El Zorro se acercó al hijo del Lince para preguntarle por las extrañas frases de la noche anterior. Pero Lincito no recordaba nada, poní­a caras raras y se encogí­a de hombros.

- No ves Zorro, -decí­a el Lince-, deliraba.
- No se amigo, no se, creo que hay algo de verdad en todo aquello. En fin, pronto lo comprobaremos.

El Zorro se despidió, y salió de caza como tení­a proyectado 24 horas antes. Mientras su fino olfato trataba de localizar el rastro de una presa, su mente era un hervidero de preguntas, de inquietudes, de enigmas.

- Quizá, -pensaba-, es cuestión de esperar una semana, pero mi intuición me dice que algo va a pasar.... ¿Estará en lo cierto?.


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